Por Ka Penichet / @KaPenichet

 

El 1 de diciembre se conmemora el 30 aniversario del Día Mundial de la Lucha contra el Sida. ‘Conoce tu estado’ es el lema de este año que trata de levantar una losa muy pesada que a día de hoy sigue existiendo sobre la falta de información del estado serológico de las personas. Desde nuestra redacción hemos querido sumarnos a la campaña #AlzaLaVoz promovida por la ONG Imagina Más. ¿Cómo podemos, desde las artes escénicas, involucrarnos más para contribuir a erradicar el estigma y la discriminación que disuaden a las personas a realizarse las pruebas? Sobre esta y otras cuestiones hablamos con Iván Zaro, trabajador social de la organización, porque con todos los avances que han habido, actualmente, es llamativo que aún sigan existiendo este tipo de estigmas.

 

1986  fue el año en que se montó la primera función en la escena española cuyo tema central era el VIH. ¿Qué crees que ha podido pasar para que 32 años después solo se hayan representado poco más de 15 montajes? ¿Consideras que la escena española da la espalda o no apoya los suficiente a este colectivo? 

El VIH susurró desde su aparición una realidad que deshumanizaba a los pacientes y les estigmatizaba, a ellos y a su entorno más cercano. Hasta hace relativamente poco, el cine o el teatro no se han atrevido a mirar hacia esa época para reivindicar la lucha que muchos enfermos llevaron a cabo para exigir tratamientos antirretrovirales (Dallas buyers club) o la lucha como activistas dentro de asociaciones (120 pulsaciones o Un corazón normal). La sociedad ha mirado a los enfermos como algo marginal y profundamente doloroso, por tanto, la creaciones de producciones teatrales suponía mirar hacia un rincón ajeno a la norma. Ya que ante el VIH, generalmente, la población suele pensar que no les afecta a ellos, que es una cosa o bien del pasado o bien de gais y consumidores de drogas. No despierta interés. La cultura en España tiene una gran cuenta pendiente con el VIH, al igual que lo tiene con las mujeres y el colectivo LGTBI. En general con la diversidad, apenas se ven obras sobre el colectivo gitano o migrantes.

¿Tiene vuestra organización grupos de teatro que trabajen este tema?

En Imagina MÁS editamos un cuento llamado Comiéndote a besos (inspirado en la canción del mismo título de Rozalén). Este cuento de J. Vazquez se adaptó a teatro por la maravillosa Abril Zamora. Estuvo años representándose en Madrid y otras ciudades de España. Era una historia de amor real, donde el VIH aparecía para ser sorteado por el amor que se profesaban las parejas (una heterosexual y otra gay). Una forma de aproximarse a la realidad de una pareja ‘serodiscordante’ (una negativa y otra con VIH). Al finalizar muchas funciones, el equipo artístico y el de la ONG hacían breves diálogos con el público. Lo que sucedía allí era magia, muchos de ellos nunca habían tenido contacto con el VIH y esa obra les cambió la perspectiva.

¿Qué impacto consideras que pueden tener las artes escénicas sobre la sociedad de hoy en día?

El arte es un vehículo para la transformación social, si no se plasma lo que hoy sucede en la sociedad esta no puede mirarse al espejo. No se me ocurre mejor manera de hacer saber a la sociedad lo que supone hoy tener VIH que a través del teatro, el cine o el arte en general. Conecta con lo más primario del ser humano, la emoción.

Con los datos que manejas, ¿crees que las artes escénicas se podrían implicar más?

Por supuesto, pero parece que el mercado es quien dicta lo que es programable o no. En nuestra obra Comiéndote a besos no tuvimos ningún problema en moverla, las salas nos llamaban para representar la obra en ellas. Y el público venía cada semana. Pero hay que atreverse a presentar cosas alternativas al público. Pero para ello claro, hay que crear, investigar, conocer y querer abrir ojos vendados.

¿Crees que la programación está condensada dentro de un ciclo durante la celebración las fiestas del orgullo?

