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Juan Jimenez Estepa

Juan Jiménez Estepa y su fórmula para hallar respuestas

 

“Esta obra es un canto a vivir el presente”

 

Después de Los hombres tristes y La medida exacta del universo se presenta Los años elásticos, el nuevo trabajo del dramaturgo y director Juan Jiménez Estepa. Tal y como hizo en sus anteriores montajes, es una obra que continúa mostrando los conflictos que la personas se encuentran en el mundo actual, en su entorno.

Carlos Algaba, Elisa Berriozabal, Julia Olivares y Gustavo Rojo son los protagonistas de esta interesante propuesta sobre las búsquedas personales que podremos ver en Nave 73. 

 

Juan Jiménez Estepa regresa a Nave 73

 

 

Por Sergio Díaz

 

Al trabajar sobre esta obra, ¿has llegado a entender las motivaciones que llevan a alguien a ser reportero/a de guerra?

Creo que sí. Cada persona partirá de distintas motivaciones y situaciones vitales, pero veo que la necesidad de contar lo que le ocurre a un pueblo en guerra está muy ligada a la de cambiar esa realidad. Hay un profundo interés y respeto por el ser humano en todos también.

 

Habrá que ser de una pasta especial para que tu día a día sea vivir entre bombas y disparos, y ver y sentir la muerte de cerca…

Eso sin duda. Pocas personas se pueden dedicar a ello. Ese nivel de tensión, de riesgo, no lo soporta cualquiera. Son personas que necesitan vivir esa adrenalina, o que al menos lo llevan bien. Pero ante todo, hay que tener un nivel muy alto no solo de valentía, sino también de compromiso con su profesión.

 

¿Se puede pensar que los periodistas de guerra son el periodismo en el que de verdad merece la pena creer?

Merece la pena creer en cualquier tipo de periodismo. Es verdad que estamos bastante contaminados de un periodismo en el que parece regir el vasallaje político, el efectismo e, incluso, la verdad no contrastada o no investigada. Es el tipo de periodismo que mete más ruido y que quizás nos hace desconfiar de la profesión. Pero sigue habiendo buenos periodistas, honestos, en muchos ámbitos, y es necesario que los haya. Merece la pena creer en el periodismo de calidad, que se sigue haciendo. Quizás el de guerra nos pueda despertar más admiración por el riesgo que conlleva dedicarse a él, pero el periodismo es algo necesario para una sociedad, ya esté hablando de un conflicto bélico en Oriente Medio o del entramado cultural de tu ciudad. Merece la pena creer en él y debemos concederle una gran importancia.

 

¿De donde nace tu fascinación por esta profesión?

El periodismo de guerra es para mí un descubrimiento reciente. Surge de una conversación con Elisa Berriozabal, amiga, compañera en la producción y actriz en la obra. Es una fascinación producida por contagio. Ella conoce muy bien el mundo del periodismo de guerra, y despertó mi curiosidad por él. A partir de esa conversación comencé a investigar, a leer sobre el tema. Y decidí intentar partir de él como base para escribir una nueva obra. Es verdad que me alejé pronto de la intención inicial. No es una obra documento, no intenta describir la vida de los reporteros. Ni los vamos a ver en acción. Es una obra que cuenta la curiosidad y la necesidad de una chica joven por conocer cómo vivía y qué era lo que ataba a su madre a su trabajo de reportera. Una necesidad que solo esconde su deseo de ser querida, de entender su propia vida, de no sentirse sola en un mundo que le cuesta entender. La guerra y el periodismo quedan como un tema secundario pero a la vez necesario para entender el proceso vital de la protagonista.

 

Entonces el periodismo de guerra es un medio para hablar de las cosas cotidianas…

Es verdad, como te dije antes, que pronto me di cuenta de que el periodismo de guerra no sería más que uno de los temas, una base sobre la que crear. Creí más honesto hablar de una mirada curiosa hacia ese mundo que de ese mundo en sí, porque no lo conozco lo suficiente. Justo en ese momento es cuando nació la obra y se convirtió en lo que es, una vía para hablar del amor- de la necesidad de sentir amor- y para hablar del compromiso. Del compromiso a muchos niveles: compromiso con un trabajo que crees importante, con tus hijos, con las personas que te rodean… También habla del desconcierto que nos provoca la realidad que nos rodea. Es una historia de personas que intentan cambiar cosas pequeñas o grandes, en ellos mismos o en los demás, ya sea en Madrid o en Siria. Es un canto a vivir el presente también. Algo de todo ello tiene.

 

Los anos elasticos 4
Gustavo Rojo y Julia Olivares en ‘Los años elásticos’

 

Hace poco hemos podido ver el montaje Contarlo para no olvidar, sobre el libro de dos reporteras de guerra Mónica Garcia Prieto y Maruja Torres. ¿Te has fijado en alguna periodista para crear la dramaturgia y los personajes? ¿Has hablado con alguna de ellas o alguno?

