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Carlos Be, robots y esclavitud social

«Es muy difícil hacer teatro independiente en una sociedad cuyo pensamiento dista mucho de ser independiente»

 

La Cripta Mágica, un pequeño café teatro situado en el madrileño barrio de Embajadores, abre sus puertas a R.U.R. (Robots Universales Rossum), una nueva pieza de Carlos Be. Este irreverente autor nos trae una adaptación del texto de Karel Čapek, escrito en 1920, que cuestiona los límites de la libertad del ser humano. Robot es un término que proviene del vocablo checo robota, que significa servidumbre o trabajo esclavizador.

Carlos Be nos adelanta en esta minuciosa entrevista todos los detalles de esta pieza interpretada por los maravillosos Javier Arribas, Joan Bentallé, Rosana Blanco y Carmen Mayordomo y que podrás ver los domingos de mayo y junio en esta fascinante sala decorada como los antiguos teatros de 1900.

 

“La esclavitud es lo cotidiano”

 

 

Por Ka Penichet

Foto portada: David Konecny

 

¿Cómo surge este proyecto con la Embajada Checa?

Este 2021 el texto original, R.U.R., cumple cien años de su estreno en el Teatro Nacional de Praga y la Embajada Checa, con quien llevo muchos años colaborando tanto en Madrid como el tiempo que viví en Chequia, ofreció a La Casa Be llevarlo a escena. El proyecto es maravilloso y tanto la Embajada como la compañía creemos que también en estos tiempos que nos ha tocado vivir puede hacerse teatro y seguir apostando por el talento.

 

 

¿Qué te atrajo para aceptarlo?

La vigencia del texto, escrito en 1921, que además no puede ser más visionario. R.U.R. plantea un mundo donde paulatinamente se han suprimido todos y cada uno de los derechos humanos y a las personas, convertidas en robots, no les queda más remedio que trabajar como esclavos. La única diferencia entre aquella época y ahora es que antes nos invadían los robots y ahora ya somos robots. Una apología checa contra el hombre con todas las letras, además de la primera obra teatral de ciencia-ficción del mundo.

 

El texto original fue objeto de censuras por diferentes regímenes dictatoriales. ¿Te has sentido censurado alguna vez a lo largo de tu carrera?

Qué gracia que me hagas esta pregunta. Si la cambiases un poco y me dijeras «¿cuándo fue la última vez que te censuraron?», ¿sabes qué te diría? «Ayer». Tal cual. Es muy difícil hacer teatro independiente en una sociedad cuyo pensamiento dista mucho de ser independiente. De todas formas, para sobreponerme a tanta mediocridad, siempre me digo que algo estaré haciendo bien o, lo que es lo mismo, ladran, luego cabalgamos.

 

Con la cantidad de trabajos avalados por el público y la crítica, ¿por qué no te vemos más veces programado teatros públicos?

Eso tendrías que preguntárselo a ellos. Yo estoy preparado para estar allí y en cualquier sitio.

 

Eres un autor que se caracteriza por acercarse a tratar temas que no todo el mundo se atreve y que, por ende, generan mucha controversia. ¿Te consideras una persona incómoda?

Si incomodar es promover la reflexión, sí, me considero una persona incómoda. Apuesto por la valentía de la gente de enfrentarse a sus miedos, sean propios o ajenos. Supongo que aún tengo ese resquicio de confianza en el ser humano. Al hilo también de la pregunta anterior, quiero comentarte que en países donde el teatro mantiene su relevancia sociocultural o política, véase Chequia, Colombia, México o Venezuela, mis obras obtienen mayor repercusión y se representan sin cesar en teatros del circuito comercial. De hecho, mis dramaturgias más innovadoras suelen estrenarse primero en Chequia que en España, como Origami, A Margarita o ¡Feliz cumpleaños, Phoebe Zeitgeist!, y la primavera del año pasado el Teatro Nacional de Bogotá adquirió los derechos para estrenar Malas hierbas, una sátira política muy crítica con el sistema, a pesar de que la producción se estancara por la pandemia.

 

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Carmen Mayordomo, Rosana Blanco y Joan Bentallé en una escena de ‘Robots Universales Rossum’. Foto de Roberto Cuezva

 

¿Cómo localizaste La Cripta Mágica? ¿Crees que se pueda convertir en una nueva Casa de la Portera o Pensión de las Pulgas? ¿Robots… es una pieza site-specific?

No sé si yo localicé La Cripta Mágica o ella me localizó a mí. Conocí a su propietaria, Anibel Vecino, en un espectáculo que dirigí hace tres años. Anibel llevaba barba y tragaba cuchillas de afeitar en escena. ¿Cómo no enamorarse de alguien así? Ahora en serio, Anibel es un ser fascinante como persona y como profesional. Ella abrió La Cripta Mágica en 1987, en aquella fecha el único local en España dedicado exclusivamente a la magia, y con el tiempo se ha convertido en un referente internacional para magos de todo el mundo. Por allí han pasado David Copperfield, Juan Tamariz, René Lavand… Teníamos muchas ganas de volver a trabajar juntos y Robots… nos ha brindado esa oportunidad. Para nosotros es un honor que La Casa Be sea la primera compañía de teatro que pisa ese escenario dedicado 34 años, que se dice rápido, íntegramente a la magia. Y sobre si es una pieza site-specific, la verdad es que la obra encaja en el escenario como si se tratase de un cuarto de maravillas, aunque contamos también con su versión preparada para girar, muy bien abrigada por las luces de mi querido Joaquín Navamuel. Y con respecto a mis queridas Casa y Pensión, mantendremos esa cercanía tan característica y sorprendente en lo que respecta a la relación con el público, también marca de La Casa Be.

 

Te has encargado de la traducción. ¿Cómo ha sido el proceso de adaptación?

