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Alba Flores y Catalina Lladó, dos voces que merece la pena escuchar

«El teatro es de los pocos rincones de resistencia que todavía nos queda»

 

Con cuarenta y nueve bolos a la espalda, un promedio de ocupación del 97% y más de 4.600 espectadores que han visto la función, La excepción y la regla se despide el mes de abril de los escenarios en el Teatro del Barrio.

Catalina Lladó (directora) y Alba Flores (intérprete) nos abren las puertas de La Extraña Compañía para hacer balance de este proceso creativo que comenzó como un pequeño proyecto de teatro independiente y que se ha convertido en todo un éxito en el circuito teatral madrileño. Santiago Blanco, Belén López-Valcárcel, Nüll García, Sara Sanz y Berta de la Dehesa componen el resto del elenco del montaje.

 

La excepción y la regla en el Teatro del Barrio

 

Por Ka Penichet

Foto de portada: Alba Flores

 

En abril se cumplen dos años del estreno de La excepción y la regla, ¿cuáles son las sensaciones?

Alba Flores: Ha habido de todo, ha pasado una pandemia incluida (risas) y un confinamiento… Esto viene de atrás en el tiempo porque viene de los talleres que hemos ido haciendo con Catalina. Desde el estreno hemos conseguido algo que, al principio, pensábamos que no nos iba a ocurrir porque había mucha incertidumbre. Al ser un grupo de teatro autogestionado, hemos ido aprendiendo sobre la marcha. En los inicios, parecía que llegábamos a todo tarde y, poco a poco, fuimos cogiendo el ritmo y, la verdad, que fue muy bueno poder estar en el Teatro del Barrio porque yo creo que eso nos dio mucha tierra y mucha posibilidad de hacer como cuartel general y de poder rodar la función. Ha sido maravilloso hacer algo de gira que, para una compañía pequeña como la nuestra, no pensábamos que pudiésemos ir a tantas plazas. También hemos podido hacer algún bolo solidario, algún bolo más social como el de La Cañada Real que yo creo que fue un hito en la compañía porque tenía mucho que ver con el espíritu de cómo se formó todo esto. Y luego, hemos podido sostener las funciones en la pandemia que también ha sido bastante inaudito. Nadie ha cogido el COVID en ningún momento. Estamos muy contentas, es un balance muy positivo, para nosotras mismas ha sido una demostración comprobar que podíamos autoorganizarnos y sacar un proyecto con nuestra manera de hacer las cosas, no solo en el lenguaje escénico sino también en la producción.

Catalina Lladó: Esto tuvo un largo tiempo de gestación que fue como introducirnos en el conocimiento y en la investigación del teatro de Bertolt Brecht. Esto ya, ‘per se’, significaba un grupo de actrices y una directora con ganas de buscar un teatro que hablara, no tanto de que el destino nos lleva de la nariz, sino que el hombre y la mujer se forjan el propio destino. Eso nos estimuló a cambiar el lenguaje con el que contamos la historia. Hay como una pulsión de vida dentro del grupo que nació con ganas de contribuir a algo, retándose a ir hacia terrenos desconocidos que podían haber salido bien, como podían haber salido mal. Se forjó un grupo con hambre de hablar, de expresar, con hambre de comunicar. De ahí fuimos ensayando y creando hasta que ya teníamos más o menos un embrión hecho y tener casa en el Teatro del Barrio nos asentó en cuál era el espíritu de comunicar hacia el mundo. Encontramos una cuna que casaba con lo que nosotras estábamos buscando y esta cuna tuvo muy buena acogida por parte de la gente del Teatro del Barrio. Luego, ver el teatro lleno, poder hablar con el público, ver que, además de las socias del teatro, también venían familias en las que los padres estaban interesados en Brecht y sus hijos interesados en ver cómo una actriz como Alba podía estar haciendo teatro distinto de la televisión. Para mí ha sido como nacer con buen pie. La última parte era ver si desde una casa pequeña podíamos ir a un espacio grande y lo hemos logrado. Toda la experiencia ha sido una gozada.

 

 

¿Cómo le presentan a Ana Belén Santiago, programadora de Teatro del Barrio, esta propuesta?

