Primero que nada debo pedir disculpas por el retraso a la hora de escribir este artículo, texto, crónica o como lo queramos llamar, de la 69 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián (SSIFF). Obligaciones posteriores a la celebración del evento me impidieron poder realizar mis obligaciones antes. Este año, como ya había anticipado en un artículo previo, la Sección Oficial, presentaba unas películas, que, en teoría, auguraban una muestra más que decente. El presagio se cumplió y pudimos vivir un festival con una de las calidades más altas, que yo recuerde, en muchos años.

 

Una notable selección de cine comprometido

 

Por Lucas Cavallo Fandiño

Foto destacada: Montse Castillo

 

El viernes 17 de septiembre en cuanto concluí mi jornada laboral en mi trabajo oficial, emprendí mi camino a Donosti. Para esta edición, la prensa debía reservar las entradas para el día siguiente a las 7 de la mañana, ganándome la enemistad de mi compañera de habitación del hostal (la de abajo de mi litera) que tenía que escuchar las aperturas de armario, caída de monedas, sonido de llaves… mientras me preparaba para tal evento. A pesar de esto, la reserva de entradas no provocó ningún inconveniente y todo funcionó de la forma correcta.

Como es menester, la primera película a concurso, One second de Zhang Yimou, me la perdí. Pero no pasa nada porque generalmente las películas que abren la competición oficial no suelen ganar ningún premio. Arthur Rambo de Laurent Cantet si la pude ver y fue una de mis preferidas. El director de Recursos humanos, narra con gran dinamismo un tema de candente actualidad: los mensajes de odio en las redes sociales y la teoría de la cancelación. ¿Hasta qué punto uno está de acuerdo con lo que escribe? ¿Somos todos personajes creados para provocar? Estas son dos de las preguntas que perduran en la mente del espectador al salir del cine.

Concha de Oro y de Plata

Benediction de Terence Davies cuenta la vida de Siegfried Sassoon, uno de los poetas antibelicistas más importantes de Inglaterra. Sus divertidos diálogos plagados de humor irónico inglés fueron galardonados con la Concha de Plata a Mejor Guión.

Desde Argentina Inés Barrionuevo nos deleitó con Camila saldrá esta noche, un ‘coming of age’ de una teenager de provincias reivindicativa que se ve obligada a partir a la capital cuando su abuela enferma. Feminista, Pro-Marea verde y queer de obligado visionado para los tiempos que corren.

Blue moon, ópera prima de la directora rumana Aliña Grigore también habla de mujeres oprimidas en un ambiente hostil pero lo hace a través de escenas con demasiado griterío y violencia explícita que me aleja del drama que me está queriendo contar. Por lo que pude observar, esto no ocurrió con el jurado que entendió que esta película era la mejor puesto que se alzó con la Concha de Oro. Los designios de los jurados, como los de Dios, son inescrutables.

 

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‘Blue Moon’

 

Claudia Llosa dirige y adapta junto con Samanta Schweblin la novela, escrita por esta última, Distancia de rescate. Hace unos años la había llevado al teatro el argentino Pablo Messiez y ahora es el turno de pasarla al cine. La voz en off omnipresente de María Valverde nos cuenta la historia inquietante sobre el amor entre las madres y sus hijos. Es una producción de Netflix que funciona mejor cuando se encuentran en pantalla la ya mencionada Maria junto a Dolores Fonzi. La química entre ellas hace que la película se eleve a otro nivel. En esta versión, a diferencia de la llevada a las tablas por Pablo, los personajes masculinos cobran una mayor importancia, donde antes se intuían ahora se ven. Cabe destacar el trabajo actoral de los dos niños y el buen entendimiento que tuvieron con María y Dolores.

 

 

Premio a la Mejor Dirección y mejor actriz

Tea Lindeburg, ganadora de la concha a la mejor directora en esta edición, nos presentó la película As in heaven. Un ‘coming of age’, otro, de una adolescente en la Dinamarca rural que tiene que hacerse mayor en el momento en el que la madre enferma. Trata un tema muy recurrente en los filmes de este festival que es la búsqueda de la mujer por escapar del entorno rural a las grandes urbes. En Blue moon también estaba presente, pero es en As in heaven donde vemos los matices del sufrimiento femenino ante las injusticias que crea el machismo. La fuerza y debilidad de la protagonista le valió a Flora Ofelia Hofmann Kindhal la concha de plata ex aequo con Jessica Chastain a la mejor interpretación principal.

