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Ana Serzo, una actriz y clown que puede con todo

“El clown requiere siempre una implicación extra, mucha presencia y mucha verdad”

 

Actriz, improvisadora y sobre todo, clown. Ana Serzo es una gran artista con mucha clase y mucho morro que sabe sacar una sonrisa de cualquier situación. Lleva largo tiempo formando parte del proyecto La Excéntrica, una escuela creada por Joaco Martín, y juntos protagonizan A la Puta Calle un espectáculo de cabaret improvisado que podemos ver en junio en La Usina.

 

Ana Serzo se la juega en cada función

 

Por Sergio Díaz

 

Ana, eres una actriz que trabaja en propuestas que suelen partir de la comedia, la improvisación y un lenguaje cercano al clown. ¿Cuándo descubriste que esa iba a ser la forma artística en la que querías expresarte?

Mis primeros pasos en el teatro, entre Albacete y Valencia, fueron en una línea más clásica. Ya una vez en Madrid, en principio continué mi formación en el método Strasberg con muy buenos resultados. Pero cuando descubrí el teatro físico con la metodología de Lecoq-Gaulier, a través de la comedia del arte, el bufón y sobre todo el clown en La Excéntrica con Joaco Martin, se me abrió un mundo de posibilidades. En seguida, Joaco, flipando conmigo, ¡juas!, me propuso entrar en Clownas, Cía., allá por 2007. Aquella, mi primera actuación como clown en solitario, supuso un antes y un después en mi carrera como actriz. En el estreno, me sucedieron todo tipo de imprevistos, que resolví con desparpajo y salero, y lo gocé tanto que, en las siguientes funciones, ya estaba deseando que sucediera cualquier catástrofe para poder improvisar. Y es que el clown requiere siempre una implicación extra, mucha presencia, escucha y verdad. Desde entonces, cualquier trabajo que abordo, lo hago siempre desde la esencia del clown: el juego, la vulnerabilidad, la honestidad y mucho, mucho, placer.

 

En tu anterior espectáculo Ser o no ser… deconstruías un clásico como Hamlet. ¿Qué riquezas o matices encuentras tú en interpretar las obras con el estilo característico con el que lo haces en vez de abordarlo desde una forma más clásica, digamos?

La deconstrucción, ya de por sí, es algo que me divierte mucho. Dar otra vuelta de tuerca a un clásico, desde una mirada divergente y con humor, me permite abrir nuevos espacios y hacer surgir todo un mundo de posibilidades más allá del texto. El humor siempre tiene algo referencial. En este caso, el referente es Hamlet y el teatro clásico. Revertir lo trágico en cómico, además de un despiporre, es siempre muy sanador.

 

Ahora te podemos ver en A la puta calle. ¿Por qué este espectáculo es el show de cabaret más jodido del mundo? ¿Qué nos vamos a encontrar en él?

No sé si lo más jodido es interpretar siete personajes completamente diferentes, o que cada uno de ellos hace un número de cabaret improvisado a partir de las propuestas del público y las directrices de Mr. Master (Joaco Martín), con el compromiso ineludible de conseguir la risa y el aplauso del público. Y si no…, ¡a la puta calle! Ese es el reto: crear un show de improvisación y humor en clave de cabaret, en vivo y en directo, con todos sus ingredientes y personajes. Desde la diva, hasta el humorista, pasando por la vedette, el stripper, la artista circense y excéntrica, e incluso un personaje freak. Todo eso os vais a encontrar.

 

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Ana Serzo en ‘A la puta calle’. Foto: María José Escobar

 

Este espectáculo, como el antes mencionado Ser o no ser, lo protagoniza la showoman Anómala Farándula, ¿desde dónde trabajas este personaje? ¿Cuánto hay de ti en ella?

Anómala es mi alter ego exponenciado de juego e improvisación. En A la Puta Calle, se presenta como una gran estrella del Cabaret. En Ser o no Ser…, pretende ser la mejor actriz del mundo, capaz de los mayores prodigios interpretativos e improvisación a partir de Hamlet. En La Excéntrica, Cía. apostamos siempre por un teatro auténtico, implicado y creativo desde el disfrute y el juego. Anómala es, pues, mi bicho escénico más audaz y temerario, mi sí a todo en escena, mi Ana se la juega.

 

Interpretar una obra ya me parece algo muy complicado. Hacerlo desde la impro me parece un reto mayúsculo. ¿Con qué tipo de herramientas cuentas para poder sacar cada día una función que no sabes por dónde va a ir?

¡Ni trampa ni cartón! Todo consiste en ponerse al servicio del público y la escena, seguir el impulso con pretensión y juego, mostrar la vulnerabilidad, aceptar el fracaso, modificarte si no funciona y volver a intentarlo con entusiasmo una y otra vez; haciendo del defecto virtud, echándole mucha jeta y disfrutando siempre a tope. Todo esto y mucho más me lo aporta mi esencia clownesca. A la Puta Calle es cabaret, un género bastante opuesto al clown en un principio. Pero mi payasa siempre va conmigo. No por nada, todos mis personajes tienen siempre una parte desajustada, quebrada y fracasada que los hace más queribles. Y sobre todo, las tablas, ¡que ya son años de andar teatreando! En cualquier caso, pase lo que pase, siempre cuento con la red de salvación de Joaco, que, en su rol de maestro de ceremonias, sabe encontrar el impulso y la propuesta justa para salvar el show.

