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Juana por los siglos de los siglos

Aitana Sánchez-Gijón: «Estas mujeres se salieron del molde, derribaron fronteras, se atrevieron a ser, sencillamente, y como consecuencia fueron castigadas, con la muerte, con el encierro o con la locura»

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

Foto superior: Damián Comendador

 

Lo nuevo de la compañía de Chevi Muraday, Losdedae, tiene nombre singular, Juana, pero apela a la pluralidad de un puñado de mujeres poderosas, únicas e irrepetibles cuyo nombre coincide. Aitana Sánchez-Gijón da vida a todas ellas. Ella es el centro en torno al cual orbitan el propio Muraday, director y coreógrafo de la pieza, y otros tres intérpretes: Alberto Velasco, Carlos Beluga y Maximiliano Sanford. Juntos dan vida a las cinco ‘juanas’ cuyas historias ha hilvanado el dramaturgo Juan Carlos Rubio. Estará en cartel en el Teatro Español hasta el 22 de diciembre.

 

La compañía Losdedae se caracteriza por mezclar danza y teatro en sus montajes. En este caso, ¿te toca bailar? ¿Lo habías hecho antes?

Yo no tengo ningún tipo de preparación en danza más que el cuidado y la puesta a punto de mi instrumento corporal a lo largo de los años, estoy en forma y he hecho varios cursos de baile a lo largo del tiempo, casi como hace cualquier actor, pero no tengo formación específica de bailarina, y menos de danza contemporánea. A mí, estas ganas de subirme a un barco así me surgieron de forma paulatina a través de mi trabajo con Andrés Lima fundamentalmente, primero en Capitalismo y después en Medea, porque el cuerpo tenía una importancia muy grande; hicimos trabajo de laboratorio, tuvimos a Sol Picó, a Antonio Ruz, a gente de circo, etc. Utilizábamos el cuerpo de una manera que yo no había utilizado nunca hasta ese momento. Ahí empecé a sentir ese gusanillo de usar el cuerpo e implicarlo en su totalidad. Cuando vi En el desierto de Chevi en el Matadero fue como una revelación y pensé: quiero formar parte de algo así. Y un día abordé a Chevi y le dije: Chevi, hazme bailar. Él recogió el guante y me dijo: ten cuidado con lo que deseas, por si se cumple. Y poco tiempo después me vino con la propuesta de Juana. Llevamos casi dos años de proceso y en este tiempo nos hemos ido encontrando y hemos ido explorando cuál era el lenguaje posible según mis capacidades, encontrar ese lenguaje común que, a través de la palabra y el movimiento, nos llevara a un terrerno y a un viaje emocional sobre todo, y poético. Ellos, tanto Chevi como el resto de los intérpretes de la pieza, bailan, y Alberto Velasco además es actor, y yo utilizo mi cuerpo como medio de expresión, no se puede decir que baile. A mí me bailan, en realidad. Pero estoy dentro de ese lenguaje común utilizando además la palabra como un vehículo fundamental dentro del espectáculo.

 

Aunque el cuerpo siempre entra en juego en casi cualquier espectáculo teatral, estos proyectos de los que hablas, Capitalismo, Medea, y ahora Juana, ¿te han hecho pensar de otra manera la creación de discurso y de relato escénico desde el cuerpo?

Más que pensar de otra manera distinta ha sido como ampliar las posibilidades, es como abrirme a otros lenguajes y a integrar y convertirlo todo en ese lenguaje común. Hace mucho tiempo que las fronteras entre danza y teatro se cruzaron y ambos mundos se contaminaron afortunadamente, pero de lo que se trata es de poder utilizar el instrumento que es el cuerpo de una manera total como medio de expresión.

 

La Juana del título es singular, pero esconde un plural, hay muchas juanas en una.

Sí, y hemos dejado fuera algunas, porque cuando Chevi se puso a investigar en todas las juanas surgieron más a parte de las que todos conocemos. Pero él decidió centrar el espectáculo en Juana de Arco, Juana la loca, Sor Juana Inés, la Papisa Juana y Juana Doña. Todas ellas tienen un hilo común, que además yo interpreto a todas pero también soy la mujer contenedora, las que las contiene a todas, que es un poco esa mujer contemporánea en la cual yo me reflejo. Todas ellas son mujeres que se salieron del molde, derribaron fronteras, se atrevieron a ser, sencillamente, y como consecuencia fueron castigadas, algunas con la muerte o con el encierro o con la locura inducida o potenciada en cualquier caso. El caso de Sor Juana Inés, por ejemplo, que no tuvo un destino tan trágico, hay un fragmento que yo digo en la función en el que ella pide perdón por atreverse a escribir, para no caer en manos de la Inquisición. Fue una mujer muy osada, muy valiente, una mujer que se enamoró de su mentora y lo reflejó en su poesía de una manera -encuentro  yo- muy impúdica y muy bella. Pero ahí estaba la Inquisición echándole el aliento en el cogote y tuvo que decir que, humildemente, ella no pretendía ser maestra de nada ni tener el conocimiento que tienen los hombres, que simplemente no podía remediar escribir, con toda la humildad del mundo, que era una necesidad, que se la perdonaran. Es tremendo tener que pedir perdón por escribir esas maravillas y ser una de las poetas más importantes en lengua castellana. Todas ellas tienen en común ese osar ser cuando era un mundo donde las mujeres no podían osar ser más allá de las fronteras de la reclusión de su hogar.

