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Estreno de ‘Zarabanda’ en Teatro de las Culturas

Por Sergio Díaz

 

«No tenemos educación emocional. Es un tema tabú mostrar emoción y fragilidad»

 

La Compañía Amortal rinde homenaje a Ingmar Bergman en el centenario de su nacimiento con Zarabanda, la versión teatral de la última película que filmó el cineasta sueco (Saraband). Los intérpretes Francisco Olmo, Javier Pérez-Acebrón, Raquel Espada y Mercedes Castro (directora y encargada de la versión) nos hablan de esta obra que trata sobre la muerte y la incomunicación y que puede verse en Teatro de las Culturas.

 

El nombre de vuestra compañía, Proyecto Amortal, es toda una declaración de intenciones para llevar a cabo esta obra, que es el último trabajo de Ingmar Bergman, que habla del final de la vida, que está dedicada a su esposa fallecida…

MERCEDES CASTRO: Proyecto Amortal es una compañía que ya tiene unos cuantos años, y sí, es una declaración de intenciones pero no tiene que ver con el texto de Bergman sino con Amortal, un texto de Ana Martín Puigpelat, dirigido por Salva Bolta, que fue nuestro primer proyecto.

 

¿Cómo surge la idea de hacer Zarabanda? ¿Es ‘solo’ un homenaje a Ingmar Bergman y ya o tenías en mente hablar sobre la muerte y la última etapa de la vida y elegiste este montaje por eso?

MERCEDES CASTRO: Me hablaron de la película pero no la vi en su momento. Más tarde Francisco Olmo, él y yo siempre estamos buscando cosas para hacer juntos, me pasó el texto y me fascinó. La verdad es que el personaje de Johan me recordó mucho a mi padre, que estaba muy mayor, en eso que tú llamas “la última etapa de su vida”. Y entonces pensé en hacer una lectura de la obra y se lo propuse a los demás actores, aceptaron y ahí comenzó a crecer la bola.

 

En estos tiempos que corren de postureo, de culto al cuerpo, de individualismo, de narcisismo… me parece una elección muy acertada elegir un texto que habla sobre la fragilidad del ser humano. ¿Era tu intención poner el dedo en esa llaga?

MERCEDES CASTRO: Habla de fragilidad y de fortaleza, Bergman era un hombre muy consciente de su propio desequilibrio y sabía que las personas podemos ser inmensamente frágiles e inmensamente fuertes al mismo tiempo, el personaje aparentemente más frágil de la obra te sorprende por la firmeza de sus decisiones.

 

Has sido la encargada de adaptar el texto. Imagino que no estará toda la estructura original. ¿En qué te has centrado?¿Has añadido partes tuyas al texto?

MERCEDES CASTRO: No, no he añadido nada mío. En un principio estuve trabajando en la versión con Paula López Montero y consideré esa posibilidad, pero cuando toda la compañía nos fuimos adentrando en el texto de Bergman, nos pareció que llevar a escena la fuerza, la complejidad y la sutileza de sus propuestas eran trabajo suficiente.

 

Estreno de 'Zarabanda' en Teatro de las Culturas en Madrid
Francisco Olmo y Raquel Espada

 

Es un texto muy visceral, muy crudo… ¿Vuestra puesta en escena es igual?

MERCEDES CASTRO: Mi mayor preocupación con el montaje era convertir en teatro un texto cuyas imágenes me habían impactado. Nuestro trabajo tuvo varias etapas, en una primera fase sólo usamos el texto para hacer lecturas, de hecho estuvimos más de cuatro meses haciendo sólo lecturas por las bibliotecas de la Comunidad de Madrid, por lo que en esa etapa Saraband era un texto, eran las palabras lo que nosotros compartíamos con el público. Cuando en la etapa final nos decidimos a emprender la puesta en escena las imágenes de cine que se habían convertido en palabras pasaron entonces a convertirse a través del lenguaje teatral en luces, espacios, diálogos, acciones, relaciones…

Por otra parte no he puesto el acento en la crudeza porque creo que eso está explícito en el texto, me ha interesado más la desnudez, él no meter cosas superfluas tanto desde el punto de vista plástico como desde el interpretativo, despojar la escena, no hacer subrayados, este ha sido al menos nuestro foco durante el proceso de ensayos.