 

Hay un largo trabajo detrás para poder hacer teatro improvisado, pero ¿recuerdas alguna vez que de primeras te hayas quedado sorprendida y sin saber por dónde tirar, aunque sea por un momento, con los retos que te lanza el público?

¡Sí! Me quedé con su cara y mandé a mis primos a su casa ¡Ja,ja,ja! No, pues mira, recuerdo una vez en Barcelona que me pidieron hacer la parodia de un político catalán. ¡No tenía ni idea de quien era! Pero, por suerte, después de quedarme unos segundos ojiplática, mi ‘catañol’ de Albacete triunfó como la Coca-Cola.

 

Esta propuesta es un cabaret improvisado. ¿Cómo está la salud del cabaret ahora mismo?

En tiempos de crisis, el cabaret es una de las respuestas artísticas más lógicas y necesarias. Este sistema nos oprime, nos censura, nos encarrila. Hay mucha injusticia y deshumanización. El cabaret es siempre un chorro de aire fresco: catárquico, irreverente y transgresor que toca las pelotas al poder, y al mismo tiempo, abre las mentes y corazones del público con su juego pícaro y gamberro. ¡Larga vida al cabaret!

 

Y en un mundo que tiende a la uniformidad y con una parte de la sociedad muy reaccionaria ante la diversidad y la diferencia, ¿se hace muy necesario que siga habiendo espectáculos transgresores como el vuestro?

¡Absolutamente! En La Excéntrica siempre hemos apostado por una formación y creación teatral donde lo diverso y lo autentico sean valores fundamentales. En nuestro espectáculo El Gran Circo Humano, un homenaje a los espectáculos de fenómenos y freakshows en clave clownesca, lo dejamos muy claro. Como nos gusta decir en La Excéntrica: “Todas somos freaks; unos los saben y otro no”.

 

¿Encontráis dificultades para que os programen un espectáculo así? ¿Echáis en falta más riesgo por parte de programadores y salas?

Las salas y programadores están cada vez más abiertos, así como el público, a los espectáculos de improvisación. Por otro lado, el cabaret, como ya hemos comentado, está viviendo un cierto resurgimiento, pasando de los clubs y cafés concierto más específicos del género a las de teatro en general. Esperamos que nuestro espectáculo continúe su andadura viento en popa. Ilusión y empeño no faltan.

 

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Ana Serzo. Foto: Pilar Martín Bravo

 

Háblanos un poco del proyecto de La Excéntrica que ya nos has ido avanzando. ¿Qué tipo de actividades se llevan a cabo allí? ¿Qué nos puedes decir de su impulsor y compañero de escena Joaco Martín?

La Excéntrica es una compañía y escuela de teatro, clown y cabaret que ofrece una programación de cursos regulares e intensivos durante todo el año. Una escuela para el placer, la complicidad y el juego escénico y vital. Joaco es mi amigo, mi familia, mi maestro, mi socio y compañero artístico. Lo considero un excelente docente con mucha sensibilidad, intuición y conocimiento. Como creador y director es brillante. Me ha ayudado mucho a descubrir y potenciar todas mis cualidades y colores. Con él he podido explotar al máximo mi placer por la creación personajes, el teatro físico, el clown, el cabaret, lo excéntrico, la improvisación y la complicidad con el público, trabajando siempre desde verdad que tanto reta y hace crecer. Es un lujazo la posibilidad que me brinda de hacer espectáculos prácticamente a medida.

 

¿Cómo ha afectado la pandemia a vuestro proyecto?

Supongo que como a todo el gremio, muy malamente. Los tiempos difíciles  lo son siempre todavía más para la cultura. A nivel personal, he de decir que me ha dado un cierto impulso. Pues si, en general, el arte es necesario para alimentar el alma, en momentos complicados, todavía más. Como dice Joaco: “Cuando el mundo se hunde, las payasas y payasos flotan”.

 

Os definís como una escuela de Artes Escénicas de vanguardia. ¿Qué es para vosotras la vanguardia?

La Excéntrica es una escuela y compañía cuya propuesta escénica, basada en el placer, la complicidad y el juego como valores fundamentales, supone una auténtica revolución teatral y existencial. De todas sus características, quizás la más vanguardista, y más necesaria hoy que nunca, sea su enfoque en la persona como ser creativo, único, genial y maravilloso.

 

En vuestras creaciones siempre jugáis con el reto de lograr la risa y el favor del público, y es que es un trabajo el vuestro, el de la farándula, donde al terminar la tarea se os suele recompensar con aplausos, algo que sólo he visto hacer con los pilotos de avión (y es algo que se está perdiendo). ¿Reconfortan más esos millones de aplausos que recibís a lo largo de vuestra trayectoria o pesa más esa vez en que os dicen: “A la puta calle”?

Afortunadamente, nunca, o casi nunca, nos lo dicen. ¡Ja, ja, ja! Antes soy capaz de hacer un triple salto mortal sin red mientras doy palmas con las orejas. De todos modos, el riesgo de este espectáculo, donde el fracaso siempre está pisándonos los talones, es lo que nos mantiene despiertos y alerta en un estado de continua entrega, crecimiento y aprendizaje. El aplauso del público, sus risas, su agradecimiento… es la caricia final que reconfortan de todo el esfuerzo y la entrega, dentro y fuera de escena.

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