Alba Flores: Fuimos una avanzadilla, que éramos Nüll García, que ha sido de las compañeras que más ha remado en el lado de la producción, y yo. Ana Belén es una persona tan afable que estuvimos hablando con ella de muchas cosas, también queriéndole explicar que nuestras ganas de estar en el teatro y de poder hacer algo conjuntamente no era sólo era por hacer algo puramente teatral sino porque también hay una ideología detrás con la que nos sentimos muy hermanadas que tiene que ver con que el teatro sea para la gente del barrio y que también sea algo que aporte a un bien común. Al principio íbamos un poco de novatas y Ana Belén nos propuso una ‘relación de complicidad’ que llaman ellas y que a mí me gusta mucho y que tiene que ver como con un amadrinamiento. Siempre nos lo pusieron muy fácil y creo que nosotras a ellas también. Es una relación que siento muy familiar. Me encantaría que La Extraña Compañía y el Teatro del Barrio a la larga tuviera continuidad. De eso, luego han derivado otras cosas como que muchas de nosotras estuvimos ayudando en La CuBa durante el confinamiento. Eso fue muy bonito. Es una suerte salir a teatro lleno, incluso ahora que no podemos disponer del total del aforo por las limitaciones. Hay algo como que la gente viene como con una sed, no solo de teatro y entretenimiento, sino una sed de poder hablar de las cosas que importan. La maravilla es que la alta ocupación nos ha permitido enriquecernos en los coloquios posteriores a las funciones, ha sido una experiencia gratificante.

 

¿Qué destacarías tú de los coloquios Catalina?

Catalina Lladó: Ha sido un gusto. A mí me sorprendía que estaba muy tranquila hablando con el público, sabiendo que podría haber controversias, de hecho, han existido dentro del debate. Lo que propone el Teatro del Barrio es volver a agarrar a la ciudadanía cercana a un lugar donde serán acogidos y también logra que a la hora de hablar no haya tanta tensión porque es parte de la ideología. Es una casa de teatro que genera esa manera de pensar en común con el público. El público tiene ganas de preguntar, tiene ganas de saber, les gusta que le expliques de dónde sale una obra, por qué está escrita, cómo está escrita, por qué la hemos traducido a un mundo de mujeres, qué es eso de la explotación, cómo es eso de que todos somos explotadores y todos hemos sido explotados… Hablar de estos temas en común con un público que desconoce, a mí me parece que es no solo un acto creativo sino un acto de salud para todos. Perderle el miedo a poder hablar sin que tengas que cumplir con lo que se tenga que decir, ni que tengas que contestar de la manera que tengas que contestar. Es un acto de sana libertad.

 

¿Cómo se cruzaron sus caminos?

Alba Flores: ¡Uy!, pues yo era pequeñísima. A los 13 años pensaba que me iba gustar eso de ser actriz. Resulta que en el estudio de Juan Carlos Corazza abrían curso de adolescentes, allí me estuve formando varios años y Catalina, en aquella época, era profesora. Allí coincidimos durante unos cuantos años, me hizo repetir y todo (risas). Bueno no, en realidad Catalina me dio a elegir, eso fue lo mejor, me dijo: “Mira, tú puedes pasar de curso pero yo creo que te convendría repetir porque te falta un poco de vida. Hay muchas experiencias que todavía no has tenido y creo que si pasas al siguiente curso no te va a dar tiempo a profundizar”. La verdad que menos mal que lo hice. Sabia decisión. Después nuestros caminos se separaron, acabé de formarme y Catalina se fue del estudio para continuar en solitario como docente y luego nos volvimos a juntar porque ella estaba dando clases sobre Brecht y yo estaba muy interesada en hacer teatro social. Las casualidad de que las dos estábamos como queriendo lo mismo. Ha sido bonito y como me ha pasado a mí, le ha pasado a otras compañeras de La Extraña Compañía que también han tenido un reencuentro con Catalina desde otro lugar.

 

Deduzco que en ese segundo cruce de caminos fue donde se gestó la elección de este texto de Brecht…

Alba Flores: Bueno, Catalina luego hizo más cursos y yo estuve en todos. Fueron como repitiendo más personas hasta que al final hubo un año que estábamos haciendo Antígona, que era una propuesta muy chula, en la que hacíamos la Antígona de Sófocles y la Antígona de Brecht. Era un taller donde Catalina nos iba guiando para ver las diferencias del lenguaje. Hicimos una muestra de eso y las personas que vinieron a verla nos animaron mucho a que hiciéramos algo con ello. Ahí fue cuando materializamos un viejo deseo que yo tenía, y creo que Catalina también, de hacer una propuesta teatral a nuestra manera pues. Es el deseo de todas.