 

También diriges y actúas en este montaje. ¿Cómo has conseguido conjugar esa triple labor? Siempre me ha resultado muy curioso esa faceta de dirigir y actuar a la vez… no debe ser fácil.

MERCEDES CASTRO: Este es un proyecto de un equipo de actores, sí, yo asumo la dirección pero el trabajo ha sido conjunto, cuando yo estaba en escena los demás me daban las indicaciones pertinentes. Yo sé que realizar esta triple función por norma general es complicado, pero aquí ha ido todo como una seda, el teatro acaba siendo siempre un experimento sociológico, una sociedad artificial que establece sus propias normas y estamos teniendo mucho cuidado con las normas que establecemos, impera el respeto mutuo al trabajo de los demás y de momento parece que va funcionando.

 

Sois cuatro intérpretes en escena, los cuatro con un gran bagaje escénico detrás… Háblanos un poco de cómo se ha producido esa unión, si ya formabais compañía de antes o si os habéis unido únicamente para este proyecto.

FRANCISCO OLMO: Mercedes y yo tenemos una larga historia detrás. Ya se ha referido al texto de Ana Martin Puigpelat que le dio nombre a la obra que escribió para nosotros y también al proyecto. Antes ya habíamos coincidido en El Programa de Televisión, dirigida por Consuelo Trujillo, en Mucho ruido y pocas nueces con Corazza como director, y en Noche de Reyes también con Consuelo. Más tarde yo dirigí a Mercedes en Lo último que quiero en La pensión de las pulgas y este Bergman fue una tentación inevitable. Reclutamos a Javier y Raquel a los que también nos unen muchas historias y aceptaron encantados entrar en este mundo Bergman.

 

Los cuatro dais vida a cuatro de los personajes de la película: Marianne, Johan, Henrik y Karin. ¿Hay lugar para Anna ó Ingrid -la esposa fallecida de Ingmar-? Personajes que no aparecen físicamente en la obra, pero que tienen un peso muy importante en ella… Son un recuerdo constante del paso del tiempo y de la muerte.

JAVIER PÉREZ-ACEBRÓN: Efectivamente, Anna está sin estar, es el borne que hace abrir la puerta de entrada y de salida de esta historia, creo que de alguna manera representa una sublimación del amor, de la vida y del tránsito hacia la muerte. Salva y condena a todos los personajes a partes iguales y su personalidad embriagadora anega la objetividad de todos ellos, incluso la del espectador. La cuestión es quién es verdaderamente Anna.

 

Como ya hemos comentado, la muerte y la vejez es uno de los ejes que vertebran la obra de Bergman. En el proceso creativo no sé si habéis puesto sobre la mesa vuestros propios miedos a afrontar esos momentos finales de la vida… En tu caso, ¿cómo afrontas el paso del tiempo?

RAQUEL ESPADA: Sí, en el proceso de la lectura y montaje de la obra ha estado muy presente el tema de la ‘muerte’. El paso del tiempo no es algo que me asuste personalmente… creo que cada etapa de la vida tiene sus partes buenas y cada año que pasa eres una versión mejorada de ti misma gracias a la experiencia.

 

Y la muerte… ¿habéis pensado en ese último viaje? ¿Os angustia, os da miedo?

RAQUEL ESPADA: Me paraliza la muerte en cuanto a la pérdida… la pérdida de las personas queridas, creo que el ser humano nunca está preparado para esa realidad.

 

La religión tenía un peso muy importante en la obra de Bergman. ¿Crees que a medida que el ser humano se acerca al final busca aferrarse a las creencias religiosas?

FRANCISCO OLMO: No sé si aferrarse, seguro que consolarse sí. Crecen ideas próximas a las religiones en todo el pensamiento occidental. Las primeras preguntas siguen sin respuesta.

