El maestro Nicola Luisotti se pone de nuevo al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, para recuperar una de las producciones más monumentales y emblemáticas de su pasado reciente, esta ópera magistral de Giuseppe Verdi. [entradilla]

 

 

Por Miguel P. Valiente

 

 

El regreso de un espectáculo monumental

 

 

Ismail Pachá, gobernador de Egipto, quiso aprovechar los fastos de la inauguración del Canal de Suez para mostrar al mundo que el país que dirigía -aún bajo la tutela otomana- era una potencia emergente debido al nuevo estatus geoestratégico que le daba el Canal. Para ello, simultáneamente a la iniciativa eminentemente francesa de la construcción del Canal, el jedive mandó levantar en el Cairo una serie de edificios que deslumbrasen a las personalidades europeas asistentes a la inauguración. Uno de estos edificios fue la Ópera del jedive. Pachá no quiso desaprovechar la oportunidad de hacer un poco de propaganda nacional, por eso encargó a Verdi una obra «genuinamente antigua y egipcia» con «una puesta en escena rigurosamente costumbrista en la que quede preservado a la perfección el carácter local». Tras ciertas dudas, Verdi asumió el reto y de su genio surgió una de sus más famosas partituras. Poco importa que la ópera no estuviera lista para la inauguración del nuevo teatro, al que llegaría dos años más tarde.

 

La ópera fue un éxito inmediato, pero ¿hasta qué extremo se puede afirmar que Verdi compuso realmente una ópera egipcia?

 

A pesar de que se hizo un gran esfuerzo para ofrecer un vestuario y unos decorados realmente historicistas, compositivamente el trabajo operístico sigue la tradición formal de la Grand Opera francesa aderezado con nuevos elementos del estilo verdiano en fase de decidida evolución. Así abundan las escenas grandiosas con numerosos personajes sobre el escenario; el indispensable ballet tan querido por el público francés, mientras que Verdi aporta una técnica orquestal moderna y un decisivo avance hacia el continuo temático-musical abandonando progresivamente los números cerrados sobre los que se había apoyado el repertorio italiano hasta entonces. Por otro lado, temáticamente la obra trata de un trío amoroso, una problemática que podría ser trasladada a cualquier época o latitud. En definitiva, lo egipcio aquí no deja de ser una mera escenografía porque Aida es, sobre todo, una historia universal.

 

El teatro Real recupera para esta ocasión una de sus producciones más famosas, la monumental Aida que Hugo de Ana realizó allá por el año 1998 con la intención de llevar al límite los ingentes recursos técnicos del coliseo madrileño. Un montaje extraordinario a la altura de una Grand Opera.

 

 

 

AIDA

Teatro Real

Del 7 al 25 de marzo