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‘Beethoven #paraElisa’: ¿Qué quiero que seas de mayor?

«Todo se marchita, pero la música siempre tiene la misma frecuencia»

Antonio Muñoz de Mesa llega a las Naves del Matadero el 4 de diciembre con Beethoven #paraElisa, dirigida por Olga Margallo. Un espectáculo vitalista y musical para toda la familia que reflexiona acerca de las imposiciones de los padres a sus hijos mientras desarrolla una de las teorías dadas por musicólogos en torno a la creación de la obra más conocida del compositor. Así, Beethoven #paraElisa relata cómo Teresa Malfatti, amor platónico de Ludwig van Beethoven, le pide a su amigo que componga una pieza para la joven prodigio Elisabeth Barensfeld, Elisa, que acaba de llegar a Viena. El motivo por el que crear una pieza para la joven es hacerle recuperar la vocación por la música y conseguir impartirle clases de piano. Beethoven, que no es capaz de olvidar sus sentimientos por Teresa, pone todo su empeño para conseguir complacer los deseos de esta y hacer que Elisa siga el camino de la música. Muy pronto el genio conocerá a Elisa, quien tiene otras pasiones y que le enseñará que la vida va más allá del talento y de la música.

Antonio Muñoz de Mesa se sienta con nosotros para hablarnos del proyecto y nos invita a reflexionar con él sobre la influencia que la enseñanza de los padres tiene sobre el desarrollo vital de los hijos.

El precio de la eternidad

 

Por Marta Santiago

Foto portada Esmeralda Martín

 

¿Cómo surge la idea de Beethoven #paraElisa?

Yo estaba un poco obsesionado con la figura de Beethoven y este año era su 250 aniversario. Tenía en la cabeza escribir un monólogo de Beethoven desde un punto de vista distinto, un poco para conectarlo con la realidad de ahora y para ver la música de Beethoven como un virus, una pandemia y tal. Pero, entonces, nos llama Natalia Menéndez – Directora del Teatro Español – y nos dice que le gustaría coproducir algo con Olga y conmigo. Nosotros llevamos trabajando veinte años con la productora de los padres de Olga, pero nos fuimos a vivir a Estados Unidos precisamente con una beca de escritura de teatro musical y, al volver, la compañía había desaparecido. Nosotros retomamos e hicimos una nueva productora que se llama ManodeSanto. Teníamos la estructura legal para hacer la coproducción con el Teatro Español, pero es la primera coproducción de esta etapa de los proyectos que tenemos Olga y yo. Lo que hice fue reciclar esa idea de Beethoven para hacer un espectáculo para toda la familia.

¿Cómo habéis abordado la puesta en escena?

La escenografía es el estudio de Beethoven, que sería lo que tiene dentro de la cabeza: sus cuadros, sus premios, sus partituras, su piano. Luego, él era como un influencer de la época: a él le mandaban los últimos pianos de Londres para que los probara y los publicitara. Tiene cachivaches, muchos gustos suyos. Es esa especie de rincón ególatra que luego se va vaciando: él cree que se va a ir con Teresa a Londres después del concierto de presentación de Elisa, y va vaciando todo su estudio. Al irlo vaciando, se va descubriendo a sí mismo.

Muchas escenas están explicadas por canciones, son como máquinas del tiempo: en una canción de tres minutos hay un arco de personajes que, a lo mejor, tendríamos que darlo en media hora. La obra empieza con una obertura donde las obras más famosas de Beethoven se cantan a capella como si los actores fueran instrumentos, acompañados de un piano. Después, hay ocho temas originales y acabamos con la 9ª de Beethoven y el Para Elisa, que es lo que él tiene que componer. Creo que para el público es muy atractivo: tiene el universo musical de Beethoven, pero luego tenemos nuestro universo musical que habla de estos conflictos centrales que pasan en la obra.

Vosotros habéis dicho que en esta obra se exploran los límites de la educación cuando se confunden con la imposición… ¿Por qué habéis escogido este tema?

Nosotros tenemos dos hijos con ocho años de diferencia y siempre discutimos con otros padres. Yo creo que hay un tipo de padre que está como pendiente de la potencialidad del hijo: «¿Qué potencial tiene mi hijo y cómo puedo ayudar a desarrollarlo?». Y contrasta mucho con la generación de mis padres, donde de repente descubren un día que su hijo vale para algo o se le da bien algo… Pero no están buscando si su hijo puede triunfar o no, llegar a ser alguien, qué potencialidades tiene o llegar a desarrollar eso. Además también hay una nueva ola de bloggers, de padres, que también he estado mucho en contacto con ellos. Entonces discutimos hasta qué punto los padres somos pesados con nuestros hijos o proyectamos nuestro propios sueños o aspiraciones, más o menos frustrados, en nuestros hijos.