 

Aún siendo la única cosa segura que tenemos en la vida, ¿por qué crees que nos empeñamos tanto en negarla? Está claro que no es algo agradable, pero sigue siendo un tema que nos cuesta tratar con normalidad y quizás por ello nos sea más difícil de asimilar…

FRANCISCO OLMO: Sí. La muerte pesa, se evita. Se convierte en algo que se esconde, se tramita velozmente. ¿No tendrá que ver con el miedo a no querer reconocer que más allá no hay nada? Dice Johan: «No tengo tanta fantasía, una luz está encendida, la luz se apaga. Primero hay algo, luego nada, un hecho casi tranquilizador…»

 

La incomunicación o la mala comunicación entre seres humanos es el otro gran eje vertebrador del montaje, mostrado a través de las relaciones entre padres e hijos… ¿Por qué crees que nos cuesta tanto hablar, compartir con los demás lo que sentimos?

RAQUEL ESPADA: Este tema sí que me inquieta bastante. Yo creo que es porque no hay una educación emocional. Se nota mucho en las nuevas generaciones, creo que a día de hoy existe una pequeña evolución en estos temas y se está intentando desde las escuelas enseñar a los peques a gestionar y mostrar sus emociones. Pero esto no pasaba en mi generación y mucho menos en las de mis padres o abuelos. La emoción era un tema tabú, y daba miedo enseñar la fragilidad humana o te enseñaban que estaban mal sentir, siempre estaba esa frase “no llores”, y aprendías a ocultar tus sentimientos como forma de vida para sobrevivir.

 

La mala relación entre Johan y Henrik es el ejemplo de esta incomunicación. Padre e hijo no quieren/no saben hablarse. ¿Rechazar la palabra -tanto expresada como recibida- es rechazar el reconocimiento del otro?

JAVIER PÉREZ-ACEBRÓN: Para escuchar, para hablar, hay que tener la voluntad de hacerlo. La pasión que mueve a este padre y a este hijo es una barrera infranqueable para que se produzca ese dialogo, ambos son incapaces de reconocerse, si lo hicieran caerían en la cuenta de lo muy parecidos que en realidad son, no estoy seguro de que pudieran soportarlo. Acumulan demasiado dolor como para generar empatía.

 

Estreno de 'Zarabanda' en Teatro de las Culturas en Madrid
Mercedes Castro y Javier Pérez-Acebrón

 

¿Aprender a separarse, tomar distancia, es necesario para aprender a hablar? Quizás tras una larga separación puedes comprender mejor los sentimientos hacia una persona, como les ocurre a Marianne y a Johan.

JAVIER PÉREZ-ACEBRÓN: Que el tiempo lo cura todo es una afirmación no del todo cierta. El tiempo suaviza las heridas y casi la borra, y probablemente puedan cicatrizar si todas las preguntas encuentran las respuestas que generen el suficiente sosiego como para poder seguir nuestro camino sin demasiado peso. Es muy probable que Marianne no haya encontrado las respuestas adecuadas, o que directamente no haya formulado las preguntas correctas.

 

La música tiene una gran importancia. Una música da nombre al texto, y dentro de la obra incluso sustituye a una posible conversación entre los personajes. ¿Habéis utilizado la misma ambientación sonora?

FRANCISCO OLMO: No. Aunque lo tuvimos en cuenta. Pero contamos con el talento musical de David González para que nos hiciera llegar a Bach. Y José Fraga nos ayudó con un ámbito sonoro.

 

Mercedes, ¿reconoces aspectos de ti misma en tu dramaturgia, a nivel personal, como se podía reconocer Bergman en su propia película? ¿Esta última palabra de Ingmar Bergman te ha servido para comprenderte mejor?

MERCEDES CASTRO: En el proceso de trabajo me reconozco totalmente, para lo bueno y para lo malo. También sé que el resultado tiene mucho que ver con mis reflexiones personales, pero he intentado en todo momento respetar la palabra de Bergman, dejarle hablar a él.

Mi relación con Bergman es vieja, era una adolescente cuando vi El séptimo sello y fue un impacto, llegó en un momento importante de mi vida y me abrió la cabeza. Este último Bergman me conmueve… su imposibilidad para vivir el amor.

 

Imagino que este montaje no será la última palabra de Proyecto Amortal ¿Tenéis ya nuevas creaciones en mente?

FRANCISCO OLMO: Claro. Quizás demasiadas ideas dando vueltas. Pronto concretaremos.

 

Utilizando una frase que he leído en vuestro dossier, ¿Qué pasará cuando la luz de este escenario se apague?

RAQUEL ESPADA: Estoy segura que se encenderá otra en algún lugar… y continuará el viaje.

 

 

 

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