 

El buen Javier Bardem

Earwig de Lucile Hadzihalilovic es una obra inclasificable, como casi todo lo que ella dirige. Ya se había alzado anteriormente con el Gran Premio del Jurado con la película Evolution y, en esta edición, lo volvió a conseguir. Earwig es perturbadora, enigmática, desconcertante, intrigante y, quizá, onírica. Atrapó poderosamente mi atención, pero el hecho de no entender absolutamente nada no la convirtió en una de mis favoritas. Otra película que no entendí, pero no por sofisticada sino porque no comprendí su propósito fue I want to tak about Duras de Claire Simon. La película era una conversación entre su amante y una periodista. Ya está. Alguna de los temas que trataban eran interesantes y otros se me antojaban tediosos.

El buen patrón de Fernando León de Aranoa, que mientras escribo estas líneas se convierte en la representante española en la carrera de los Oscar, sin embargo, sí que es una película que vale la pena. Tal vez el tono paródico con el que retrata las relaciones laborales en el siglo XXI hace que pierda cierto tipo de seriedad pero tanto su guion como la interpretación de Javier Bardem son dignas de mención.

 

 

Decepciones

Undercover de Thierry de Peretti cuenta la historia real sobre la investigación que unos periodistas franceses llevan a cabo en relación al narcotráfico de cannabis en el que están involucrados tanto políticos como agentes de la policía. Existe un problema muy grande de guion y dirección que me desconecta con la trama hacia la segunda mitad de la película. La trama va perdiendo fuelle a lo largo del metraje y no sabemos quién engaña a quién, ni por qué. Se consoló con el premio a la mejor fotografía.

Otro film que comienza de forma prometedora pero luego se estanca es La abuela de Paco Plaza. El guion de Carlos Vermut nos ofrecía una premisa poderosa. Una señora acaba de sufrir una parálisis cerebral y su nieta tiene que ir a cuidarla. La atmósfera está conseguida y las actuaciones de Almudena Amor y Vera Valdez están logradas pero no llega nunca a sorprender que es algo que necesito en una película de género como esta. He de admitir que valoro mucho que José Luis Rebordinos, director del festival, haya decidido programar este tipo de película aquí en San Sebastián. Teniendo en cuenta que Titane ganó la Palma de oro en Cannes, La abuela bien podría haberse llevado la Concha de Oro.

 

 

Cautivadoras

Otra de las propuestas españolas fue Maixabel de Icíar Bollaín. Convenció mucho al público dada la conexión emocional que la propuesta tenía en un certamen celebrado en Euskadi. Cuenta la historia de las conversaciones entre Maixabel Lasa y los asesinos de su marido. El guion que la propia Bollaín firma con Isa Campos nos entrega uno de los momentos más estremecedores del certamen. La película se llevó el Premio Irizar al cine vasco.

 

 

Quién lo impide de Jonás Trueba fue de lo mejor que vi en este festival. En tres horas y cuarenta minutos (no se asusten, hay dos intervalos de cinco minutos para poder descansar, ir al baño o fumar un cigarrillo) nos enseña la vida, pasiones, frustraciones, anhelos, desdichas… de unos ‘teenagers’ durante cinco años. Ganó el Premio Feroz y el de Mejor Interpretación de Reparto de la S.O. La realidad es que me supo a poco porque realizar un Boyhood a la española con los problemas que la pandemia ocasionó, no fue una tarea fácil pero, con mucho trabajo (el montaje y la dirección son notables), se ha convertido en la película del año que, intuyo, se llevará más de un Goya en la próxima gala.