Catalina Lladó: También de hacer cosas de una manera de trabajar distinta, porque nosotras veníamos de una manera de trabajar con la identificación, tanto con el personaje como de una identificación con la manera de contar la historia que tiene que ver muchas veces con el teatro naturalista, que a su vez, está relacionado con el conflicto de los personajes entre ellos. Yo necesitaba como dar un salto y empezar a entender qué es eso que propone Brecht del extrañamiento, de empezar a poder ver la diferencia que hay con el personaje al que tú le entregas toda la verdad que puedes darle, pero que no eres tú. Los personajes piensan porque no están ocupados de pelearse con el otro personaje, sino que están ocupados de una situación que se está dando y tienen que pensar sobre ella. A partir de ahí, es donde hay una diversidad, y en ese pensar uno a veces cree que solo tiene una manera de hacerlo, que somos contradictorios, ahora lo vemos de una manera y luego de otra. Yo creo que este afán se conjugó muy bien con lo que buscaba Alba, Belén, Nüll, Sara… todo el equipo. Eso se muestra porque todas tenemos un pie puesto en formar parte de algún grupo social, de crecer de alguna manera que no viva tan identificado con ese supuesto personaje que eres.

Alba Flores: Para nosotras también, por la ideología de la compañía, era importante pasar de que lo que prevalezca en vez de ser el yo sea el nosotras. Y ser un sujeto múltiple, tanto para la toma de decisiones como para encarar las historias que estábamos contando, que son historias de colectivos y no de individuos particulares con una determinada psicología. Las decisiones siempre se toman en común, las tareas se reparten, todo de la manera más equitativa posible.

 

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El elenco al completo junto a la directora Catalina Lladó

 

Si hablamos de la vigencia de los textos de Brecht, ¿de qué manera perciben que siguen traspasando a la sociedad actual?

Catalina Lladó: Creo que en eso del extrañamiento uno puede empezar a darse cuenta que uno se relaciona con el ambiente y según lo que le rodee se comporta de una manera o se comporta de otra. Así uno va desfilando, se va dando cuenta de que en uno hay personajes o actitudes que responden a una cultura, una religión, una sociedad o una política con la que ha crecido. Hay muchas maneras de manifestarse, que uno piensa que son suyos pero son colectivos porque son representativos de estas bases de la sociedad. También hay toda una herencia histórica que está presente en nosotros. Es muy entretenido empezar  a descubrir la variedad que hay en uno y, buscando la variedad das con un aprendizaje a la variedad que hay alrededor. Esta educación no la tenemos y, afortunadamente, parece que los pilares de una sociedad basada en el individualismo se están resquebrajando y cayendo de tal manera, que parece que el colectivismo sería como un buen enfoque de algo distinto de lo que tenemos. Creo que Brecht además de un gran visionario, fue un gran estudioso porque él estudió mucho todo lo que era el capitalismo. Estudió mucho a Marx, estudió mucha historia, estudió mucho la dialéctica, una manera de pensar sobre las cosas. Lo que estaba claro es que este sistema ya estaba corrompido desde hacía muchos años y que ahora estamos viviendo la peste del sistema. Por eso creo que Brecht es tan actual en el sentido de que hay un mundo que hay que cambiar. Eso lo promulgó desde un principio y esto es lo que alienta a seguir como queriendo aprender a pensar de manera distinta, a sentir que uno puede cambiar las cosas, que no está atado a algo inamovible, que hay una conciencia común de un nosotros que puede avanzar… Creo que son valores son muy necesarios para poder pensar sobre la situación.

 

¿Tienen sensación de que esta función del teatro se haya perdido un poco?

Alba Flores: El teatro está sobreviviendo a duras penas. Incluso el teatro institucional tiene mucha necesidad de ir sobre seguro, de no arriesgar demasiado porque hay que seguir llenando las butacas para que pueda sobrevivir y eso tiene que ver con que deja mucho que desear el reparto de dinero en cuanto a la cultura. Pero es que luego aparte, creo que la mayoría de las compañías independientes lidian con sector tan precarizado, el de los actores y las actrices, que, la mayoría de las veces, la vocación de juntarse es para ganar algo de dinero para seguir comiendo o para que te puedan ver y te pueda salir un trabajo en algún lugar que te de comer. Muchas compañías se unen como una plataforma. Esto es difícil pero así no hay mucho espacio para la investigación ni para poder hacer más teatro social y para dejar lugar a otro tipo de propuestas. Es muy arriesgado salirse de esos parámetros. Muy poca gente lo hace y nosotras hemos podido hacerlo porque hemos metido horas, sangre, sudor y lágrimas por amor al arte. Es un gran sacrificio. Es un suerte que lo hayamos podido hacer, nos hemos animado mucho las unas a las otras.

 

¿Cuáles son sus referentes contemporáneos que escriban teatro social?

