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Julio Béjar o el deporte de hacer teatro

Yago Lamela resucita para dar su último gran salto en Espacio Guindalera durante los días 24, 25 y 26 de noviembre. En 8,56 se recuerda al medallista español. No podría reaparecer en ningún lugar mejor, ejemplo de lucha y apuesta por un proyecto teatral en el barrio que lleva su mismo nombre, Guindalera. Entrevistamos al autor y director de la pieza, Julio Béjar.

 

Por Nieves Cisneros / @copittto

 

Julio Béjar, poeta y novel dramaturgo almeriense, rescata en 8,56 al icónico atleta avilesino no sólo para rendirle homenaje, sino también para reflexionar sobre los logros, el éxito y la frivolidad del mundo deportivo. La obra, estructurada a modo de salto -16 apoyos (cuadros)-, nos invita a atravesar la escena olímpica desde una mirada más profunda. A pesar de las dificultades físicas y anímicas que arrastraba Yago Lamela hasta su retirada en el 2009, el autor insiste en rescatar sus fortalezas. Julio Béjar construye un personaje soberbio dispuesto a alcanzar su sueño.

 

Yago Lamela, el Ícaro del deporte español, se resignifica como metáfora. Ya sea por la experiencia personal del dramaturgo, quien dio un salto vertiginoso dejando una vida estable en Francia, para estudiar en la Real Escuela Superior de Arte Dramático y dedicarse de lleno al teatro; o ya sea, por aquellas personas que dan un giro de 180° a su vida para luchar por una ilusión.

 

El pasado 30 de octubre me cité con Julio Béjar para hablar sobre 8,56 y salieron cuestiones muy relevantes en torno a la relación que guardan el teatro y el deporte. Para el autor son dos mundos en apariencia muy distintos, pero con raíces muy semejantes.

 

 

¿Por qué Yago Lamela?

A mí la historia de Yago Lamela me estuvo persiguiendo mucho tiempo. Yo creo en la selección natural del olvido de las ideas. Si hay una idea que no puedes olvidar y te persigue es porque tiene algo importante que decirte. Desde que murió en el 2014 y desde el salto que dio en 1999, su historia me ha perseguido. Por su belleza física, por la proeza, por cómo un chico tímido asturiano que sale de Avilés con un salto estratosférico, salta a las portadas de los periódicos. Su intento de gestionar el éxito y cómo cae en una depresión. Es la historia de una persona que lo arriesga todo en un salto.

 

La historia de Yago Lamela también es la historia de otros atletas. Por ejemplo, el caso reciente de la medallista olímpica Blanca Ochoa que, hasta su desaparición y misteriosa muerte, nadie se acordaba de ella.

Yago Lamela salta, se hace famoso, todo el mundo en Avilés lo quiere, lo ama. En España se habla de la gran promesa del deporte español. Los poderes políticos instrumentalizan la historia de los deportistas y una vez que ya no saltas tanto, se olvidan de ti. Es la cara B del éxito. Deportistas que son muy jóvenes y de repente son incapaces de gestionar el éxito de una fama brutal. Deportistas que terminan su carrera en el momento vital más interesante. En la treintena se acaba tu carrera como deportista, pero a nivel vital, tú como persona estás en el momento más interesante.

 

¿Has encontrado testimonios de Yago Lamela en los que manifieste la soledad que conlleva la fama? ¿O su frustración de sentirse querido por todo el mundo y a la vez no poder confiar en nadie?

He estado investigando un año entero. He buscado entrevistas, reportajes… Hay frases en la obra que pertenecen a entrevistas reales. Por ejemplo, hay una de radio del 2009 que me impactó. De hecho, mis actores cuando leyeron algunas de esas preguntas me decían: ¡qué cruel eres! La pregunta que más me remueve de esa entrevista dice lo siguiente: “Te quiero preguntar una cosa con todo el respeto del mundo. En ese proceso de caída a los infiernos, de proyectos que se van frustrando durante esos años que estabas cada vez más dentro del pozo, ¿llegaste a sentir en algún momento que no merecía la pena vivir?”

 

La presión con la que viven los deportistas de élite, a veces los lleva a tomar medidas desesperadas, como doparse para lograr ser el número uno. En tu obra 8,56, este tema está subyacente.

El éxito engancha, el éxito es una droga y doparse también. Es una adicción. El dopaje es una notica jugosa. Los periodistas están deseando que salte un escándalo de dopaje. Yo pondría la mano en el fuego de que el verdadero Yago Lamela nunca se dopó. Pero esta idea del dopaje me sirve como estrategia dentro de la obra.

 

 

La ambición por estar en la cima a veces supone asfixiarse por un sueño. Un sueño que en definitiva es tu vida, no parte de ella, sino tu vida. Este pensamiento somete a los atletas a una presión brutal. La sociedad contribuye a ello. Los mitifica, sin embargo, los olvida con mucha rapidez. Porque, a parte de considerarse un entretenimiento, ¿qué crees que significan? ¿qué crees que aportan a la sociedad?

Quizás los valores que representan: el esfuerzo, el sacrificio, la determinación. Los deportistas hacen patria, hacen país. Representan unos colores. Por ejemplo, la unión de un país como España bajo el deporte… Es curioso.

 

Esto ocurre con las Olimpiadas. Lejos de ser una mera competición deportiva, representan una serie de intereses, que unifican y refuerzan la imagen de los Estados de cara al exterior de sus fronteras. Además, se permiten dejar a un lado los conflictos pasados o presentes…

Sí, hay mucha política en el deporte. Principalmente una política de derechas. Ésta ha dejado un poco de lado el arte para vampirizar el deporte. Se ve muy claramente en el fútbol. Detrás hay unos intereses económicos muy fuertes. Por eso el mundo del deporte es muy competitivo.

 

¿Piensas que la izquierda está más pendiente del arte?

Sí, es una idiotez. Por eso me interesa mezclar arte y deporte. Teatro y deporte. Porque esta relación, en realidad, es muy antigua. Los griegos cuidaban su cuerpo para cuidar su mente. Para ellos estaban en el mismo nivel.

 

¿Dirías que hay un desequilibrio en esta noción de arte y deporte? El deporte parece que a veces se desprecia, porque se percibe como algo más accesible, menos intelectual; mientras que el arte se siente como algo elevado y que pertenece a unos pocos.

Desgraciadamente hay un desencuentro entre arte y deporte. No debería existir, deberían encontrarse uno con el otro. Porque en el deporte también hay unos ideales, unos valores y una ideología. Nuestra labor como dramaturgos o creadores es estar en todos lados. Tener un oído en la conferencia de Juan Mayorga sobre su última obra y el otro oído, en un estadio de fútbol, que no deja de ser un espacio catártico. El teatro debe ser algo popular e incitar a la reflexión. Debe ser accesible. La obra habla de atletismo, pero también de nosotros. De la gente que nos dedicamos al teatro, de la gente que lo arriesga todo por un sueño. De esa idea de triunfar.

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