«Mi objetivo no es sorprender, no me siento en una mesa a ver cómo sorprendo al público»

 

El lunes 4 de octubre, en Bilbao, tenemos una nueva cita con los Premios Max que se celebran en el Teatro Arriaga. Su director artístico, Calixto Bieito, también será el encargado de dirigir la gala que esta XXIV edición tendrá como lema ‘Toda la ciudad es un escenario’. Serán 20 categorías a concurso con la incorporación del Premio a Mejor labor de producción y sus tres premios especiales: Premio Max de honor, que ha distinguido la carrera profesional de la actriz Gemma Cuervo, Premio Max del público, que se concederá al espectáculo que obtenga mayor número de votos del público a través de la aplicación online #VotaMax y se hará público en el transcurso de la ceremonia y el Premio Max aficionado o de carácter social, que ha reconocido la labor de la compañía amateur Teatro Estudio de San Sebastián, con más de 50 años de trayectoria.

Antes de ponerse a los mandos del evento que reunirá, entre otros, a los y las artistas nominados de este año  de este año, hemos podido tener una conversación con Bieito y nos ha adelantado algunas de las sorpresas que nos tiene preparadas para celebrar esta fiesta de las artes escénicas.

La gala será retransmitida por La 2 de Televisión Española en directo a las 20 horas y en el canal RTVE Play.   

 

El teatro como punto de encuentro

 

Por Ka Penichet

 

Siempre has despuntado por acercar teatro, música y danza al público de a pie, ¿cómo traducirás esta máxima en la gala?

Por un lado, obviamente por los diferentes premios que se van a entregar, pero también por las diferentes actuaciones que van a haber y por las acciones que se van a llevar a cabo donde todo el arte escénico se junta. Todo pertenece a un todo. Ver teatro es un punto de encuentro de muchísimas artes, no solamente de la palabra. De hecho, yo he confesado infinidad de veces que no me nutro del teatro. Yo leí todo el teatro que pude leer en la universidad durante muchísimos años pero no soy en ese sentido muy endogámico en el sentido más estrecho de la palabra. El teatro tiene muchas caras, muchas facetas.

 

 

El lema de la gala es que ‘Toda la ciudad es un escenario’, esto quiere decir que, además, ¿vamos a ver algún tipo de performance por la ciudad?

No, no exactamente así. Va a haber una acción de pintura en la puerta del teatro. Un gran mural que un muralista va a estar realizando en vivo. Empezará por la mañana y va a estar acabado cuando comience la gala. Arte en vivo y efímero con un gran neón que colgará de la fachada. El neón también tiene su arte porque se hace soplando. Estas cosas me han gustado de siempre. Va a haber actuaciones pasando desde el flamenco hasta la ópera. Considero que las Artes Escénicas están todas entrelazadas y el arte del futuro, como decía Wagner, va en esa dirección. He hecho mucho Wagner y continuo haciéndolo, pero no soy un ‘wagneriano’. Si tú me preguntas, me gusta más Mahler que Wagner. Me gusta más la música expresionista de los años 20 y los 30.

 

Eres conocido por acercar a todos los públicos la ópera haciendo una lectura contemporánea, ¿cómo tienes pensado abordar la dirección de la gala para evitar que resulte aburrida?

Mi objetivo no es sorprender, no me siento en una mesa a ver cómo sorprendo al público. Eso te puedo asegurar que no lo he hecho nunca en nada. La idea siempre es la necesidad de explicar algo abierto a múltiples interpretaciones. Ya está. Me gusta sentirme libre con lo que hago. Obviamente, sé que es una gala y que los protagonistas son los premiados y los no premiados, que necesita un ritmo. Esta gala la quiero hacer bastante wagneriana y va a durar 12 horas (pausa dramática y risas). No, hombre, no. ¿Te imaginas? Es una gala en la que no hay un conductor. Va a ir de manera un poco natural. Veremos si fluye o no fluye.