Catalina Lladó: Alba acaba de decir algo que debemos tener en cuenta y, es que para poder sobrevivir hay que hacer un tipo de teatro que institucionalmente se sostenga. Por lo que según qué obra escribas, no se va a producir. Todo tiene que ser para ganar dinero. Yo he visto muchas obras de teatro contemporáneas que tienen unas estrategias que son divertidas, arriesgadas pero profundizar sobre un tema social de base, he visto a muy poca gente hacer eso. Lo que sí se da es que la gente parte de un texto que le pueda gustar e investiga creando su propia obra. Así hemos visto todo el teatro documento que han hecho por ejemplo, Animalario, que se han creado los propios textos. Recientemente, he visto Ferretería Esteban de José Troncoso, Prostitución y Shock de Andrés Lima…

Alba Flores: La diferencia que percibo con Brecht es que ahora el teatro social se hace mucho tirando de teatro documental y es una nueva herramienta que a mí me gusta pero, aun hoy en día, Brecht tiene la excelencia de ser un autor que utilizaba fábulas para contar asuntos sociales de mucha actualidad. Creo que eso yo no lo reconozco en autores o autoras contemporáneos.

 

¿De qué os ha salvado el teatro?

Catalina Lladó: Creo que la mayoría de mi generación entrábamos al teatro por buscarle otro sabor a la vida porque no le satisfacía. El ser otro era una posibilidad de ampliar el registro de vivencias, darse posibilidad a uno mismo y relacionarse con el mundo de otras maneras. Para mí la primera palanca fue el teatro popular de Cataluña que me hizo sentir como parte del pueblo. Luego vino la necesidad de descubrirse. A los 16 años andaba con Stanislavski en la mano, no entendía nada, pero seguía leyéndolo hasta que me metí a trabajar en el teatro y aprendí a descubrir quién era, qué cosas hacía, cómo reaccionaba y fue una herramienta muy grande para saber de mí. Sabiendo de mí luego pude dar otro paso, que era conocer qué les daba de mí a los personajes y qué les daba de mi imaginación. Ahora lo que busco es querer aprender a contar historias, no tanto personalizarse y poder comprender. Ya no es tanto yo. Yo nunca había estudiado tanto desde que conozco a Brecht.

Alba Flores: Yo tampoco, pero desde que te conozco a ti (risas). Para mí desde luego que sí y, cada día, realmente me salva en este momento en mi vida porque hace muchas funciones para mí. El teatro me mantiene los pies en la tierra, me mantiene humilde y me mantiene conectada, o al menos así lo siento, no sólo con mis compañeras y con las personas que he trabajado para hacer la función, sino con el público. Es de los pocos lugares donde creo que se hace un acto como de conexión más consciente entre personas que estamos todos ahí dándole vueltas al tema, unos viendo la obra y otros interpretando. Me parece que es de los rincones de resistencia de la civilización o de una civilización sana, que todavía queda.

Catalina Lladó: Añadiendo un poco a lo que dice Alba, a mí me viene a la memoria que también todos los grandes transformadores modernos del teatro, de la danza que se fueron a las raíces africanas y orientales, buscaron y aprendieron y hay algo que también está en la cultura nuestra como que el teatro es fruto de la generosidad. Y generoso quiere decir que tiene capacidad de entrega y tiene capacidad de darse. Hay algo que te mueve del encasillamiento de cómo vives cotidianamente contigo. Entiendo que, en un momento Alba que viene de la televisión, donde es alguien tan agasajado se podría perder tranquilamente en el mundo de la adulación, y en el teatro estás o estás. Como bien dice ella, te baja a la tierra sobre todo si crees que el teatro es una fuente de conocimiento de la verdad. El teatro es un acto de realidad, aunque entres en la ficción.

 

Cuando una se involucra tanto en causas sociales, ¿cómo se gestiona la frustración?

Alba Flores: Yo peco bastante de optimista, incluso cuando ya no va (risas). El otro día leí una entrevista de Santiago Alba Rico que hablaba de otra actitud ante las cosas que me gustó bastante que era ser “pesimista ingenuo” que es como “yo no creo que se vayan a arreglar las cosas, pero como soy un poco ingenuo, pues sigo cuidando de todo” y me gusta un poco eso. Yo soy bastante optimista de base y por otro esto que me dices, creo que el sufrimiento humano, la injusticia social, la desigualdad y la coacción a las libertades está servida. Casi como que tenemos que hacer un esfuerzo de desconexión porque estamos viviendo con eso todo el día. Mi manera de lidiar con ello es tratar de hacer alguna cosa que a mí me alivie hacerla y sienta que pueda aliviar a alguien de alguna manera. No creo que lidie más con esas realidades que el resto de la gente, creo que todos estamos en el mismo ajo metidos. Lo único que sí que puedo tener yo más es la sobreexposición. Por un lado, parece que hago más cosas de las que hago porque hay otra gente que hace muchísimas más cosas que yo y, por otro, todo lo que hago tiene como un altavoz. Todavía estoy intentando entender cómo gestionarlo y cómo usarlo bien, pero de vez en cuando tomo alguna buena decisión.

