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«Aspiro a que mi autorretrato sea el autorretrato de muchos»

Un pintor enfrentado, en la soledad de su taller, a un encargo: un cuadro que conmemore el final del terrorismo. Javier Ruiz de Alegría, pintor además de actor, se enfrenta cada noche al reto de crear una doble obra en directo, una teatral y otra pictórica, un autorretrato que esconde mucho más de lo que muestra. El hombre y el lienzo es una obra atávica cocinada a medias por dos amigos, el autor y director Alberto Iglesias, y el propio Ruiz de Alegría, iluminador y escenógrafo, además de actor, es decir, artista plástico en el más amplio sentido del término. Juntos se sumergen en el proceso creativo de un artista, cuyo arte es una incógnita para sí mismo.

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

Fotos: David Ruiz

 

¿Hasta qué punto es un impulso personal, tuyo o de Alberto Iglesias, esta obra?

Alberto y yo nos conocemos desde hace mucho y muchas veces hemos hablado de los motores de la creatividad. Él escribe y yo pinto y a veces tomando una caña nos encontrábamos hablando de cuándo se acaba realmente un cuadro, porque a veces creo que me queda por hacer y de pronto me doy cuenta de que ya está acabado. Y a él le pasa lo mismo con las obras que escribe. Siempre hemos estado dándole vueltas a todo esto y él, cada vez que escribe un texto, me lo manda antes de acabarlo para que le eche un vistazo. Esta vez me hizo un poco una trampa. Me mandó un texto, se llamaba Autorretrato en ese momento, y empecé a leer y veo que va de un pintor y que llega un momento que dice que no sabe cuándo ha acabado un cuadro.

 

Vaya regalazo, ¿no? Te lo había escrito para ti casi soterradamente…

Claro, luego me di cuenta de que era un regalo, pero en el primer momento yo no era muy consciente. Entonces me dijo que estaba pensando en montarlo, en dirigirlo, y que si yo lo quería hacer. Y sí, claro, lo iba a hacer. Y en seguida involucramos a Jesús Sala, de Kendosan Producciones, que se lo leyó y le encantó también.

 

Más allá de que sea el regalo de un amigo, ¿qué retos te plantea esta obra como actor?

Sobre todo el hecho de mezclar dos facetas mías que nunca había mezclado tan directamente, la pintura y la interpretación, porque yo todos los días hago un cuadro nuevo, en directo, durante la función.

 

Bueno, esto le da un componente casi de producción en serie. El hecho de tener que hacerlo todos los días, la convierte en algo un tanto pop en ese sentido.

La verdad es que siempre sale distinto “el bicho” (así lo llamamos nosotros, cariñosamente), no sé si se podría hablar de producción en serie. Está un pelín trucado, me pongo alguna trampa, me cambio un poco la iluminación, me cojo otro ángulo… intento ponerme problema pictórico para estar ante un problema nuevo, pero bueno, es un autorretrato, no un autorretrato absolutamente realista tampoco, hay parecido, a todos me parezco, más o menos. Está más o menos coreografiado pero hay momentos en los que yo tengo libertad, porque no deja de ser una creación en directo, en tiempo real. Depende un poco del impulso del día, y eso está bien, porque la función así mantiene un poco el espíritu de happening pictórico.

 

¿Cómo es interpretarte a ti mismo pintando, que es algo que haces habitualmente en soledad?

Bueno, el personaje no soy yo, pero está muy cerca de mí, obviamente, es un pintor de Bilbao que tiene mi edad, pero las circunstancias son otras y él cuenta cosas de su vida, de su familia, de su visión del arte… con las que muchas veces me siento muy identificado. Pero uno de los grandes retos actorales de esta obra es precisamente la disociación entre la interpretación y la pintura, porque al principio, cuando empezamos a ensayar, o pintaba o hablaba, no podía hacer las dos cosas a la vez, y eso ha sido un caballo de batalla que luego, cuando ya lo hemos integrado, enriquece muchísimo, porque igual estoy diciendo una frase y la pincelada que doy se retuerce en cada coma del texto, se impregna una cosa de otra. Pero al principio ha sido un ejercicio de doble concentración, y eso que yo la pintura la tengo súper integrada, yo pinto mientras hablo contigo perfectamente, es natural, pero en el escenario ya es otra cosa, y surgió muy pronto, tanto que tuvimos que parar los ensayos, a ver cómo agarrábamos esto. Y ahí Alberto, además de director de teatro, ha sido casi un coach de artista.

 

"Aspiro a que mi autorretrato sea el autorretrato de muchos" en Madrid

 

¿Y tú has intervenido luego durante el montaje en el texto o te gustaba tal y como lo había escrito Alberto y no has entrado más ahí?

Lo que hemos hecho más durante el proceso es cambiar el orden de algunas escenas, porque sí que la pintura cogió un protagonismo que el propio proceso pictórico ha rebotado, ver en qué momento era más orgánico para el personaje hablar o no hablar, pero el texto es de Alberto casi al 100 por 100, yo apenas he entrado ahí.

 

¿Cuál es el argumento de la obra, más allá de este happening de la pintura en directo?