 

En 2006 ya dirigiste en Barcelona una gala de los Max, ¿qué aprendiste de ella y qué errores (en el caso de que los hubiera) no volverías a cometer?

Esa fue una gala barroca que fue la más corta del momento. Errores creo que no hubo, bueno a parte de que se le enganchó a Ana Diosdado un papel en el trasero y fue una anécdota divertida pero errores no hubo muchos. Hice bastantes homenajes, salía un tren muy pequeñito, eso era un homenaje a mi padre de cuando iba de Miranda a Hendaya. Fue muy divertida, no sé si te acuerdas que los niños de San Ildefonso entregaban el último premio, el de mejor espectáculo que era como si fuera la lotería, que tenía un guiño irónico. Esta no es una gala barroca, es una gala un poco más atonal, si se me permite la expresión. Como si en vez de escuchar a Vilvaldi escuchas un poco Schönberg.

 

¿En qué lugar se encuentra actualmente el Teatro Arriaga?

Este teatro tiene muchas caras porque es un poco epicentro de la cultura vasca. Es un teatro absolutamente conocido incluso por la gente que no va nunca al teatro en Bilbao y aún así, le tienen como un respeto reverencial, diría yo. La obligación del teatro público es llevar a las personas que asisten a sitios donde pensaban que no podían llegar y a sitios que incluso pensaban que no les podían llegar a gustar.

 

Ahora que comentas eso, yo recuerdo que la primera vez que mi madre me llevó al teatro fue a ver zarzuela. Fui predispuesta a que no me gustara y si ahora amo el teatro es gracias a que ese día mi madre me llevó a ver ese género…

Bueno, la zarzuela es un género formidable, todavía por renovar, y no sé si lo logrará alguna vez. Si no lo hace, se acabará. No lo sé. Yo he hecho muy poca zarzuela. Hice El barberillo de Lavapiés en Madrid. La zarzuela necesita un buen impulso. Supongo que en Madrid lo están haciendo.

 

¿Crees que existe purismo?

No existen puristas de la zarzuela porque significaría haberla visto y eso no es una frase mía sino de Montserrat Caballé. Significaría haberlas visto a principios del siglo XX. Son puristas de una cosa que ese público quiere ver en el escenario. Son puristas de eso. Si ves a Buñuel pues él te dirá que para ese público no hace ninguna película.

 

¿Echas en falta que los Premios Max incluyan alguna categoría relacionada con la ópera?

No, porque hay suficientes premios de ópera en España. Hay mucha gente en España trabajando en ópera que tiene mucho talento y que a nivel de reconocimientos está suficientemente cubierta. Solo a nivel de premios, no quiero hablar más (risas).

 

Trabajando en tantas ciudades, ¿cuál dirías que es la que mas te ha enriquecido a nivel cultural y por qué?

Ahora mi vida transcurre entre tres ‘B’, Bilbao, Basilea y una tercera B que es Bieito. Para mí, Basilea es una de las ciudades más europeas, no perteneciendo a la UE. Es una ciudad con unas profundas raíces humanistas. Allí puedes ir tranquilamente a visitar la tumba de Erasmo de Rotterdam que está enterrado en la catedral y decirle hola. A veces voy a saludarle y está muy bien porque no me da lecciones (risas). Yo he trabajado en la cultura europea prácticamente y continuo trabajando en casi todos los sitios que son la cultura del este, si podemos llamarlo así (Budapest, Praga, San Petersburgo…), he trabajado en la cultura escandinava (Helsinki, Copenhague, Estocolmo, Oslo…), en la cultura latina (Francia, España, Italia…), en la anglosajona y en la centroeuropea, es decir, me he enriquecido de todo. Me he enriquecido de la semana santa en Sevilla cuando era un niño, de la gran fiesta barroca y también del romanticismo centroeuropeo. Desde muy joven estuve muy metido en ello. Luego está la cultura catalana, muchas cosas.