 

 

La película china Fire on the plain de Zhang Ji es un thriller social correcto que nos aportó la cuota asiática a la que estamos acostumbrados. Por su lado, The eyes of Tammy Faye de Michael Showalter está diseñada para que Jessica Chastain gane el Oscar y es posible que lo haga. Solamente con su presencia hace que valga la pena la entrada al cine. El jurado, compuesto por cuatro mujeres y un hombre decidió que era el momento de hacer un reparto de premios feminista que resaltase la lucha de la mujer frente a las adversidades y la osadía para llevar a cabo sus propuestas. Nada que objetar.

 

Más allá de la Sección Oficial

Fuera de concurso se presentaron La Hija de Manuel Martin Cuenca. Un Misery peculiar que te mantiene en vilo especialmente en el tercio final y La leyes de la frontera de Daniel Monzón basada en la novela homónima de Javier Cercas, que despidió por todo lo alto lo que fue una sección oficial brillante.

 

 

Como no solo de ello vive el periodista, también acudí a las secciones paralelas. En Nuevos Directores me gustaría destacar el trabajo de Silvina Schnicer y Ulises Porra por retratar el mundo de las nanas y el conflicto de clase en la República Dominicana en el film Carajita que se llevó una Mención Especial del Jurado. Y también La Roya de Juan Sebastián Mesa que cuenta la historia de un campesino colombiano que se debate entre la vida en la montaña y ciudad. El Premio del Jurado de Nuevos Directores se lo llevó la rusa Unwanetd y el Premio de la Juventud la estadounidense Mass. No pude ver ninguna de las dos porque me coincidían con otras actividades, así que no puedo opinar. Me fío del criterio del jurado y los jóvenes.

De Horizontes Latinos recomiendo encarecidamente ver, por una parte, El empleado y el patrón de Manuel Nieto y protagonizada por el siempre interesante Nahuel Pérez Biscayart que nos muestra las relaciones de clase en el campo del cono sur y, por otra parte, la ganadora del premio de la sección, Noche de fuego, de Tatian Huezo que narra la tragedia que es nacer mujer en un mundo donde solo pueden convertirse en esclavas o fantasmas.

 

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‘Noche de Fuego’

 

En la sección Perlak vi los dos premios del público, Petit Maman de Celine Sciamma, cuyo film anterior (Retrato de una mujer en llamas) no me había convencido como al resto de la humanidad, pero que ahora, con este cuento de fantasmas sobre la niñez, me conmueve hasta límites insospechados y Between two worlds de Emmanuel Carrère que describe la vida de las limpiadoras en un pueblo perdido de Normandía. Se asemeja al cine de Ken Loach o de los hermanos Dardenne pero sin la trascendencia que ellos pueden impregnarle. No obstante, la actuación de Juliette Binoche es superlativa. Mención aparte merece Red Rocket de Sean Baker que describe la vida de un exactor porno en el estado de Texas durante el Trumpismo. Pura metáfora de la vida miserable que nos toca vivir.

 

Fellini en el S.XXI

Por último, en una Proyección especial se presentó lo que para mí es lo mejor de este año: Fue la mano de Dios de Paolo Sorrentino protagonizado por el jovencísimo Filippo Scotti y su actor fetiche, Toni Servillo. El director decide relatar los recuerdos de su infancia en su Nápoles natal en el contexto de la llegada de Maradona a la ciudad. Sencillamente es una bellísima clase de cine: nostalgia, pasión, machismo, infidelidades, vida en familia, perseverancia y búsqueda de identidad. Todo lo que nos podría haber tocado vivir en la década del 80 retratado a través de la lupa del Fellini del siglo XXI. Maradona como hecho político que marca un antes y un después en la vida de un adolescente en medio de una tragedia persona.

 

 

Y así se nos fue otro año más de Donosti. Con sus luces y sus sombras, como ocurre todos los años y pasa en todos los festivales, pero que, en esta ocasión, nos deja un sabor más dulce que otras veces. Tal vez porque esta edición ha sido superior a muchas anteriores o porque ya nos estamos imaginando (e ilusionando) el año que viene sin mascarillas, con el aforo completo, con una normalidad distinta que pueda parecerse mucho a la anterior. En definitiva, se acabó la 69 y vamos a por la 70.