Un reto nada fácil, teniendo en cuenta que Čapek es un autor de renombre homónimo a nuestro Camilo José Cela, por ejemplo. Por suerte he contado con la ayuda de mi traductora checa Iveta Gonzálezová en los momentos más arduos y en varias tomas de decisiones muy importantes. Además, la versión original, escrita en checo antiguo, sufrió cortes en su idioma natal y en cada una de sus traducciones, como pude comprobar al leer el texto con traducciones anteriores en castellano e inglés. Ahí han metido las tijeras los comunistas, los fascistas, los católicos… Recuperar los fragmentos cercenados ha sido muy excitante, aunque luego la adaptación requiriera otras modificaciones de cara a la escena, en las cuales el elenco también me ha ayudado muchísimo, aparte de trasladar la capacidad de impacto del texto de una época a otra.

 

¿Qué nos puedes avanzar del vestuario de la pieza?

Ester Lucas, nuestra diseñadora de vestuario en esta ocasión, aportó un giro fantástico a la propuesta y suma de manera increíble a la obra. Ya lo veréis.

 

Uno de los temas principales del texto trata sobre la esclavitud. ¿Qué modelos de esclavitud contemporánea te preocupan más? ¿Cómo podemos combatir la esclavitud en el mundo actual?

Hoy en día hay tantos modelos… La esclavitud es lo cotidiano. La manipulación es tan absoluta. Qué paradójico, cuando más libres nos creemos. La corrección política oculta una grave falta de ética y el poder se malentiende como privilegio cuando en realidad se trata de una responsabilidad.

 

Cerca del aniversario de la muerte de Čapek es habitual encontrar su tumba adornada de robots en miniatura. ¿Qué te gustaría que dejaran en la tuya?

Huy, si eso significa que los textos siguen leyéndose y montándose póstumamente, que dejen lo que quieran, yo ya me doy por feliz, aunque dudo que haya tumba donde dejar nada: quizás se trate de algún otro lugar emplazado en un teatro… Pero para no irme por las ramas: la verdad es que me harían gracia figuritas de origami o cuadernos en blanco para escribir.

 

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‘Robots Universales Rossum’. De Izquiera a derecha: Joan Batallé, Javier Arribas y Rosana Blanco. Foto Roberto Cuezva

 

Has formado parte de la movida teatral madrileña. ¿En qué cosas crees que hemos avanzado y cuáles nos hemos estancado?

Avanzado en ninguna. Nos encontramos estancados en la creatividad, libertad, fantasía, apoyo y en mantener la unicidad de los creadores. Aquella época tan dorada y precaria no puede repetirse: debe recordarse, eso sí, aprender de ella y apostar por nuevas premisas que no quedan lejos, están al alcance de la mano, basta con apresarlas.

 

¿Te ha cambiado mucho la vida desde que comenzó la pandemia?

Para nada. La verdad es que no he parado de trabajar, amando lo que creo y sin olvidar que hay un público que quiere seguir yendo al teatro.

 

¿En qué momento profesional te encuentras ahora?

Muy feliz. El arte me hace independiente: escribo, dirijo, doy clases y vivo de mi arte con total libertad. Genero proyectos propios y puedo permitirme escoger los proyectos que me apetezcan. Muy pocos pueden presumir de tener tres montajes en cartel en Madrid como autores y/o director el mismo mes: Robots… en La Cripta, Hamlet/21 en el Teatro Lara y Un cuerpo a la deriva en El Umbral de Primavera. Aparte me siento muy querido por mi pareja, muy acompañado por mis amigos y tengo unos agentes internacionales, Aura-Pont, que son un primor, ¿qué más puedo pedir? Ahora mismo solo echo de menos viajar, sea por trabajo o por placer. El cuerpo también necesita vivir sin límites.

 

Es un acierto contar con gente cercana para llevar a cabo esta clase proyectos, pero ¿no te apetece salir de tu zona de confort?

Yo no considero que haya estado nunca en una zona de confort. En cada proyecto el teatro necesita siempre de una nueva búsqueda nueva, un balance de artes en constante evolución… Es verdad que trabajo con gente habitual, como mis queridos Joan Bentallé y Carmen Mayordomo, la actriz que más montajes míos ha actuado porque prescindir de su talento es un pecado. Por, cierto, en la movida teatral madrileña estábamos todos moteados y ella me llamaba, con mejor o peor tino, «el autor clásico vivo», y yo a ella, como ya sabréis, «el icono de la alternativa». A ella ya le sobra la coletilla… y en cuanto a mí espero que tarde mucho en sobrarme.

 

¿Cómo se madura en una profesión como esta?

Trabajando mucho, siendo sincero con el arte y no sometiéndose a los designios de los abotargados, mediocres y oportunistas, a quienes no hay que les ponga más que someter a un artista, así subliman sus carencias más profundas, hay que ver. A mí me hacen mucha gracia todos ellos: tienen tanta prisa y se desviven tanto por sentarse en su «despachito oficial» y autoprogramarse sin cesar. A mí me gustan los procesos creativos y que se atrevan a crear conmigo. Amo el oficio artesanal del día a día y la verdad es que no sé cuántos dramaturgos morirían en la actualidad por defender una frase suya. Creo que la respuesta daría mucha pena. En cualquier caso, como dicen los checos, «čas ukáže», que además suena a chasquido o llama que se prende: el tiempo pone a cada uno en su lugar.

 

¿Cómo digieres las críticas?

Muy bien. Me han dicho de todo y también con todo tipo de intenciones o propósitos, porque es muy difícil desligar la crítica artística de otros intereses y de la envidia. También es una lástima que la crítica teatral española esté tan diezmada y manipulada, ya no hablemos de la teatrología en este país.

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