El Centro Dramático Nacional estrena Los últimos Gondra (Memorias vascas), la tercera y última parte de esta trilogía inspirada – a veces sí, a veces no – en la familia del dramaturgo Borja Ortiz de Gondra que supone todo un viaje por la memoria del País Vasco.

Además de estrenarse la última parte, también se recuperan los dos títulos anteriores: Los Gondra (Una historia vasca) y Los otros Gondra (Relato vasco). Un ejercicio que cierra este círculo que supone todo un testimonio en torno a la familia y la sociedad; y una excusa perfecta para invitar al propio dramaturgo a dejar una reflexión en primera persona sobre esta experiencia.

 

Cuando las voces piden ser contadas

 

Por Borja Ortiz de Gondra

Foto portada Luz Soria

 

¿Por qué una trilogía?”, me preguntan una y otra vez. ¿Cómo explicar que su escritura no nació de un plan premeditado, sino de voces que exigieron ser contadas hasta imponerse en la imaginación?

Durante más de una década intenté escribir una novela que condensara cien años de una familia vasca muy similar a la mía, a la que los avatares de la historia empujaban a sufrir e infligir sucesivamente distintas violencias políticas. Ese empeño encallaba siempre porque no encontraba la voz narrativa que pudiera dotarle de unidad. Cuando terminó por convertirse en un proyecto teatral, apareció la figura de ese escritor que podía ser yo mismo pretendiendo despejar los silencios que habían ido jalonando la saga familiar. Escribí así Los Gondra y llegué por azar a la autoficción: quien hablaba desde el escenario era yo y no era yo. Su familia era la mía, pero también la de muchísimas personas de este país; ese devenir desde el siglo XIX hasta la actualidad reflejaba un pasado compartido por todos.

En las representaciones, cuando mi prima me formulaba la pregunta que cerraba la obra (“¿Podremos olvidar ahora?”), yo siempre sentía que faltaba algo: ¿qué hacer a día de hoy con ese pasado que aún duele? Así terminó por surgir la nueva entrega en la que nos preguntábamos cómo se podría pasar página y si era necesario el perdón: Los otros Gondra.

De nuevo, durante las funciones algo empezó a exigir ser desarrollado: mi personaje lamentaba amargamente no haber tenido hijos que perpetuaran su memoria, y yo intuí que sería necesario escribir también sobre lo que decidirán recordar de nuestras luchas quienes nos hereden.

Imaginando el principio de Los últimos Gondra se impuso la idea de una noche alucinada, entre la pesadilla y la entrada en la muerte, en la que se desatan todos los miedos: a lo que ocurrirá sin nosotros, a lo que no hicimos, a unos hijos de los que no sabemos nada… Ese vértigo me llevó a escribir con radical libertad, entretejiendo elementos que parecen contradecirse: un coro de antepasados vengativos como erinias de tragedia griega y la comicidad de un hijo iconoclasta que nada se toma en serio de lo que tan transcendente fue para sus mayores.

En escena, terminaré por confesar el secreto de mi escritura: «yo solo puedo decir que he sido fiel a esas voces que escucho muy dentro de mí, donde nada miente».

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí