Como tantas otras certezas que creíamos tales, la cuarentena nos obliga a revisar y resignificar categorías como la amistad. Y eso se respira en este de texto que María-Cruz La Chica aporta a nuestra serie Coronavirus: ¿comedia o tragedia?

 

HASHTAG CUARENTENA

 

Por María-Cruz La Chica

 

Arrancarme la costra de los granos me hace salivar. He venido al baño a echarme agua en la cara para despertarme, pero no puedo alcanzar el grifo porque sólo queda un pedacito de piel dura sin arranchar y tengo que terminar con este trámite.

 

El pijama de cuadros y la punta de mis zapatillas de estar por casa es lo único que puedo ver porque la costra que me arranco está en la nuca, así que tengo la cabeza inclinada como un toro hacia el suelo. Si levanto un poco los ojos puedo ver el siguiente destino de mi mano, el grifo, que sentiré frío al girar y que arrojará agua abundante. Cuando eso ocurra, yo inclinaré la espalda hacia el lavabo en una curva ancestral de sumisión a lo sagrado. Echarme agua en la cara me ayuda a pasar del mundo de los sueños al mundo de la realidad. Antes, en el mundo de los sueños me pasaban cosas extraordinarias: mi padre era mi novia y un tiranosaurio se comía a la cajera del Mercachorra. Pero ahora sueño cosas anodinas de mi vida habitual, como yo abriendo la puerta del aula y diciéndole a mis alumnos dormidos:

—Ayudadme los del fondo a levantar las persianas.

 

Creo que han pasado ya cinco minutos y aún sigo de pie tocándome la nuca y babeando porque arrancharme costras me da placer. Las baldosas de mi baño sostienen mi peso en el éter del cuarto piso (si alguna vez me compro una casa, me la compraré en la tierra, no en el éter). ¿Y si abro el grifo y no hay agua? ¿Te imaginas? Estado de alarma, cortes de agua en la ciudad, todo nacionalizado, estatalizado, racionalizado. Y yo vivo en Quintana, Madrid, calle Alcalá. El agua del río Henares no la puedo beber porque la gente de Madrid no bebemos ya agua de los ríos, y porque seguro está contaminada. Bueno, pues entonces, ¿qué? Laura que vive en Torrelodones y seguro que allí no les falta el agua. La puedo llamar. Laura no te habla. ¿Por? Tú sabrás. Yo a ella-ella no le hice nada. Hombre, a ella-ella no, pero… Bueno, pero en una situación como esta, hay que acordarse de los viejos amigos. La verdad es que prefiero millones de veces ir al río Henares con dos cubos, traerlos no sé cómo, y luego hervir el agua, que tener que vivir la humillación de:

—Hola Laura, mira, ¿qué tal estás? Bueno tú y los tuyos. Oye, perdona que te llame, ya sé que hace muchos años que no hablamos, pero quería pedirte, por nuestra vieja amistad, si me pudieras dar un poco de agua. Vivo ahora en Quintana y no tenemos ni una gota desde hace tres semanas, no sé si te has enterado. Y bueno, supe que te habías mudado a Torrelodones y que allí… Sí. Pero bueno, quizá por los viejos tiempos. Ahora estamos pasándolo muy mal.

 

¡Ras! Por fin salió la costra completa. Y ahora me sangra el cuero cabelludo y me hago consciente de que tengo los pies congelados porque voy descalza. Es que realmente yo a Laura no le hice nada. Tenía sus cejas con forma de espermatozoide y sus ojos de buena persona, y de repente: ¡bum! Se esfumó de mylife. Hashtagpensamientospesimistas. Pues si yo tuviera agua, la verdad es que sí le daría a Laura en nombre de las veces que nos reímos por nada hasta que nos dolía la tripa. No te pases porque cuando el agua escasea una no anda por ahí llamando a ver quién necesita un poco de lo que a una no le sobra. Una lo que hace es comprar más cubos, o uno muy grande, para almacenar. Ya me veo buscando uno de esos barriles de plástico que te llegan por aquí de lo altos que son, ponerlo en el baño debajo de la ventana porque si no, dónde, y llenarlo a cubetazos hasta el tope: para tirar de la cadena, para las manos, para un baño a la francesa. Y luego ya si acaso, pues te pones a regalar agua, pero no antes. Pero todo el mundo dice que en las épocas de gran necesidad la gente es mucho más solidaria. Ah, ¿sí? Pues demuéstralo con actos. Abro el grifo y el agua sale a borbotones. Agradezco saber que no tengo que caminar hasta el río Henares y poder compartir el agua que aún llega a Madrid, así que cojo inmediatamente el móvil.  WhatsApp. Buscar. Laura:

—Hola Laura, ya sé que hace años que no nos hablamos, pero quería decirte que aquí en Quintana sí tenemos agua así que, si te falta, te puedo dar un poco mientras tenga.