La compañía estrena en los Teatros del Canal del 1 al 12 de julio ‘Renacimiento’, un montaje en el que vuelve a combinar las herramientas del documental y de la ficción.

 

Ahora que el show debe continuar, aunque sea como una gran performance experimental con sus medidas de seguridad, reabren los Teatros del Canal, y el primer montaje de coproducción propia que tienen en cartel es Renacimiento, de la compañía La tristura. Estaba previsto que la pieza se estrenara en abril, pero fue la pandemia quien entró en escena, las salas de todo el mundo echaron la persiana y el público quedó inmovilizado en casa. Por fin, del 1 al 12 de julio y en la Sala Verde del teatro madrileño, cobrará vida esta obra que se construye sobre el proceso de un montaje y desmontaje técnico teatral, al tiempo que refleja otro desarrollo, en este caso histórico: la formación de la Democracia Española. Como el anterior título de esta agrupación (Future Lovers), Renacimiento combina las herramientas del documental y de la ficción.

 

Desde muy pronto, prácticamente desde que se fundó en 2004, La tristura ha concebido el teatro como espejo de una comunidad; ya lo hizo en Future Lovers (2018), CINE (2016) y Materia Prima (2011), unos montajes con los que la compañía, hoy residente en los Teatros del Canal, ha colaborado con el Festival de Otoño de Madrid, Cena Contemporânea de Brasilia, Théâtre de la Ville de París, Festival Grec de Barcelona o el Festival Internacional de Lugano, entre otros escenarios nacionales e internacionales.

 

El concepto de comunidad en el teatro de La tristura

 

Renacimiento tiene que ver con el propio crecimiento de la agrupación, que explica que hace tiempo que viene trabajando “en teatros más grandes, en mejores condiciones”, lo que le ha permitido “contar con un equipo de trabajadores, de técnicos, con los que desarrollar montajes más complejos”. Un trasiego que “tan solo dura unas horas, como un rito de paso”, pero que tiene algo de recorrido místico, como “un camino que comienza en la nada, en el escenario vacío, y se va desplegando hasta el momento final, cuando todo está dispuesto para que entre el público”. Así, “siempre hemos pensado que en ese viaje se escondía una pieza escénica en la que algún día tendríamos que investigar”.

 

 

Y ha llegado el momento con esta obra que, además, se vertebra “a partir de momentos icónicos de nuestra breve historia democrática”. Es teatro que hace historia, que indaga e intenta desentrañar nuestra identidad, apelando a ese concepto de comunidad que interesa a La tristura. “La pieza trata de comprender la naturaleza de los grupos y de las comunidades, y cómo nos unimos en relación a objetivos en común”. El fin es llamar nuestra atención sobre “un pequeño grupo de operarios” que nos guía, con la idea de “conocerlos, con la intuición de que la intimidad y la poesía son, esencialmente, conceptos políticos».

 

Por último, Renacimiento recurre, como es evidente, al lenguaje metateatral, pero también, y aun siendo una ficción, juega con el lenguaje documental, una vez más en la trayectoria de esta compañía: CINE o Future Lovers ya tenían la vocación de llevar rasgos del género documental al teatro, una tendencia en auge entre muchos dramaturgos de Europa. Así, en Renacimiento «la sociedad se enfrenta a sí misma, a sus propias heridas y oscuridades. Y, al mismo tiempo, es un espacio de celebración, un extraño oasis donde todavía es posible el encuentro humano, real y tangible, donde sentir que no estás solo en el mundo. Siempre nos hemos sentido apelados por esta dualidad”. La pieza, “de una manera inocente e incluso naíf”, nos recuerda que seguramente “nos querremos volver a despertar mañana. Y que, hayamos llegado como hayamos llegado hasta aquí, la vida empieza, de nuevo e imparablemente, ahora mismo”.

 


 

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