 

Juana por los siglos de los siglos en Madrid
Carlos Beluga, Alberto Velasco, Aitana Sánchez-Gijón, Maximiliano Standfor y Chevi Muraday. Foto: Damián Comendador

 

La idea es de Chevi pero supongo que en el proceso de investigación tú también has entrado en la historia de estas mujeres…

La idea es de Chevi, efectivamente, y toda la concepción del espectáculo. La dramaturgia es de Juan Carlos Rubio, y luego hay palabras de Clarice Lispector, sobre todo, y también nos hemos ido pasando lecturas. Yo les pasé un libro que ha sido fundamental en mi vida: Mujeres que corren con lobos, de Clarissa Pinkola Estés, que habla sobre la naturaleza salvaje de la mujer. El arranque de la función, por ejemplo, bebe de esa fuente. Juan Carlos ha escrito un monólogo muy hermoso que habla de volver a la fuente, de encontrar ese poder intrínseco que tenemos las mujeres y que ha sido acallado siempre.

 

¿Cómo se ha estructurado el espectáculo?

No es un espectáculo con una dramaturgia al uso, ni teatral, ni lineal, ni estamos contando una historia. No estamos contando la historia de las cinco juanas. De hecho, hay momentos en los que no se sabe muy bien qué juana es la que está hablando o la que se está moviendo, porque es un espectáculo sobre todo poético y emocional, es un viaje emocional fundamentalmente.

Dime algo de cada una de las cinco juanas, aunque pueda ser un poco reduccionista.

No sé si puedo quedarme con una cosa. La Papisa Juana, una mujer que se hizo pasar por hombre para tener la osadía del conocimiento y del poder, fue lapidada por ello. No sabemos muy bien si es leyenda o Historia, pero en cualquier caso es muy simbólico. Juana de Arco, una pastorcilla de 16 años que acaba comandando todos los ejércitos y venciendo al enemigo inglés, que acaba traicionada, en la hoguera, por su osadía y por haber llegado tan lejos y osar hablar en nombre de dios. Juana la Loca, una mujer que acabó desquiciada, mandada a otro país para casarse de adolescente, aferrada a ese hombre como único anclaje emocional y al final es sometida, encerrada y juzgada tanto por su padre, como por marido y su propio hijo. Acaba viviendo treinta y pico años de su vida recluida en Tordesillas. Sor Juana Inés, ya te he dicho antes, poeta impresionante, enamorada de una mujer y pidiendo perdón por su don para la escritura y por atreverse a amar. Y Juana Doña, la más contemporánea, la más cercana en el tiempo, una mujer republicana, condenada a muerte, que pierde a su marido fusilado después de la Guerra Civil, que conmutan su pena de muerte por no sé cuántos años de prisión y acaba siendo, como escritora, la testigo y la voz de todas esas mujeres que compartieron con ella encierro, encarceladas por sus ideas.

 

Este hilo histórico, de la Edad Media al siglo XX, sirve para contar la Historia que no se ha contado, la que ha olvidado a las mujeres.

Exacto, es un hilo que nos retrotrae al principio de los tiempos y se llaman Juana como se podrían llamar de cualquier otra forma, pero ese nombre común casi tiene ya un componente alquímico. Estamos hablando de todas las juanas, también las anónimas, las que han ido tejiendo y gestando a la mujer de hoy, a las mujeres que hoy en día seguimos recogiendo el testigo y que todavía tenemos que soportar un poco ese yugo. Evidentemente, yo no me juego la vida, lo único que hago es subir a un escenario y dar voz a estas mujeres, pero hay muchas juanas en el mundo todavía que siguen siendo muy heroicas. Estamos en una sociedad, la nuestra, la occidental, que en derechos, por lo menos sobre el papel, es muy avanzada, pero si te pones a mirar a otros lugares, siguen en la Edad Media. Pero no olvidemos que aquí, en pleno siglo XXI, se siguen matando mujeres y violando mujeres y encima con leyes todavía retrógradas que no están a la altura de las circunstancias.

 

Y aparecen unos señoros ahora por la derecha que madre mía…

Sí, hay todo un movimiento reaccionario ante esta toma de conciencia, esta nueva ola feminista que ha surgido en todo el mundo, y como reacción tenemos ahí a la caverna amenazando con querer devolvernos a los tiempos oscuros. Te das cuenta de que no puedes dar por sentado ningún derecho adquirido y conseguido con tanto esfuerzo.

 

Decías lo de la alquimia con lo del nombre Juana, ¿habéis investigado en lo etimológico por si encierra algo llamativo?

Pues sí, hay un momento de la función, muy existencialista, donde yo, desde el ateísmo más profundo, hablo de Dios y de la necesidad de Dios y del miedo a vivir y a morir, y digo: «Dios ha perdonado». Pues parece ser que eso es lo que significa Juana: Dios ha perdonado.

 

¿Suena un poco condescendiente?

Bueno… ¿Dios ha perdonado quizás a los que han martirizado a estas juanas? No lo sé… ahí queda para la reflexión.

 

Estos trabajos teatrales que has asumido últimamente, imagino que a ti como actriz te permiten tensar los límites de tus capacidades interpretativas. 

Sí, sí, sin duda, esto es lo más difícil y lo más arriesgado que he hecho en mi vida. Y cada día me siento en riesgo, como ante un precipicio, físicamente en peligro, de verdad. Pero no puedo evitarlo, necesito ponerme ahí al borde del abismo, es una necesidad.

 

Lo que te da lo vale, supongo.

Claro, me coloca al límite de mis posibilidades, también frente a lo desconocido, a lo que no controlo, a lo que no conozco, y me abre la mente y el espíritu. ¡Y el cuerpo! Que se te llena de cardenales pero está más fuerte que en toda mi vida.

 

 

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