 

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‘La excepción y la regla’

 

Como lo que acabas de hacer hace poco con Clara Peya para visibilizar el trabajo de las jornaleras…

Alba Flores: Ha sido muy buena elección. También ser una integrante más de esta compañía, pero también saber que, de alguna manera, yo tenía acceso a poder hablar en los medios de comunicación y hacer venir a ver una pieza de Brecht, no me parece que haya ningún daño en ello, al revés, creo que estamos haciendo un bien. Haber podido ir a La Cañada Real es algo que ha ocurrido por el propio camino de la compañía, pero también tiene que ver con que yo estoy en una posición donde soy más visible, la gente viene a mí, me habla, contacta conmigo para cosas, en ese caso fue Carlos Olaya. La posición en la que veo ahora mismo la veo como algo positivo, luego tiene otras cosas que, bueno, a veces son difíciles de gestionar, pero trato de que me rente (risas) y también que de vez en cuando sirva para hacer algún bien.

Catalina Lladó: Yo llevo años trabajando en Girona, donde ha habido muchos temas con la xenofobia, de hecho, antes de irme de aquí había básicamente dos culturas: la catalana y la castellana. Cuando regresé después de 30 años, había 73 distintas culturas con unos conflictos enormes. Propuse con mi marido crear un grupo de vecinos de distintas etnias y crear una obra. Durante 4 años estuvimos trabajando en un proyecto donde había senegaleses, gambianos, sudamericanos, castellanos, catalanes… y creamos una obra que trataba de la historia de un pueblo donde hay xenofobia. La rondamos como por 20 plazas distintas. Ahora hemos terminado de hacer una obra que se llama La negra donde se habla explícitamente de racismo. Es una alegría poder ver cómo el público se reía y, al tiempo, se preguntaba de qué se estaba riendo.

 

Con tantas guerras que librar ¿cómo se escogen las causas a las que apoyar?

Alba Flores: Normalmente a mí me llegan a través de gente en la que confío. Bien porque las conozco personalmente o bien porque conozco su trabajo, su trayectoria y eso ya me inspira confianza. También en este periplo, cuantas más personas conoces que están ahí defendiendo desde diferentes ángulos los Derechos Humanos, mejor, porque te vas encontrando.

 

¿Por qué os gustaría ser recordadas?

Catalina Lladó: Me gustaría ser recordada como alguien que contribuyó a una transformación social. Alguien que contribuyó con el teatro o con la actitud, pero sobre todo con lo creativo. Alguien que ayudó al tránsito de lo que se cae para empezar a imaginar maneras poco más solidarias e igualitarias de vivir.

Alba Flores: Como alguien que acertó más que se equivocó (risas). A veces la cagó, pero compensó porque creo que es tan amplio esto de la vida… Algo así como lo que dice Catalina sobre contribuir a la causa de la humanidad.

 

En abril La excepción y la regla se baja de los escenarios, ¿cómo creen que va a ser ese proceso?

Alba Flores: La verdad que va a ser un proceso de ir despidiéndose. Seguramente pasaré por alguna turbulencia emocional porque es muy fuerte lo que hemos vivido estos dos años. Para mí, es uno de los hitos más grandes de mi vida. Me pone muy emocional. También tengo mucha alegría y muchas ganas de celebrar. Me da mucha pena que no podamos celebrar como una gran fiesta que es lo que a mí me pediría el cuerpo donde podamos compartir todo lo que hemos vivido. Esto yo lo voy a echar de menos. Hacerlo en el Teatro del Barrio era el lugar. Me consuelo con eso, hemos acabado donde empezamos. A futuro no sabemos qué haremos. Realmente, tenemos ganas de tomarnos el tiempo para pensar qué proponer en este nuevo mundo. ¿Qué historia merece la pena contar ahora? Merece una buena reflexión en conjunto para ver qué nueva propuesta nos sacamos de la manga.

Catalina Lladó: Como yo no actúo en el teatro, la sensación de ir al cierre yo ya la he sufrido un poco o, la estoy sufriendo un poco. Es como alguien que ha aprendido a andar y ahora hay que reposar. Todo lo andado ha sido una experiencia grata y de aprendizaje grande y ahora hay como que despedirse de eso. Emocionalmente, estoy como en contacto con eso de que esto se termina.

 

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