Por Álvaro Vicente/ @AlvaroMajer

 

Con la desnudez de un yo atravesado por la ficción, cuatro intérpretes (Irene Ruiz, Ion Iraizoz, Mikele Urroz y José Juan Rodríguez) se ponen a las órdenes de Íñigo Rodríguez-Claro para poner en escena un texto de Antonio Rojano creado entre los seis.

 

Me gusta contar estas cosas. Me gusta contar que la pasión de un actor mueve proyectos nada acomodaticios, que la pasión enrola a la gente en una nave de compromiso. Ion Iraizoz fue a un taller de Antonio Rojano, en el que Rojano habló de sus obsesiones como escritor, que todos las tienen. Las suyas tienen que ver con las escrituras abismadas, esas historias que encierran en sí otras historias y estas otras a su vez, y así hasta no se sabe dónde. Muñecas rusas lo hemos llamado siempre. A Ion le explotó la cabeza y meses más tarde, junto a los compañeros con los que había montado otra obra antes (Fuera de juego), el director Íñigo Rodríguez-Claro y los actores Mikele Urroz y José Juan Rodríguez, emprendió una nueva aventura. Invitó a Antonio Rojano a experimentar con ellos (y con la actriz Irene Ruiz, que se unió a la fiesta) “sobre la estructura de la ficción y sobre el papel del azar en la creación”, en palabras de Rodríguez-Claro. Se trataba de armar una obra de teatro a partir de un recurso narrativo, llevarlo al límite, poniendo en juego también el concepto de catástrofe, que terminaría siendo el título de la pieza.

 

Catástrofe: accidentes, conductos y abismos en Madrid

 

Creación colectiva

Al principio de la obra, una advertencia: “el texto es propiedad de sus intérpretes y sólo ellos pueden representarlo”. El autor pone en juego práctico la teoría, hace preguntas del tipo “¿Qué ficciones te acompañaban en la habitación de tu infancia?”, los actores empiezan a generar ficciones de sí mismos que por accidentes, grandes o pequeños, caen por conductos que las llevan a otras ficciones. Se va generando una estructura profunda en la que se entra y luego se sale. Y el director encuentra la forma de cómo llevar todo eso al escenario con otro juego de muñecas rusas, esta vez contando con varios niveles espaciales y de representación: pantallas, proyecciones, objetos… un juego de casi un año que ha ido haciendo lo que es hoy, que no sabemos si será igual mañana.

 

Catástrofe: accidentes, conductos y abismos en Madrid

Realidad y ficción

Más allá de las historias que se van a ir desarrollando en esos escenarios, de lo que se trata es de plantear una reflexión sobre este momento en el que vivimos, en el que la tensión entre realidad y ficción nos descoloca no porque no viniera existiendo desde hace décadas, sino porque cuando hasta hace poco teníamos claro que estos mecanismos de despiste eran patrimonio de las diversas maneras de generar ficción, ahora el lugar de la realidad está altamente contaminado, la fricción entre realidad y ficción no es un recurso literario, dramático o narrativo, es una confusión que nos entra por los telediarios, por las noticias de los medios digitales, por nuestras propias redes sociales o por nuestras propias mentes incluso, porque nos auto engañamos ficcionando sobre nuestros recuerdos. Para toda una generación quizás el origen de este mundo nuestro de hoy esté en el 11-S, una catástrofe fundacional, como dice Antonio Rojano, “fundacional en esto de la relación entre realidad y ficción, porque estábamos viendo caer las torres en directo por la tele y aquello parecía una película, pero no, era la realidad colapsando. Para los que nacimos a finales de los 70 y principios de los 80, aquello fue como pasar de golpe a la edad adulta, como que el mundo comenzaba. Y a partir de entonces…” A partir de entonces la Historia pareció acelerarse a base de accidentes, a base de shocks, tan queridos por el capitalismo: el 11-M, la crisis, el tsunami, los niños asesinados, los niños cayendo por simas profundas, la muerte, siempre la muerte. Pero no vayáis a pensar que esta obra es una glosa oscura del fin de los tiempos, no, nada más lejos de la realidad. No hay apocalipsis ni nada que se le parezca, lo que hay es mucho pensar y mucho reír, mucho encontrarnos en el espejo de las ficciones de los demás, mucho Lynch, mucho teatro para preguntarse por su propio sentido como bisturí de las múltiples realidades.

 

¿Cómo dices? ¿Que quieres saber qué? ¿Que de qué va la obra? mmmmm…