Por Nieves Cisneros / @copittto

 

Artículo publicado en el marco de colaboración con la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD) para la realización de prácticas de los alumnos de último curso de la especialidad de Dramaturgia

 

 

El pasado 24 de abril, durante el Estado de Alarma, el Ministerio de Justicia ejecutó el desalojo de La Ingobernable asentada en la antigua sede del Archivo General de Protocolos, calle de Alberto Bosch. Tras su primer desalojo ejecutado por el Ayuntamiento de Madrid, el 13 de noviembre de 2019, volvió a okupar e inmediatamente puso en marcha su actividad.

 

Este centro social okupado ha albergado una vida social, política y cultural ingente desde el año 2017.  Pero, ¿qué importancia tiene La Ingobernable en la sociedad madrileña? ¿Por qué es una pieza clave? El principal hecho es haberse instalado ni más ni menos próxima al Paseo del Prado, una de las vías madrileñas donde se albergan algunos de los museos más importantes, con un valioso patrimonio, no sólo nacional, sino internacional. Esto ha servido para hacerse eco entre centenares de personas de diversa índole, generando más de ciento veinte actividades en el centro.

 

La okupación del primer edificio en la calle del Gobernador, supuso una gran polémica. Este edificio fue cedido al Ayuntamiento de Ana Botella para construir un Museo de Arte y Arquitectura; sin embargo, el proyecto quedó paralizado, lo que incitó que diferentes colectivos lo okupasen para devolver al pueblo madrileño un espacio de reunión y ocio alternativo.

 

Hay que recordar que algunos espacios con gestión pública, originariamente partieron de la misma base que La Ingobernable, como es el caso de la Tabacalera (parte del edificio está gestionado por la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura y Deporte). Un espacio que ahora genera un interés para el Ayuntamiento, ya que se presenta como una atracción turística alternativa, urbana e incluso “exótica”.

 

Los centros sociales permiten desarrollar nuevos pensamientos, donde la convivencia es uno de los pilares fundamentales. Gracias a estos espacios no sólo se favorece un intercambio de conocimiento, sino que se crean relaciones de apoyo mutuo y vínculos comunitarios dentro de los barrios. Parte de la sociedad, sin embargo, no mira con buenos ojos a estos centros, puesto que ignora toda la labor social que se desarrolla en ellos. A parte de La Ingobernable, cabe destacar otros centros como ESLA EKO, La Gatonera, La Traba, La Quimera o, incluso, la Horizontal —aunque ésta última está sujeta a un alquiler— entre otros.

 

Estos centros llevan años asentados en los barrios. Su presencia ha originado una evolución en la convivencia vecinal. ESLA EKO, situado en el barrio de Carabanchel, ha dado pasos de gigante al instalar -gracias a la colaboración de todas las personas que disfrutan del espacio- placas solares para ser autosuficiente energéticamente y ecológico. Este centro no ha dejado de generar multitud de eventos desde charlas a espectáculos y conciertos. Uno de los actos más importantes que se llevan a cabo es la JACA (Jornadas de Arte y Creatividad Anarquista), celebrado por estas fechas. Este año por la crisis del COVID-19 no se ha podido realizar. En cuanto a esta situación, el centro ha cobrado una relevancia cardinal, se ha constituido como despensa solidaria para aquellos que no pueden satisfacer las necesidades básicas o como uno de los puentes organizadores para la huelga de alquilares. También destaca su relación con el Nodo de Producción de Carabanchel —proyecto político— actualmente activo para la producción y distribución de pantallas sanitarias entre los centros de salud de la zona.

 

En el caso de La Quimera, junto a La Tabacalera, tienen un rol imprescindible en materia de migración al estar situada en uno de los barrios de población extranjera por excelencia. Lavapiés, amenazado por la gentrificación, se caracteriza por tener un amplio abanico de identidades culturales, la mayoría procedentes de Asia, Oriente Medio y África. Gracias a ambos espacios, las poblaciones migrantes tienen un lugar de reunión y organización frente al racismo institucional y la precariedad de vida a la que están condenadas.

 

Muchas de las actividades que se generan en estos centros, permiten un intercambio cultural entre las personas nativas y el resto de colectivos. También son lugares de experimentación creativa y nuevos imaginarios. Podemos hacernos a la idea con sólo echar un vistazo a sus páginas webs o redes sociales. Algunos espacios, como La Horizontal, se centran principalmente en talleres artísticos como teatro, magia o circo. Sean cuales sean las actividades que se desarrollen, todos los centros persiguen crear un tejido social libre de machismo, homofobia, racismo y fascismo. Además, se muestran críticos con el sistema capitalista, como cuna de las desigualdades sociales.

 

A raíz de la polémica del llamado ‘Apagón cultural’, protesta iniciada por la Unión de Actores, no me han parado de asaltar preguntas alrededor del concepto de cultura y sector cultural. Una de las cosas que más me llamó la atención fue la rapidez con la que se disolvió la «huelga” virtual. No duró ni veinticuatro horas: nada más salir la noticia de que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el ministro de cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, iban a proponer una nueva reunión para consensuar las medidas del gobierno, el movimiento y el enfado, paradójicamente, se apagaron.

 

Algunos artistas y activistas políticas, como Alicia Murillo, señalan la inexistencia de un sentimiento sindicalista y conciencia de clase dentro del gremio. Si bien el arte se ha emparejado siempre con la idea de ‘ángel guardián’ de los derechos y libertades, también hay que tener en cuenta de qué derechos y qué libertades. Esta idea es tramposa, ya que la cultura no emana de una ideología concreta. Así que, cuando estamos hablando de cultura, ¿para quién es? ¿Qué incluye? ¿A qué nos estamos refiriendo? ¿Es más digna la que se ampara bajo una institución?

 

El sector cultural, en efecto, es uno de los más precarios de nuestra sociedad, algo que debemos replantearnos. Sin embargo, no es el único y separar nuestra lucha del resto de sectores nos hace un flaco favor. No habrá una transformación real, si no hay una lucha laboral común. No olvidemos que la economía es un factor determinante.

 

El sindicato de la CNT, a pesar mostrar su apoyo a los trabajadores del sector cultural, fue uno de los más críticos con el comunicado oficial de la FAETEDA (Federación Estatal de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza). Destacó la insuficiencia de la protesta del ‘Apagón’ y las propuestas para el gobierno, ya que no visibilizan a todo el sector, quedando otros oficios, dentro del mismo, olvidados, como es el caso de las vestuaristas, los figurantes o el personal de acomodación y taquilla entre otros. E incide en la necesidad de unión, poniendo como objetivo principal la Renta Básica y Universal para toda la clase trabajadora.

 

La cultura no es la que nace en los escenarios, es la que se genera a partir de una sociedad. ¿De qué sirve plantear obras políticas si no todos tienen acceso a los teatros? Dividir la lucha por gremios, nos distancia de una realidad social. Negar otros espacios de cultura, propicia una miopía aburguesada. Agudicemos la mirada, no caigamos en individualismos y menospreciemos la función práctica de la palabra “huelga”.

 

Si ya con la crisis del COVID-19 se ha hecho evidente la precariedad laboral en el sector sanitario, ¿en el cultural iba a ser distinto?