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Juanma Romero y la lógica de la precariedad

«Seguramente, seamos la generación más medicada de la historia de la humanidad: la generación receta»

 

Juanma Romero es el autor, junto a los hermanos Quique y Yeray Bazo y Javier G. Yagüe (que también dirige el montaje), de Instrucciones para caminar sobre el alambre, el último montaje de la compañía Cuarta Pared que regresa a la cartelera tras su exitoso estreno a principios de 2020. Este espectáculo es la segunda parte de la llamada Trilogía Negra, un ciclo que comenzó con la exitosa Nada que perder.

Si en la primera parte diseccionaban a la clase política, ahora en esta segunda se meten de lleno con la precariedad laboral y sus consecuencias. Les ha salido una obra dura, muy crítica y realmente triste sobre la sociedad que estamos construyendo, sobre por dónde caminamos, sobre los esfuerzos que tenemos que hacer para lograr vivir con un mínimo de dignidad y sobre a quién tenemos que pisar para salir adelante. Y el precio a pagar por eso es caro, porque la mayor parte de las veces nos pisamos a nosotros mismos.

 

Regresa a Cuarta Pared Instrucciones para caminar sobre el alambre

 

 

Por Sergio Díaz

 

En ese momento en que Javier G. Yagüe os reúne para montar esta segunda parte, ¿Ya tiene claro sobre lo que quiere que construyáis? ¿Él os das las premisas o van surgiendo en las reuniones de trabajo?

En esta ocasión, las premisas eran más abiertas que en Nada que perder, donde el concepto y el tema principal lo tuvimos muy claro de antemano. Hay temas que a Javier le conciernen y que desea compartir con nosotros: cansancio vital, enfermedad mental, eutanasia… Hubo un momento en que el proceso se detuvo, al resultar temas inabarcables, con implicaciones éticas que nos sobrepasaban. Hasta que, afortunadamente, conseguimos concretar que el cansancio no venía tanto de un deseo íntimo de desaparecer sino de un ritmo de vida que nos aboca a todos a la bipolaridad, a la ansiedad y al estrés crónico. A partir de ahí, encontramos el camino.

 

 

¿Podemos decir que el tema sobre el que gira esta obra es la precariedad laboral?

Sí, pero con un par de grados de más: hemos abrazado la precariedad. Hemos dejado de organizarnos y de luchar contra las injusticias. Prima la competitividad y, al mismo tiempo que crece la lucha de clases, conceptos correlativos como huelga o sindicato, corren el peligro de convertirse en algo anacrónico. De ahí el título: estamos dispuestos, pese a todo, a seguir caminando sobre el abismo, aunque implique ir contra nuestros principios, poner en riesgo nuestra salud, nuestra confianza en los demás. En la obra, el espectador podrá valorar hasta qué punto nuestra protagonista, Alba, es una víctima o una cómplice más del sistema.

 

También tratáis sobre los trastornos que nos acarrea vivir en esta sociedad. ¿La precariedad provoca esos trastornos?

Sin duda. La enfermedad es una mochila más que nos echamos al hombro, y que resulta muy rentable para según qué negocios. En esta línea, nos resultó muy clarificador los ensayos de Bifo (Franco Berardi). Él considera que vivimos en una sociedad bipolar, una sociedad que ha aceptado vivir entre la euforia y la depresión, sin término medio. Estás arriba o abajo, no hay otra: o bien puesto de coca hasta arriba o bien metido en la cama ideando la forma adecuada de desaparecer. El proceso en ese sentido fue muy curioso: comenzamos trabajando con un personaje que padecía trastorno bipolar y al final el trastorno a quien cabe atribuírselo es al entorno.

 

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‘Instrucciones para caminar sobre el alambre’. Foto: Irene G. Lara

 

Habréis investigado para hablar de este tema. ¿Os ha sorprendido algún dato de lo que habéis investigado? (Bajas laborales, stress, mobbing, suicidios por razones laborales…)

Sí, hemos leído mucho sobre el tema, y nos entrevistamos con médicos y psicólogos. Y más que grandes historias, lo que nos llamó la atención fueron los pequeños detalles que se repiten una y otra vez. Por ejemplo: el trabajador que cae enfermo emocionalmente no quiere que su entorno laboral lo sepa. No desea la baja o ruega al médico que se la dé por un motivo físico: dolor de espalda o de cervicales… Esto evidencia el problema: no queremos reconocer nuestra fragilidad. Queremos llegar al trabajo y cumplir como superhéroes de la Marvel. La estigmatización de la depresión y de la enfermedad mental es cada vez mayor, al tiempo que cada vez demandamos más medicamentos. Seguramente, seamos la generación más medicada de la historia de la humanidad: la generación receta.

