Mikolaj Bielski destila a Witkiewicz en un montaje inscrito en lo mejor de la tradición teatral polaca

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

Hablar de teatro polaco en Madrid es hablar de Réplika Teatro. Es una suerte para esta ciudad tener aquí a Jaroslaw Bielski y a su hijo Mikolaj (y al resto de la familia, a Socorro y a toda la gente que trabaja con ellos), que ha heredado, afortunadamente, su pasión por el teatro. Una pasión moldeada por la influencia polaca, como no podía ser de otra manera. Hablar de teatro polaco puede parecer, quizás, una excentricidad, pero en Polonia sucede algo que sucede en muy pocos países: el teatro es una cuestión de Estado, hasta en las peores situaciones.

 

Tanto es así que ahora mismo, con un partido ultracatólico, ultranacionalista y ultraderechista en el poder, Polonia está llevando a cabo una purga en los teatros públicos para colocar allí a personas afines que cumplan a rajatabla con los dictados del poder, a sabiendas de que el teatro cala entre la población. Desde luego, la comunidad teatral polaca está muy preocupada por esta deriva, porque se está pervirtiendo una tradición riquísima donde la libertad creativa ha sido siempre una máxima inquebrantable. Ahí están Tadeusz Kantor, Krystian Lupa o Jan Klata, por dar solo tres ejemplos que van de los 70 hasta hoy en día. Antes que todos ellos estuvo Stanislaw Ignacy Witkiewicz (1885-1939). Sin él, no hubieran existido todos los demás.

 

 

Al teatro por el misterio y por la forma

Witkiewicz (conocido familiarmente como Witkacy) es alguien digno de descubrir si no se le conoce. En lo escénico, abogó por un teatro formal que reaccionaba frente al realismo ruso y al simbolismo de su tiempo. Un teatro antinaturalista que se vale de la forma para contar cosas, con la idea de devolver al teatro un cierto carácter trascendental, misterioso, que creía perdido. La experiencia estética que había muerto en la religión, el arte y la filosofía, todavía la podía ofrecer el teatro.

 

Miko Bielski ha conformado una dramaturgia a partir de fragmentos de varias obras suyas y ha creado en escena, junto a los actores (Socorro Anadón, Raúl Chacón, Malcolm Sitté y Eeva Karoliina), un collage de teatro y música que apuntala la esencia de lo que preconizó Witkacy: “sus textos te obligan a la ruptura, a salir de la zona de confort, tanto a los actores como a los espectadores -señala el director. Hemos querido poner en cuestión una serie de convencionalismos sociales como la familia, las reuniones familiares, las figuras materna y paterna, los ritos profundamente arraigados que se reproducen sin conciencia, que se convierten en aquello que ‘debe ser’ a pesar de que, en realidad, nosotros no lo hemos decidido. Estas convenciones nos gobiernan y es necesario romperlas y redefinir las reglas del juego, como individuos y como sociedad. Para nosotros, el teatro es el espacio apropiado para esta ruptura y este material de Witkacy lo permite.” Probablemente no será una obra de fácil digestión, pero cualquiera que haya iniciado una terapia, cualquier terapia, sabe lo difícil que es salir de la zona de confort.