Sí, al personaje le encargan una pieza, un cuadro, para la conmemoración del final del terrorismo. Y esa es la pelea. Están las reacciones de su entorno, la reacción de su madre, por ejemplo, tiene la ausencia de su padre, que es otro de los pilares de la función, porque él se está todo el rato buscando a sí mismo, él niega mucho ser parecido a su padre, pero cuanto más se mira a sí mismo, más se acaba identificando, digamos que ese es uno de los viajes emocionales que hace. Y luego hay una confrontación muy divertida a través de una entrevista en la radio con un crítico de arte, y ahí desliza Alberto una crítica a los críticos en general, con mucho humor, pero incisiva, donde se habla sobre cómo la sociedad ve a los artistas, sobre cómo se banaliza a veces el trabajo de los artistas o cómo la crítica a veces se refiere a los artistas como gentes de mal vivir, borrachos, esas cosas. Y luego hay una parte en la que se confronta su propia teoría del arte, que tiene mucho que ver con cómo él se toma la vida, con qué es la belleza por ejemplo, hasta qué punto es importante la belleza en la vida. Él, que es un personaje que lee mucho, incluso durante la función él lee y dice citas, cita a Miguel Ángel, a Platón, a Adorno, a poetas orientales… hay mucha teoría del arte diluida en el texto, no sólo sobre la pintura, ahí trasciende. Yo creo que la función, si fuese a verla un músico, un escritor, un actor o un pintor, hay algo muy abierto sobre la creación que le va a tocar por un sitio o por otro.

 

En el hecho de tener que pintar todos los días un autorretrato me hace pensar en una búsqueda infinita de uno mismo, que al final es la búsqueda en la que estamos todos vitalmente.

Hay algo de eso. Él por ejemplo explica que para trabajar tiene que estar solo y eso significa además enfrentarse a su imagen en el espejo, pero claro, no solamente a su imagen, sino al propio hecho de mirarse. Hay un momento que le dice al crítico de arte con el que habla: “llevo toda la vida intentando autorretratarme para poder mirarme cuando observe el lienzo, mirarme de verdad”. Y el crítico dice: “hombre, supongo que todos los artistas beben de la copa de Narciso”. A lo que el pintor contesta: “como no estoy jodidamente solo en este mundo, aspiro a que mi autorretrato sea el autorretrato de muchos, no sé si me entiende”.

 

Volviendo al espíritu del happening, de lo que sucede una vez y nunca más, algo tan íntimamente ligado al teatro, lo cierto es que el arte tiene mucho que ver con lo efímero y aquí salta el viejo tema de la utilidad o inutilidad del arte. 

Justo se dice más o menos así en el texto, hay una frase de Suan Zi que habla de que todos conocen la utilidad de lo útil y todos ignoran la utilidad de lo inútil. Yo cuando estoy pintando a veces borro o modifico lo que está hecho, y eso a Alberto y a Jacinto Bobo, el ayudante de dirección, les ponía muy nerviosos, eso de partir de cero de nuevo no lo terminaban de entender. La pintura te lleva a un lugar muchas veces donde la materia tiene su propio discurso y su propio ritmo y el personaje tiene que convivir con eso y a veces no lo ve bien, a veces el happening es imprevisible incluso para mí y es una de las líneas de conflicto del personaje, que no lo ve bien, que no se queda satisfecho nunca. Eso lo tengo a huevo, me pasa constantemente, siempre hay algo que mejorar en el cuadro, siempre hay algo que no ves bien. Esa es una de las cosas que más verdad aportan a la pieza y el público es consciente, porque cuando llegan el cuadro está en cero, con una base de gris medio, un tono de fondo, y a partir de ahí…

 

"Aspiro a que mi autorretrato sea el autorretrato de muchos" en Madrid

 

Tiene que ser muy sugerente para el público ver cómo se alumbra el cuadro delante de ellos, en tiempo real…

Sí, la gente se queda muy pillada, es más, nos hemos dado cuenta de que a veces hay que oscurecer un poco la luz en esa zona para que me miren solo a mí, porque hay momentos, cuando empieza a emerger un poco el parecido, yo veo que la gente se queda pillada. No es muy habitual ver esto en el teatro.

 

Y tampoco es muy habitual que dos actores como tú y Alberto, que además de ser actores sois muchas más cosas, que tengáis estas dos vidas paralelas artísticas que confluyen aquí, él escribe, tú pintas… ¿esto es común entre los actores, necesitan otras vías de expresión para dar salida a las pulsiones creativas?

No sé, nosotros creo que somos más bien multitask, pero creo que los dos lo llevamos haciendo desde siempre, porque yo de pequeño ya dibujaba con 8 años, gané un concurso del día de la madre de pintura con 8 o 9 años, y creo que Alberto tiene como 15 premios de literatura, ha escrito desde siempre, en paralelo a su carrera de actor, y los dos nos hemos encontrado como artistas, además de que somos amigos, porque tenemos una visión un poco más poliédrica del asunto. Yo sí que, en mi caso, puedo estar encima de un escenario haciendo un personaje, o viendo una función, de forma plástica, desde la luz y la escenografía, que en este caso está todo dentro. Para mí, a fin de cuentas, tanto para pintar como para iluminar como para diseñar una escenografía, el motor es el mismo, cuando estoy iluminando estoy pintando con un haz de luz en diagonal, mi cerebro está en esa actividad.

 

Veo en la web del Teatro Fernán Gómez que vais a dar un taller al hilo del montaje allí mismo. 

Sí, porque como nos han surgido dinámicas de trabajo añadidas, hemos reflexionado mucho sobre el retrato, sobre la mirada del artista, sobre la mirada sobre uno mismo, y el texto de Alberto se ha nutrido de todo esto, vamos a hacer un taller con un par de ejercicios, de experimentos, para actores, dramaturgos, directores, para artistas plásticos también, es un combinado entre algo plástico y un poco de teoría del arte sobre el retrato, que eso lo haré yo, y luego Alberto hablará sobre cómo encajar todo eso en una dramaturgia. Es ver un poco cómo el retrato acaba conformando un personaje.

 

¡Muy interesante!

 

 

 

 

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