Picardía, ternura y poética se reúnen en Dos nuevos entremeses “nunca representados”, una celebración de la palabra cervantina. Ernesto Arias dirige estas dos piezas en las que Cervantes nos habla de la libertad y/o la dificultad para alcanzarla. El espectáculo podrá verse en la Sala Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía del 28 de marzo al 14 de abril, también en campaña escolar para el disfrute de los escolares de la Comunidad de Madrid.

En su afán por seguir siendo un teatro de repertorio, la presente temporada retoman cuatro producciones con sello Abadía que dejaron su huella en los espectadores: Tiempo de silencio (recién concluida su exhibición), Unamuno: venceréis pero no convenceréis (en cartel del 25 de abril al 5 de mayo), Azaña, una pasión española (del 9 al 19 de mayo) y Dos nuevos entremeses, «nunca representados», montaje que les permite cumplir su deseo de trabajar con asiduidad y al margen de centenarios sobre la obra y la figura de Miguel de Cervantes, así como continuar potenciando una nueva generación de actores que lleva años vinculada al entrenamiento de su Centro de Estudios.

Siguiendo la estela de los primigenios Entremeses del Teatro de la Abadía, estrenados en 1996, y tras un extenso programa de exploración dirigido por Ernesto Arias, La Abadía presentaba en 2017 Dos nuevos entremeses, “nunca representados” —tomando prestado el título de la portada de la primera edición impresa de las piezas—: El rufián viudo llamado Trampagos y La guarda cuidadosa.

Arias capitanea un equipo de diez actores (Aida Villar, Carmen Bécares, Carmen Valverde, Ion Iraizoz, José Juan Sevilla, Juan Paños, Luna Paredes, Marcos Toro, Nicolás Sanz y Pablo Rodríguez), en el que también colaboran Brenda Escobedo en la dramaturgia, Eduardo Aguirre de Cárcer en la composición musical, Javier García en la coreografía, Vicente Fuentes como maestro de voz y José Troncoso al frente del taller de bufones. Estos Dos nuevos entremeses podrán verse en la Sala Juan de la Cruz del 28 de marzo al 14 de abril.

Además de las funciones ofrecidas para el público general, el espectáculo podrá verse también en campaña escolar, donde unos 1500 alumnos de la Comunidad de Madrid podrán descubrir el ingenio y la luminosa palabra de Miguel de Cervantes.

Dos piezas de ambiente urbano

En este nuevo acercamiento a la palabra ‘cervantesca’ se ha buscado la misma riqueza de juego y viveza a partir de El rufián viudo llamado Trampagos, escrito en endecasílabos, y La guarda cuidadosa, en prosa. El solitario árbol que en los Entremeses moraba en una ambiente rural y soleado se ha transformado ahora en un pozo situado en un entorno urbano y sombrío, donde presencia estas dos nuevas piezas de carácter mísero y humilde. Sus personajes, desvalidos, necesitan ‘el sueño’, ‘el ideal’ para sobrevivir en su dura existencia, pero la realidad despiadada les golpea de forma implacable aniquilando todo atisbo de esperanza. Nos cuenta su director, Ernesto Arias, como «a través de esa relación ideal-realidad, Cervantes nos habla de la libertad humana, o mejor dicho de la imposibilidad de alcanzarla. Pero, he ahí su genialidad, todo presentado con ironía, con humor, con alegría y festivamente; sin ridiculizar a sus personajes para reírse de ellos, sino mostrando su incuestionable dignidad». Los protagonistas no son sino víctimas de la imposición social, del dinero, de sus propias pasiones y miserias, de la caprichosa Fortuna y de sus supersticiones.

De trama sencilla, los dos nuevos entremeses se pueden clasificar como piezas ‘de ambiente’, en las que se evocan universos muy concretos. El rufián viudo llamado Trampagos nos muestra el mundo del hampa y de la prostitución, mientras que La guarda cuidadosa presenta un friso de actividad y oficios vinculados a entornos urbanos: el soldado, el sacristán, el zapatero o el buhonero. En ambas piezas uno de los personajes debe elegir pareja y en ambas el factor decisivo es el dinero. Pero más allá de la historia, su atractivo radica en el trazo de los personajes, la comicidad de las situaciones, las posibilidades de juego que ofrece a los actores y la transmisión oral de la belleza literaria de Cervantes.

 

El estilo bufonesco y la música

En sus primeros Entremeses La Abadía tomó como referencia la ‘commedia dell’arte’; en este caso y dada la naturaleza de La guarda cuidadosa y El rufián viudo se ha buscado el acercamiento a un registro interpretativo más bien bufonesco.

La estructura dramática que brotó del laboratorio de investigación se fundamenta en tres bloques —los dos entremeses y el monólogo de la pastora Marcela en el Quijote—,  hilvanados por unas rondallas que sirven como hilo conductor. Estas rondallas no son originales de los entremeses sino una intervención dramatúrgica, aunque la letra de las canciones sí responde a textos originales de Cervantes: unos versos de la canción de Grisóstomo del capítulo XIV del Quijote; una canción de la comedia El rufián dichoso, y la estrofa de un soneto del capítulo XXIII del Quijote («O le falta al Amor conocimiento…»). Además, a modo de epílogo, suena una canción cuya letra proviene de la novela ejemplar La ilustre fregona («¿Quién de amor venturas halla?»).

La música de estas canciones, inspirada en patrones musicales de la época, es de nueva composición, de Eduardo Aguirre de Cárcer, que ya en los primigenios Entremeses participaba como músico y actor.