 

Si los trabajadores estamos enfermos, el sistema en el que vivimos también lo está. ¿Cuál crees que sería un principio de curación?

Se me ocurren muchos principios: organizarnos, recuperar el prestigio y el sentido de lo sindical. Aprender a decir «no» sin represalias (externas) ni juicios (internos). Saber dar lo mejor de uno mismo sin que eso implique trabajar 24 horas al día. Concentrarse. Ser exigentes cuando realmente hay que serlo, y saber relajarse y no hacer nada cuando no. Apagar los móviles y dejar de tratar nuestro tiempo de ocio con el mismo rigor que el laboral. Suena bien, ¿verdad? Pero no dejan de ser -otra vez- recetas, instrucciones. La teoría nos la sabemos, ahora toca ponerla en práctica.

 

¿Vuestra obra es un manual de autoayuda para sobrevivir en este mundo laboral que nos asfixia?

No lo creo. Como señalaba antes, hay mucha ironía en ese planteamiento de las instrucciones para caminar sobre el alambre. La buena ayuda sería que alguien te dijera: «¡no camines sobre el alambre!». Pero ahora, incluso los manuales supuestamente bien intencionados se dirigen a nosotros con un grado de exigencia insoportable: educa así a tus hijos o…, busca trabajo de esta manera o nunca… Nos llegan disfrazados de buenos modos, pero bajo el iceberg está la vieja culpa tirándote de los pies. Nosotros preferimos mostrar una serie de hechos, y que el espectador piense por sí mismo.

 

Nada que perder fue un gran éxito. ¿Qué esperáis de esta segunda parte?

Mejor no esperar nada, si no queremos caer en las garras de ese pensamiento bipolar. Éxito o fracaso, escribirla ya ha sido un aprendizaje y un viaje único, de la mano de Javier, Quique y Yeray. Sólo puedo desear que también lo sea para la compañía y para los espectadores.

 

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‘Instrucciones para caminar sobre el alambre’. Foto: Sandra Nieto

 

Y ambas obras forman parte de una trilogía… ¿Sabéis ya de qué irá la tercera o hay que esperar a ver cómo evoluciona la sociedad?

¡No tenemos la menor idea! Han pasado más de cinco años desde que empezamos a trabajar en Nada que perder. Fácil pasarán otros cinco años hasta el estreno de la obra que cierre la trilogía. Estaremos abiertos a nuestro entorno, aunque eso seguro: el crimen, el bien y el mal, el lado más oscuro de la naturaleza humana volverán a estar presentes.

 

¿Cómo es vivir del teatro?

El teatro es uno de los oficios más bellos del mundo. Nos gusta tanto que, por ese mismo motivo, somos presa fácil del sistema bipolar. Como la euforia ya la ponemos nosotros, a menudo, creemos no necesitar que nada ni nadie más nos arrope. Pero así es fácil caer en el hoyo: cuando falta el trabajo, cuando has trabajado pero no has ganado dinero, cuando no llegan ni las ayudas ni la taquilla o cuando ves que, a menudo, sólo hay sitio para un tipo de teatro, y que se estrechan los cauces para otros.

 

¿Cuántas veces has estado a punto de caer al vacío? Y dejarlo todo como consecuencia (en el contexto del ámbito laboral).

Seriamente, nunca. Pero la amenaza siempre está ahí, sobrevolando tu cabeza, como un fantasma que, lo sabes, puede hacerse real en cualquier momento.

 

¿Entonces no es una buena habilidad saber caminar por el alambre?

Después de todo lo que hemos hablado, comprenderás que cuestione los beneficios de esa habilidad. Habrá gente que piense: «ah, como saben defenderse sobre el alambre, ¿para qué invertir en un suelo digno?». Esa es la lógica de la precariedad. El alambre está bien para probarte, para aprender. Pero hacerte mayor ahí arriba… No, tarde o temprano la dignidad puede más que el aguante. Lo hemos estamos viviendo en el sector independiente, con el cierre de salas como Guindalera y del Montacargas (por poner un par de ejemplos), dos salas sin las cuales cuesta entender el tejido teatral madrileño. A creadores como Juan y Teresa, Manolo y Marori, llegados a este punto de su carrera, no les puedes ofrecer alambre un año sí, otro también. Se merecen la mejor de las tarimas.

 

 

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