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Juan Jiménez Estepa: «Hay que coger del deseo y de la realidad lo que te hace feliz»

Autor y director sevillano, poco a poco se ha ido haciendo un hueco en el circuito Off teatral de Madrid. Igual que el protagonista de su obra, vivió un año en Londres mientras trabajaba en un hotel, porque le apetecía desconectar. Al acabar ese año se trasladó a Madrid, donde trabajó como profesor de teatro con adolescentes. Con ellos creó La Teatra, su compañía, con la que ahora ha estrenado en Nave 73 La medida exacta del universo, un pieza que reflexiona sobre las aspiraciones que teníamos cuando éramos adolescentes y la capacidad del ser humano para reinventarse cuando es devorado por esa rutina que le obliga a renunciar a sus sueños. Carlos Algaba, Teresa Mencía, Elisa Berriozabal, Carlos Guerrero y Pilar Gómez (a modo de bonus track) son los encargados de dar vida a los personajes de esta pieza, que parecen sacados de una película de Woody Allen.

 

Por Ka Penichet / @KaPenichet

 

¿Qué hay del Juan de hace 20 años en el de ahora? ¿Es tu vida como la imaginaste?

No, la vida me la imaginaba mejor. Yo creo que soy bastante parecido a lo que era hace 20 años.  Mantengo muchas de las ilusiones que tenía en esa época. Lo que pasa es que yo sentía que mis sueños se cumplirían antes. Tengo en parte la sensación de no haber conseguido lo que me planteaba a los 20 años que es algo que en el texto está bastante latente.

 

¿Y sientes que ahora es tarde?

Para ciertas cosas sí, pero no para todas. Mantengo la esperanza. También acepto que los sueños van cambiando, creo que eso forma parte del proceso. Es tarde para ciertos sueños tal como los soñaba hace 20 años pero no es tarde para la reinvención de esos sueños.

 

¿Dónde te ves dentro de 10 años?

Me veo en la misma ciudad, haciendo el teatro que forma parte de mis sueños, y me veo más seguro económicamente de lo que soy ahora. A lo largo del tiempo he ido aprendiendo herramientas para ganarme la vida con el teatro.

 

¿Alguna vez te has arrepentido de no haber hecho algo?

Pues arrepentimiento no siento que sea la palabra… no suelo arrepentirme, ni siquiera quejarme de aquello que no hice una vez que he tomado la decisión de no hacerlo, pero por supuesto que no he intentado dejar de hacer cosas, ya sea por miedo o por otras circunstancias. Pero eso forma parte de la vida y creo que nos ocurre a todos en mayor o menor medida. Pero lo hecho, hecho está y lo que no, olvidado. No me quedo dándole vueltas.

 

El protagonista del texto, para resolver sus conflictos actuales, realiza una huída hacia atrás, ¿por qué?

Para poder avanzar necesita recuperar la base que le sirvió para soñar y para vivir. Él necesita volver ahí para armarse de nuevo y poder continuar. Realmente el personaje se mueve en un conflicto muy común en el que se puede identificar gente que tiene 40 años o más. A mí me interesa mucho ahora la gente que tiene mi edad, que además siento que tampoco se habla tanto de la gente de esa generación.

 

Juan Jiménez Estepa: "Hay que coger del deseo y de la realidad lo que te hace feliz" en Madrid
Carlos Guerrero y Teresa Mencía

 

¿Cuál es la receta para reinventarse?

Una difícil combinación entre la realidad y el deseo. No sé si es fácil de elaborar pero creo que hay que coger del deseo y de la realidad lo que te hace feliz. Es muy difícil y doloroso gestionar eso. Y parte de la receta es saber asumir la realidad y saber de qué se compone la realidad que te rodea. Eso es algo que a los soñadores nos cuesta mucho pero cuando lo aprendemos te enseña a reinventarte y a ubicarte.

 

¿Qué es para ti vivir?

Encontrar cada día algo que me haga ilusionarme por seguir viviendo (pausa dramática). Parezco Paulo Coelho (risas).

 

¿Qué te han aportado los actores y actrices al montaje?

Me han aportado muchísimo. Yo tenía el personaje pero no los cuerpos que iban a concretar esa historia. Marcan mucho el sentido que se le da a la historia. Tengo poco respeto por el autor de mi texto y creo que eso es bueno.

El personaje de Carlos Algaba lo escribí pensando en que se lo iba a proponer a él. En Los hombres tristes, el personaje que hacía era más pesimista y a mí me apetecía que lo hiciera él para sacar esa otra parte que es más parecida a él. Yo lo veo más como un tío echado para adelante, optimista, soñador…

Con Elisa Berriozabal quería volver a trabajar porque creo que va a defender bien cualquier texto. Incluso con las pocas escenas que tiene. Escribiéndolo también pensaba en ella.

Con Carlos Guerrero y Teresa Mencía no había trabajado antes. Han logrado una conexión y una química entre ambos que hace que cuenten muy bien la historia.  Los dos son jóvenes con una energía rebosante.

 

Para una obra ambientada a finales de los 90 en Londres, yo me imagino que vas a acompañarla con britpop…

Ha pasado por distintas etapas. Escribí el texto pensando en britpop de los 90, que era lo que escuchaba en Londres. Luego, pasó por la etapa de música jazz y funcionaba. Finalmente, me decanté por otro extremo de música instrumental y ambiente. Además, Teresa Mencía canta un tema en directo de Fiona Apple. Normalmente, con lo que escribo no es con lo que termino montando.

 

¿Qué te proporciona más felicidad: dar clases de teatro o hacer teatro?

La felicidad que me proporciona hacer teatro ahora es la misma que cuando trabajaba con adolescentes. Por una parte, tengo ambición porque me gustaría que mi trabajo se conociera, que lo viera más gente, que opinara y poder entrar en un intercambio mayor con otros creadores que hay en la ciudad porque creo que eso enriquecería mi trabajo. La emoción se mantiene intacta y no es mayor porque esté haciendo teatro en Nave 73 y no lo esté haciendo en colegios, institutos…

 

Estudiaste arte dramático pero normalmente escribes o diriges tus propios textos, ¿te sientes más director o más dramaturgo?

Las siento muy relacionadas entre sí y mi interés siempre ha sido dirigir historias que yo haya creado. Me cuesta mucho desligar una faceta de la otra. Quizás cada vez me interesa más la dirección aunque siga escribiendo. Me hace sentir más vivo. De hecho, no me importaría afrontar el reto de dirigir textos ajenos.

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