Julio Manrique estrena Jerusalem en el Centro Dramático Nacional, el cuento punk de Jez Butterworth, una obra estrenada hace 10 años en Reino Unido que fascinó al público británico. La apuesta que llega a Madrid desde Barcelona no es menos subversiva y viene con el gran Pere Arquillué al frente del reparto. 

 

Por Álvaro Vicente (con información del Centro Dramático Nacional)

 

El día de San Jorge, patrón de Inglaterra, y en una localidad rural que ese día acoge la feria del condado, Johnny El Gallo Byron sale del remolque donde vive. Las autoridades lo quieren desalojar para poder construir en el solar que ocupa. Johnny es el hombre más odiado y más querido del pueblo. Sus amigos quieren que salga de fiesta y su hijo le reclama para que visiten juntos la feria. Pere Arquillué da vida a El Gallo Byron, una especie de ‘falstaff’ de nuestros tiempos, un personaje moderno que alude constantemente a una Inglaterra medieval idealizada mientras bebe sin parar, consume drogas o elude a las autoridades que le persiguen incansablemente.

 

Es así como se va construyendo el relato de una Gran Bretaña que pierde el contacto con sus raíces y la estampa de un mundo rural esclavo de sus propios mitos que, en vez de mostrar sus realidades más tenebrosas, desmenuza las visiones idealizadas de la vieja Albión. Vamos, ese caldo de cultivo donde bulle el espíritu del Brexit, el que lo va a hacer posible. El texto, extremadamente original y singular, lo firma Jez Butterworth, y se estrenó en en 2009 servido a través de un transgresor montaje que fascinó al público británico. 10 años después, en el verano de 2019, vivió su estreno catalán en el Festival Grec de Barcelona bajo la dirección de Julio Manrique, en una puesta no menos subversiva que llega ahora a Madrid.

 

Jerusalem: un falstaff contemporáneo en Madrid

 

Una obra dionisíaca

Jerusalem es una obra dionisíaca, la celebración del caos, el desorden y la libertad. Una comedia shakespeariana moderna de dimensiones épicas que parte de la esencia de la antigua Inglaterra para reflexionar sobre el fin de las utopías. El montaje se inspira en la letra de la canción homónima, compuesta por Sir Hubert Perry en 1916 a partir de unos versos del artista y poeta William Blake recogidos en el prefacio de Milton (1804), poema dedicado a John Milton. El tema se convirtió en uno de los himnos no oficiales de Inglaterra y sonó en todas las iglesias del país. La obra, según su director aquí, Julio Manrique, es “una obra enorme. Arrolladora. Como un gigante. Como un ejército de gigantes. Como una noche de fiesta memorable”.

 

El bosque y un personaje infinito

“También es -continúa Manrique-, como suelen serlo las grandes obras, misteriosa, escurridiza e inalcanzable. Como un truco de magia, como un hada que desaparece en medio del bosque. El bosque frondoso, exuberante y mágico de Inglaterra. El paisaje mítico, ancestral, de los bosques de Inglaterra. El bosque de Sherwood. El bosque de Arden. Todos los bosques. El sitio donde se pierden las almas antes de volverse a encontrar. Jerusalem es el bosque y el bosque es El Gallo. El antihéroe romántico. El prota de la fiesta. Un astro sol. Un borracho. Un pirata loco. Un ogro, un visionario, un camello detestable. Un gitano chulo y alocado inventándose el mundo desde una caravana. Una vez y otra. El puto flautista de Hamelín pasado de vuelta. Un loco, un farsante, un místico, un genio, un colgado, un moribundo, un rebelde, un enfermo, un poeta, un paria. El mismo Jesucristo, ¿por qué no? Un Cristo vicioso y guasón que levanta dos dedos al mundo. Risueño. Humilde y arrogante. Enseñando los dientes. Desafiando. Johnny Byron “el Gall”. Dios y diablo. Un hombre. Un trozo de eternidad. Imperfecto. Infinito. Insondable”.

 

Con semejante carta de presentación la expectación se pone por las nubes y solo por ver a Arquillué dando vida a este caleidoscópico personaje ya valdrá la pena acercarse a Jerusalem. La crítica en Barcelona se rindió literalmente al “volcánico Arquillué” y a esta “catedral de espectáculo”, donde también están en el reparto Elena Tarrats, Chantal Aimée, David Olivares, Marc Rodríguez, Víctor Pi, Guillem Balart, Adrian Grösser, Anna Castells, Clara de Ramon, Albert Ribalta, Pablo Carretero, Tomás Pérez y Robert Plugaru.

 

Jerusalem: un falstaff contemporáneo en Madrid