Beethoven tuvo un mal padre. Era alcohólico, le pegaba mucho y le llevó a conocer a Mozart de muy pequeñito… O sea, es como el padre del niño que le lleva  a las pruebas del Real Madrid desde los cuatro años hasta los doce y le machaca mucho. Entonces nos pareció un tema precioso porque realmente van a estar ahí todas las familias. Quiero que a los padres les haga sentir, porque lo siento yo, un poco incómodos en algún momento; como decir: «Es verdad, qué pesados somos a veces».

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Nuria Sánchez, Víctor Ullate Roche, Antonio Muñoz de Mesa e Inés León. Foto de Esmeralda Martín

El amor es un componente importante también en la obra, ¿verdad?

Hay tres teorías de tres musicólogos distintos sobre esta historia. Para Elisa él no la publicó, la descubrieron en el cajón de su estudio y decidieron publicarla. Hay gente que decía que ponía «Para Teresa» en alemán y que le pusieron Para Elisa. Pero, bueno, nosotros hemos aprovechado una de las teorías más fuertes que hay sobre Elisa: que es una tenor muy joven, que era un portento musical, una joven de Baviera que acabó en Viena y vivió en frente de Teresa Malfatti —qué está demostrado que fue el amor platónico de Beethoven—. Beethoven pidió la mano de Teresa Malfatti, que fue su alumna, a los padres de Teresa pero a ellos no  les interesó: al final Teresa se casó con un conde húngaro (que también es nombrado en la obra).

Cuando dices «amor», más bien es la idea que tiene Beethoven del amor, porque estuvo solo siempre. Beethoven se desarrolló musicalmente muy bien, pero a nivel humano y personal estaba muy minusválido, muy castrado. En la obra, él descubre que no sabe ni querer ni que le quieran. Elisa, que es su alumna, le da la vuelta y Beethoven se convierte en alumno de Elisa en cuestiones afectivas. Es como si para él el amor fuera  una sinfonía tormentosa, pero no sabe disfrutar de las pequeñas cosas o del día a día. También es un tema muy universal: ¿hasta qué punto estás sacrificando tu propia afectividad? Hay una cita en la obra que le dice su padre: «¿Qué es mejor? Vivir feliz pero morir olvidado o vivir amargado para morir eternamente recordado». Al padre le parece mucho mejor ser eternamente recordado.

Me imagino que el proceso de creación ha exigido mucho tiempo de investigación y reflexión por tu parte y por la de Olga Margallo…

Yo tenía claro que lo que quería que las familias vieran que a los hijos no hay que forzarlos. Para mí es el tema principal, se dice desde la primera escena. También lo tengo muy claro, tengo dos hijos y uno, de catorce, es youtuber reconocido. Nosotros como padres muchas veces no sabíamos dónde estaba el límite. Cuando de repente se le veía mucho o venían marcas para trabajar con él… Estas cosas son paralelas al proceso. Hemos estado con mucho conflicto, pero no ha sido tanto tiempo de investigación. A mí la música sinfónica de Beethoven me gusta mucho. Fue más encajar la idea  de la que nosotros queríamos hablar. Nosotros sabíamos que Beethoven había sido maltratado y queríamos ver cómo aprende de una chica que era una genio pero quería desarrollarse o brillar de otra manera. A lo mejor no quería ser recordada eternamente. Hay tiempo para todo. Te puedes reinventar. Entonces, lo que más me costó fue encajar esa teoría de Elisa para que realmente funcionara y que Teresa no fuera un personaje instrumental o solamente el amor platónico de Beethoven. Queríamos que tuviera un peso muy importante, tiene un desarrollo y un arco muy grande en la obra.

Hay un componente de presencia femenina muy fuerte en el escenario, dos de las protagonistas son mujeres… ¿Cómo habéis tratado de representarlas?

Teresa sí fue alumna de Beethoven y estableció con él una relación muy especial. En teoría está documentado que ella quería estar con él y los padres no la dejaron. La retratamos como alguien culta, sensible, que tiene miles de conexiones, que organiza miles de fiestas, que tiene un networking muy bueno. Intentando  no caer en el cliché, creamos una Teresa que es una fuerza de la naturaleza a nivel social, que es lo que le falta a Beethoven.

Elisa, por su parte,  solo quiere vivir su vida pasándoselo bien y descubriéndose a sí misma. Reivindica el ir descubriendo las cosas antes de que se las descubran.