Sí, y es el peor mes para programar nada. La semana del orgullo LGTBI la ciudadanía está en la calle, no acude a eventos culturales. Sería mejor programarlo durante todo el verano, y durante todo el año. Es como si sólo se pudieran programar obras feministas el 8 de marzo. Así no conseguimos mucho, hay que estar durante todo el año.

En este sentido, te viene a la mente algún país como referente en cuanto al tratamiento de las artes escénicas.

La verdad es que creo en lo referente a lo LGTBI y VIH deberíamos de mirar hacia Estados Unidos. Fue allí donde se organizaron las asociaciones y los primeros activistas tomaron la palabra. Allí el arte y el VIH son muy visibles en las comunidades LGTBI.

Siempre que se hace alusión, se enmarca dentro del teatro documento, explicando cómo fue la lucha y la mayoría de las veces son adaptaciones. ¿Crees que se tiene algún miedo a crear obras que traten este tema? ¿Existen tabúes? ¿Cuáles?

Es más bonito mirar hacia esa época tan dura a través de una mirada heroíca, dejando el poso de «Hicieron lo que tenían que hacer para el bien de la humanidad». En el VIH el estigma es tan grande que en muchas ocasiones la voz de las personas seropositivas está silenciada por la serofobia, son invisibles. ¿Hay algún referente en la cultura española de persona con VIH?, no. Sin embargo personas famosas con cáncer nos vienen pronto a la mente. El VIH es vivido como una lacra que debe ser ocultada, el mayor de los tabúes. Porque no tiene nada de heroico superar una enfermedad (de transmisión sexual) que todo el mundo sabe cómo evitar. Parece que la sociedad se olvida, que en el fondo, el VIH como otras cosas, son consecuencias de comportamientos humanos. ¿Acaso nadie que esté leyendo esta entrevista ha mantenido aunque sólo sea una vez sexo desprotegido?, bien porque se haya enamorado, porque haya tomado una copa de más o simplemente porque perdió el control en una ocasión. Bien, pues el VIH no pertenece a grupos de kamikazes, sino en personas normales y corrientes que simplemente tuvieron mala suerte. Ojalá pronto veamos una obra de teatro sobre una persona con VIH que muestre a las sociedad los retos a los que hacen frente a diario.

Antes se ponía de manifiesto todas las incógnitas que rodearon los primeros años del SIDA: temor al contagio, desconocimiento de las vías de transmisión, rechazo que sufrieron los enfermos por parte de sus familias y compañeros, impotencia de la sanidad para atajar una epidemia que aún causa miles de muertes… ¿Cuál crees que debería ser la realidad a reflejar en un montaje de hoy en día?

Que una persona diagnosticada y en tratamiento tiene una esperanza de vida idéntica a una persona sin VIH. Que una persona con VIH en tratamiento NO puede transmitir el virus. Una mujer con VIH embarazada y en tratamiento NO puede transmitir el virus ni a su bebé ni a su pareja. Pero sin embargo, vive ocultando una realidad dura que es motivo de despidos, de rechazo social, de amenazas como la vivida por ejemplo de Conchita Wrust. Su ex pareja le amenazó con desvelar su ‘seroestatus’ hasta que ella decidió tomar la palabra quitándole ese poder para extorsionarla. Verdaderos héroes hechos a si mismos, ese sería el mejor mensaje en una obra teatral que versara sobre una persona con VIH en la actualidad.

¿Qué tipo de aceptación tienen estos montajes en los públicos? ¿Es el colectivo homosexual el grueso del público? ¿Qué crees que se puede hacer desde las artes escénicas  para generar conciencias y que interese a todo tipo de públicos?

No sólo sería una obra devorada por el colectivo LGTBI, el VIH va más allá. Creo que abriría los ojos a la sociedad, especialmente si fuera una comedia haría más atractivo un tema muy estigmatizado y oculto a la sociedad. Algo fresco pero impactante que encerrara un mensaje claro: «No estamos en 1984». Espero que alguien se interese en esta temática prácticamente inexplorada y cuente con Imagina para documentarse, estaré encantado de ayudarle en el proceso.