Justamente en la conversación a la que aludí antes, Elisa me habló de Marie Colvin. Fue su vida, su personalidad y sus escritos los primeros que me engancharon. Hay pequeños rasgos y vivencias del personaje de Raquel inspirados en ella. Era una mujer impresionante, arriesgada, obsesionada con su trabajo, con una personalidad muy compleja. Daría para muchas obras de teatro. También me documenté leyendo a otros reporteros: Mikel Ayestaran, Arturo Pérez-Reverte, Vicente Romero, Carmen Sarmiento… Por supuesto a Kapuściński , que es un gran maestro. De Mónica García Prieto vi un par de entrevistas y una conferencia, sobre Siria, que me ayudo a entender mucho la situación de ese país. Estoy deseando leer los libros que ha escrito con Javier Espinosa sobre Siria y sobre Irak. No he hablado con ninguno de ellos, pero me encantaría. Me queda mucho que leer y aprender sobre este tema. Ha despertado mi interés por conflictos y por pueblos que sentía muy lejanos y ajenos a mí. Quién sabe si volveré a escribir sobre ello. Me parece un tema apasionante del que se ha hablado muy poco. Justamente estábamos cuadrando ensayos este verano cuando nos enteramos del estreno de la Contarlo para no olvidar. Nos pareció muy curiosa esa sinergia, que dos proyectos, que compartían un tema poco tratado en nuestros escenarios, aún siendo proyectos muy distintos, se estrenaran en la misma temporada.

 

¿Cómo has abordado la puesta en escena?

Creo que mis puestas en escenas siempre tienden a la sencillez, poniéndose al servicio de la historia y de la palabra, de los personajes y de los actores. Esta obra tiene una estructura en la que se alternan dos tiempos y dos lugares distintos, pero que por momentos confluyen y se mezclan a través de encuentros de los personaje. Necesitaba que la puesta en escena favoreciera e hiciera muy fluida una estructura con muchos saltos y con muchas elipsis. Es una historia donde es muy importante lo que no se cuenta. Más que en ninguna que haya hecho antes. Lo que no se cuenta y tiene que reconstruir el espectador. Y esto que no se cuenta quería que fuera sugerido de manera muy sutil, a través de la interpretación y a través una suavidad de tono que pueda interesar poco a poco al espectador y que le hiciera llevarse la historia consigo una vez termine la función.

 

¿Por qué Los años elásticos como título de la obra?

El título hace referencia a la percepción del tiempo que tiene el personaje de Raquel, la reportera de guerra, madre de la protagonista. En su trabajo los acontecimientos que vive y la pasión con la que trabaja le hacen sentir que el tiempo es elástico, que se expande. En un año ejerciendo su trabajo caben multitud de sensaciones, de emociones, de vivencias. Cuando pasa temporadas en Madrid le da la sensación de todo lo contrario. Nada ocurre en ese mismo tiempo para ella si no está buscando la noticia en lugares lejanos.

 

Tres de los intérpretes ya han trabajado antes contigo. ¿Es más fácil escribir sabiendo quien materializará sobre el escenario esas ideas que tú esbozas en el papel?

En realidad con Julia Olivares es con quien he trabajado más. Llevo trabajando con ella desde hace más de diez años. Formó parte de Te Idolatro Teatro, un grupo de teatro aficionado, de jóvenes actores, con los que monté varias obras a los largo de seis años. También participó en Mis días de humo y No (me) abandones, dos obras que estrené en el desaparecido Espacio Labruc y a las que tengo mucho cariño. Cuando escribes para unos actores en concreto es mucho más fácil, efectivamente. Esta obra es lo que es gracias a que está escrita pensando en Julia para el personaje protagonista. Nos conocemos muy bien y hay mucho de lo hablado entre ambos en este personaje. Carlos Algaba y Elisa Berriozabal son dos cómplices, juntos formamos Teatro Cinco. Puedo escribir cualquier cosa para ellos, su entusiasmo y su participación en mis proyectos son vitales para que se lleven a cabo. Llevamos ya tres montajes siendo compañeros de viaje. Por último, en esta obra cuento con Gustavo Rojo, con quien nunca había trabajado. Fue el único papel que en el proceso de escritura no sabía quien lo interpretaría. Y encontré a la persona ideal para ello. Gustavo tiene la pureza, el encanto y la energía que necesitaba Miguel, su personaje.

 

¿Sueles escoger tú a los interpretes de los montajes que diriges? ¿En base a qué haces esas elecciones? ¿En qué te fijas?

