La transparencia de las limpiadoras

 

Por Álvaro Vicente/@AlvaroMajer

Foto: Christina Georgiadou

 

En una nueva vuelta de tuerca al teatro documental, los directores del Escenario Experimental del Teatro Nacional de Grecia, Anestis Azas y Prodromos Tsinikoris, cuentan la crisis europea a través de las mujeres que realmente limpian Atenas en ‘Clean City’, montaje que podrá verse en los Teatros del Canal.

 

La noche del 22 de diciembre de 2008, Konstantina Kuneva, inmigrante búlgara, trabajadora de la limpieza en Atenas, secretaria sindical de las empresas de limpieza, fue atacada con ácido sulfúrico. Hoy es diputada de Syriza en el Parlamento Europeo. Si los inmigrantes no fueron nunca muy bien tratados en Grecia, las limpiadoras que venían de otros países han estado en el eslabón más bajo de esta ya de por sí degradada realidad. Drama sobre drama. Fredalyn Resurrección es filipina, tiene 40 años. En la antigua colonia española se graduó en Arquitectura. Trabaja como interna en una casa donde se encarga, además, de cuidar a una anciana. Drita Shehi nació en 1954 en Albania y en su capital, Tirana, estudió Ciencias Políticas y Filosofía. Es especialista en la historia del Partido Comunista. Llegó a Grecia en 1993 y, hasta que decidió volver a su país recientemente, ha trabajado como limpiadora en multitud de sitios. Solo como limpiadora. Mabel Matshidiso Mosana es negra, nació en Sudáfrica en 1965. Estudió Diseño de moda. Desde 1993 trabaja en Atenas como ama de llaves: lava, cocina y limpia en un solo domicilio. Una criada. Valentina Ursache es moldava, tiene 53 años. Desde pequeña ama la música y tras estudiar Bellas Artes se especializó en dirección de coro y fonética. Es soprano. Llegó a Grecia para dar conciertos. Hoy limpia casas. Rositsa Pandalieva nació en 1959 en la ciudad búlgara de Pazardzhik. Estudió para ser profesora de jardín de infancia y en su país vendió seguros antes de marchar a Grecia. Desde hace ocho años forma parte del equipo de limpieza del Centro Cultural Onassis.

 

Limpiar: verbo polisémico

Estas cinco mujeres son las protagonistas de Clean City. Por una vez, dejan de ser transparentes por ignoradas; ellas aquí están en el centro de la atención, como mujeres reales que son, para hablar de sus vidas, y como símbolos de un sistema desigual que arrincona en el vagón de cola a muchas personas según unos estándares trazados en despachos que ellas mismas limpian. Le quitan el polvo a las mesas donde se traicionan sus destinos. En la Atenas de los años setenta apareció una organización política de nada disimulada inspiración neonazi: Amanecer dorado. Entonces, como ahora, sus miembros decían haber llegado para limpiar las calles de Grecia. Los directores del Escenario Experimental del Teatro Nacional de Grecia, Anestis Azas y Prodromos Tsinikoris, ante el repunte de estas tendencias racistas y xenófobas, han querido dar el protagonismo en el escenario a las mujeres que realmente limpian el país: las empleadas domésticas. Propician así una reflexión sobre la palabra ‘limpieza’ y el verbo ‘limpiar’ como concepto normativo de la ultraderecha.

En palabras de Azas y Tsinikoris, «Clean City es una forma de explicar la Grecia contemporánea desde la perspectiva de los extranjeros. Después de algunos meses de investigación entre las comunidades foráneas, nos centramos en las mujeres inmigrantes, generalmente una minoría silenciosa con una escasa o nula representación en la esfera pública. Con este trabajo quisimos subir al escenario las experiencias y la evolución de la vida de estas mujeres, de estas señoras de la limpieza. ¿Quiénes son estas mujeres a las que confiamos nuestra privacidad, que cuidan nuestra vida cotidiana y, muchas veces, se encargan de nuestros hijos o de nuestros mayores?»

 

Espectáculo luminoso y esperanzado

Lejos de ser una pieza dramática (aun partiendo de una situación muy dura), el montaje combina la denuncia y el humor. Las cinco mujeres bailan y cantan sin dejar de hablar de los problemas que se encuentran a diario con los servicios sociales, con la policía, con la crianza de sus hijos o con la necesidad de algo tan básico como la electricidad. Cantan y bailan, compartiendo episodios de sus vidas al tiempo que nos enseñan cómo la emigración ayudó a la emancipación de las mujeres griegas. Al final, más que una tragedia, es una historia luminosa de cinco mujeres fuertes que, como dice Anestis Azas, «luchan contra lo que sucede y dicen lo que piensan». En esa libertad reside su poder.