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Un momento de ‘Beethoven #ParaElisa’ con Lola Barroso y Víctor Ullate Roche. Foto Esmeralda Martín

¿Y él? Se dice que debía ser una persona muy arisca y con mal carácter.

Su sueño es ser feliz, porque no lo consigue. Su padre le explica por qué no puede ser feliz y él cree que la felicidad la va a conseguir con Teresa. Es un niño a nivel afectivo y emocional. Le hemos suavizado mucho, porque hemos tratado de jugar con el padre. Vemos su vulnerabilidad cuando oye al padre. Beethoven se está quedando sordo pero oye solo al padre, constantemente. El arco de Beethoven es que, al final, decide dejar de escuchar al padre. Es muy bonito. Él tiene estallidos de genio muy fuertes, pero hemos trabajado su vulnerabilidad. Si se quiere ir a dormir, el padre le dice: «No. Tienes que seguir componiendo». Si se quiere ir con Teresa le dice: «No. No puedes distraerte de la música». Buscamos por qué Beethoven tiene esa imagen de mal genio, más que reflejar su mal carácter.

Luego, al ser para niños, tratamos el mal genio en clave casi clown, en el sentido de que es muy exagerado. Te hace reír. Se supone que Beethoven es la transición entre el Clasicismo y el Romanticismo en la música. A nivel personal, él está en el Romanticismo, esperando que suceda algo porque no tiene nada. Elisa le demuestra que se puede estar tranquilo, es como una especie de Clasicismo.

El trasfondo de la narrativa en realidad es muy complejo, una reflexión muy dura para la figura de los padres… ¿Cómo lo habéis construido para que los niños comprendan cierta parte del mensaje?

Yo siempre tengo de referencia a Pixar, que me gusta mucho porque tiene muchos niveles de lectura y algunas películas son obras maestras. Por un lado trabajo con la acción; luego con «personajazos», que son muy teatrales. El niño entiende desde el principio que Beethoven vive con dos fantasmas y que, además, uno es su padre. Es muy atractivo para el niño porque ya entra en un universo en donde hay dos planos de existencia y en cuestión de acción y emociones, lo entiende todo. El fantasma del padre es muy pesado y, el otro, es el fantasma de la música (que siempre está en el piano de Beethoven). Se verbaliza, se entiende muy bien. Cuando entran en ese universo, en la casa de los fantasmas, el niño ya es cómplice: sabe que existen pero Teresa y Elisa no les ven.

El niño se va a identificar con Elisa, que es alguien que llega de nuevas y que no quiere estudiar una cosa o que no quiere hacer algo a lo que le obligan. Al niño esto le pasa siempre. Queremos que el niño entienda que el padre machaca al hijo, él lo único que quiere es ser feliz y de repente encuentra la felicidad en una mujer que le dice: «estate tranquilo, tú estás bien como estás». Al padre nunca le vale cómo es Beethoven.

Hay elementos muy psicológicos en torno a cómo los padres influyen en la personalidad de los niños a través de sus enseñanzas y educación.

Totalmente. A mí me da mucha pena en algunos ensayos. Hay tres escenas donde le pega, pero cómo le pega es muy sutil, aunque en el fondo es muy violento. El padre es una persona muy grande que está machacando a alguien que es más pequeño y se ve en el escenario. Aun así, el padre tiene argumentos muy buenos. Le explica por qué el ser feliz es una moda y que lo que nunca te traiciona es la música. Los amigos te van a traicionar, los amores se van a deteriorar, tú te deterioras físicamente… Todo se marchita, pero la música siempre tiene la misma frecuencia.

¿Tú te has visto reflejado en este padre? El que busca un mejor camino para su hijo, aunque este no lo quiera.

Sí, es una obra terapéutica para mí y para Olga. Hemos tenido mucho conflicto juntos, intentando dar nuestras visiones. A veces miras a tu hijo y piensas: «está teniendo estímulos que yo no tenía a su edad», esa frase ya es súper peligrosa. Yo creo que conozco ese conflicto. Me pasó incluso con mi hija, que entró en el Conservatorio de Teatro Musical de Estados Unidos e hizo seis musicales como actriz y, al volver, dijo que no quería ser actriz, que le gustaba estar detrás (en guion, en ayudantía de dirección…). Yo le insistía: «Yo te he visto, es que tú funcionas. Ser ayudante…» y ella me decía: «Sé que funciono, pero es que no me gusta». Y ya dije: «No me puedo creer lo que estoy diciendo», quería ver su brillo. Ahí te das cuenta de las cosas. Todo eso está volcado en la obra.

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