Por Pablo Iglesias Simón / @piglesiassimon

 

Desde 1996 en que empezara esta historia en forma seriada, han tenido que pasar veintidós años para que Jason Lutes haya sido capaz de culminar, recopilada en tres volúmenes, Berlín: Ciudad de piedras, Berlín: Ciudad de humo y Berlín: Ciudad de luz (Astiberri Ediciones), la trágica crónica de la metrópolis germana entre los años 1928 y 1933, que supusieron el declive de la República de Weimar y la fundación del Tercer Reich.

Quizás no haya un relato que esté hoy más de actualidad, ante nuestra aparente falta de horizontes, el aumento de la crispación generalizada, el lenguaje de enfrentamiento y de desprecio irracional a quien piensa diferente o el auge presente de extremismos que alejan cualquier espíritu conciliador.

Lutes comienza su relato con el descubrimiento de un Berlín lleno de posibilidades por parte de Martha Müller, aspirante a artista, que huye de la vida de mujer, madre y esposa a la que la abocaba su linaje acomodado en Colonia. A través de sus ojos quedaremos deslumbrados ante el cosmopolitismo y la diversidad de aquellos años, de una urbe convertida en el campo de cultivo perfecto para el descubrimiento de las complejidades del arte, los afectos, la sexualidad o la política. Lutes, no obstante, no ciñe su punto de vista al de Müller, sino que su documentadísimo retrato metropolitano transita por las circunstancias diversas de sus habitantes, para mostrarnos cómo se fue resquebrajando aquel Berlín donde todo parecía posible. Así, acompañamos al periodista Kurt Severing, y su incapacidad para ser un cronista del difícil tiempo que le ha tocado vivir; una familia judía acaudalada, que se empeña en ponerse una venda para no ver lo que sucede a su alrededor; o el enfrentamiento de una familia humilde, divida entre el padre, que cree ver en el nazismo la solución a sus problemas, y una madre, que se acerca a las agrupaciones obreras, y acabará siendo el blanco de una bala perdida en la masacre del 1 de mayo de 1929.

El destello luminoso de aquellos tiempos, de auge tecnológico y explosión social y cultural, irá siendo apagado poco a poco por una población ensimismada, una clase política corrupta, irresponsable y manipuladora, unos medios de comunicación maniatados y miopes, la precariedad, el miedo, el desencanto, la fragmentación y la violencia.

Al final, cuando ya es demasiado tarde, nuestros protagonistas quedarán condenados a la encrucijada de resistir o huir, afrontando la derrota de quienes no fueron capaces de levantar la mirada para leer su contexto y articular una empatía aglutinadora capaz de evitar la catástrofe.