Sí, siempre escojo yo. Me gusta trabajar con intérpretes que no solo sean buenos intérpretes sino también que también contribuyan a que los ensayos sean un proceso gustoso. Me encanta trabajar con amigos, rodearme con gente con las que pueda pasarlo bien, compartir puntos de vista y formas de entender el mundo. Pero sobre todo me parece muy importante que el actor o la actriz que escoja sienta amor por el personaje y la historia que le ofrezco, a primera vista. Creo que un equipo debe caminar al servicio de una historia que crea que merece ser contada, que conecte de manera especial con su sensibilidad.

 

En 2018 llamaste la atención dentro del circuito teatral madrileño con Los hombres tristes. En 2019 hiciste lo mismo con La medida exacta del universo. ¿Cómo ha sido finalmente el recorrido de esas dos obras?

Tuvieron un recorrido muy bonito, a nivel artístico creo que funcionaron muy bien, la primera en Teatro Lagrada y la segunda en Nave 73. Terminamos las funciones de Los hombres tristes convencidos de que continuaríamos haciéndola, pero no encontramos la sala adecuada para ello, lo cual nos generó algo de frustración, no te voy a mentir. Con La medida exacta del universo estuvimos más días, muchos llenos y aún mayor repercusión, pero la pandemia no nos dejó terminar todos las funciones que teníamos pensadas. Son dos obras de las que no nos hemos podido despedir, de manera consciente, brindando por la última función. A mí me encantaría poder reestrenarlas, creo que tienen mucha más vida por delante y que podrían atraer a mucho más público. Yo sigo dialogando con ellas, aún hoy, con sus personajes, con lo que quise contar en ellas. Sería maravilloso volver a levantarlas y poder aportarles los cambios que ese diálogo me produce. Ojalá alguna sala se animara. Tanto los actores que las hicieron como yo estaríamos encantados.

 

Hablamos contigo hace un año y nos decías que sentías que tus sueños se cumplirían antes y que tenías la sensación de no haber conseguido lo que te planteabas a los 20 años. ¿Cómo va el camino de los sueños a nivel profesional?, ¿Sientes que cuando se oye tu nombre la gente ya arquea la ceja pensando en que algo interesante se nos avecina? Al menos en nuestra reunión de redacción ha sido así…

La medida exacta del universo tuvo más repercusión y más éxito que mis anteriores obras. Tuvo más público y tanto estos como los medios digitales que se acercaron a verla hablaron muy bien de ella. He de reconocer que esa obra, que hablaba de la renuncia a los sueños de juventud, me hizo volver a recuperar los míos, a tener más confianza en mí. Aunque me halaga mucho lo que dices, yo creo que la gente que me relaciona con algo que será interesante son la gente que ya ha visto trabajos anteriores, o esa es la sensación que tengo. Aún me queda mucho camino que recorrer, mucho sobre lo que escribir, y mucho público al que llegar.

 

Los anos elasticos 1
Carlos Algaba y Elisa Berriozabal en ‘Los años elásticos’

 

En La medida exacta del universo el protagonista del texto, para resolver sus conflictos actuales, realizaba un viaje hacia su pasado. Aquí la protagonista hace un poco lo mismo. ¿Crees que siempre es necesario mirar hacia atrás para poder avanzar?

Pues la verdad es que creo que mirar hacia atrás es un ejercicio válido solo si te lleva a vivir mejor el presente. Creo que eso se desprende de mis obras. En La medida exacta del universo el protagonista no puede ser feliz por no saber dejar detrás el pasado. En Los años elásticos Carolina busca respuestas en el pasado que le hagan dejar de sentir desconsuelo, pero no las encuentra. Y tarda en darse cuenta que justo en su presente están ocurriendo cosas que le podrían hacer sentir mucho mejor. Definitivamente, creo que para avanzar hay que agarrarse muy fuerte a lo que se tenga en ese momento, sea mejor o peor lo que llevemos encima, y proyectar hacia el futuro.

 

Precisamente, uno de los grandes problemas de dedicarse a ser reportera/o de guerra es saber convivir con los fantasmas. ¿Crees que es mejor saber llevarlos a cuestas, evitarlos, espantarlos…?

Ya me gustaría saberlo. Depende del momento. Llevarlos a cuestas no, desde luego. O evitarlos o tener la capacidad de enfrentarte a ellos y espantarlos.

 

Escribes sobre cosas cotidianas, cercanas, que te tocan directamente, en cierta forma. ¿Es tu manera de hallar respuestas, a través de Carolina, de Lucas, de Silvia, de Sergio?

Sí, hasta ahora siempre he escrito desde un lugar muy personal. En mis obras no existe el elemento autobiográfico apenas, pero sí escribo de lo conozco o me divierte o me toca mucho. Quizás sea un intento de hallar respuestas, sí, de forma subconsciente. Pero no lo consigo plenamente, como le pasa a mis personajes. Eso sí, el proceso de convertir mis preguntas en materia teatral se ha convertido en una manera de vivir, de estar a gusto conmigo mismo y de convivir con todo lo que me preocupa y siento.

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