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Por Sergio Díaz
El Teatro de la Abadía acoge el estreno en la capital del nuevo montaje del maestro Juan Mayorga. Un texto que es en el que el autor más se deja llevar por su vis cómica. Para llevarlo a cabo ha vuelto a contar con César Sarachu (al que Mayorga hizo protagonista en Reikiavik), un actor que se había prodigado muy poco por los escenarios de nuestro país, ya que ha desarrollado gran parte de su carrera en Suecia. El germen de la obra comienza con un contratiempo personal que sufrió Mayorga: “una mañana, al despertar, encontré en el suelo, rotas, mis gafas de miope. Tras algunos instantes de desconcierto, recuperé la calma al recordar que tenía otras gafas graduadas: las de natación”. Y con esas gafas de color azul, el prestigioso dramaturgo y académico se fue a hacer la compra a una tienda de un pueblo en Andalucía… Sin duda tuvo que ser toda una experiencia. Para él y para todos aquellos con los que se cruzaba. La gente de la calle pensaría… vete tú a saber qué pensaría. Y para Mayorga fue como ver el mundo por primera vez. Un mundo nuevo, extraño, intenso, en el que las cosas se perciben distintas a como las habías visto hasta ahora, pero en el que también la gente te percibe distinto a ti, y eso provoca una alteración enorme en tu cerebro, que en el proceso de adaptarse a estas nuevas circunstancias, descubre miradas y perspectivas antes no vistas, lo que hace que aumente su plasticidad y pueda crear nuevas redes neuronales que amplíen el conocimiento. Sarachu será quien porte esas gafas de realidad aumentada y nos vaya guiando por estos nuevos caminos aún no explorados.
Todos tendríamos que cambiar nuestras gafas de ver de vez en cuando porque, como bien decían en la peli de Airbag:
-«¡El mundo es azul!».
-«Negro, pues yo lo veo todo muy negro».
