La danza, el movimiento y las artes del cuerpo tienen, nadie lo discute, su casa madrileña en los Teatros del Canal. En marzo se da una confluencia interesantísima en sus escenarios, en los que veremos cinco propuestas ineludibles para aficionados, profesionales y espectadores ávidos de descubrir otras formas de vivir el arte escénico.

 

Redacción

Foto superior: Achterland ©Anne Van Aerschot

 

RULE OF THREE. Jan Martens / Nah. 5 y 6 de marzo. Sala Verde

Esta pieza es la que, a juicio de su creador, más «invita a bailar» de las que ha firmado hasta ahora. Jan Martens es uno de los jóvenes coreógrafos más reconocidos de la actualidad, formado en el país capital de la creación escénica europea, Bélgica. Para él, «cada cuerpo puede comunicar, cada cuerpo tiene algo que decir». Rule of three es un relato tan fragmentado como un muro de Facebook, una colección de pequeñas historias escritas desde el cuerpo, la música, la iluminación, el vestuario y los textos, edificado todo a partir de contrastes: la quietud y la explosión, la precisión y la intuición, el corazón y la razón. Por primera vez, Martens cuenta con un músico en escena, el percusionista norteamericano Nah, que ha mezclado para él percusiones en directo con sonoridades programadas, samplers manipulados y sonidos encontrados, que dialogan con los tres bailarines que ejecutan la pieza. A medio camino entre la coreografía y el concierto, Rule of three es un espectáculo que se hace y se deshace para ver de nuevo tres cuerpos que, desnudos, desnudan la máquina teatral. Atentos al final.

 

 

CELUI QUI TOMBE. Yoann Bourgeois. 6 y 7 de marzo. Sala Roja

Entradas agotadas (habrá que hacer puerta en Canal, por si acaso) para un espectáculo donde el circo y la danza fluyen a partes iguales en un pulso con la gravedad, la resistencia, el balance y el equilibrio. Casi está garantizado que al público se le quede la mandíbula colgando de tanto asombro. El creador francés Yoann Bourgeois lo tiene claro: «yo creo que el circo es la fuente de una nueva forma teatral». En una dinámica contraria y en conflicto con los principios de la gravedad, desafiada con osadía, seis intérpretes-acróbatas bregan con el movimiento sobre una plataforma cuadrada con vida propia que gira, se inclina, sube, baja y se mueve sin fin. Los trabajos de Bourgeois (Cavale, El arte de la fuga, Dialogue…) aunque muy diferentes entre sí, parten todos de premisas similares en cuanto a investigaciones sobre la gravedad, la resistencia, el balance y equilibrio, un objetivo tan singular que les ha llevado a crear sus propios métodos para consolidar la idea central de su investigación centrada en el punto de suspensión, ese «momento furtivo en el que el objeto arrojado alcanza la cima de la parábola justo antes de su caída», como lo define el creador.

 

 

LOVE CHAPTER 2. L-E-V (Sharon Eyal & Gai Behar). 12, 13 y 14 de marzo. Sala Roja

A Sharon Eyal le va a resultar difícil desprenderse de la sombra de Ohad Naharin, ex director de la Batsheva Dance Company de Israel. Bajo su ala se formó. Fueron 22 años bailando para él y asimilando su particular estilo, consolidado vía Gaga, su particular método corporal. Los últimos años supusieron también los de sus inicios como coreógrafa, estrenando con ellos su emblemática pieza Bill. En 2013 emprendió su propia ruta con L-E-V, la compañía que formó junto a su compañero de vida y danza, Gai Behar. Love Chapter 2 es una secuela de su creación de 2015 OCD Love. Aunque conectadas, no son consecutivas, la segunda se puede ver sin necesidad de haber visto la primera. La inspiración de ambos trabajos viene del poema de Neil Hilborn que describe cómo afronta una persona con TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) el hecho de enamorarse. No es danza narrativa. Ni siquiera descriptiva. Pero la obsesión y la obstinación parecen guiar las dos creaciones. En complicidad con el dj Ori Lichtik, autor de la música y siempre presente en el escenario, Eyal crea en Love Chapter 2 una danza de notable crescendo, crispada e inclemente, para seis bailarines que lejos de parecer un conjunto, son más bien individualidades que bailan juntas.

 

 

ACHTERLAND. Anne Teresa De Keersmaeker / Rosas. 21 y 22 de marzo. Sala Roja

Cuando agotó las posibilidades del minimalismo, Anne Teresa de Keersmaeker se abrió hacia nuevos derroteros. Investigó a fondo en la música y la musicalidad de los cuerpos, un tema que será fundamental. También incorporó el elemento masculino. Para entender esta transición, Achterland (1990) se presenta como una obra bisagra y clave. Es la primera de su larga lista de coreografías, en la que aparecen bailarines masculinos. Están, eso sí, en un segundo plano, como si todavía no supiese exactamente cómo moverlos o qué hacer con ellos. La escena en la que uno de los chicos intenta llamar la atención de las cinco bailarinas sin que ellas le presten la más mínima atención, aparte de divertido, es un momento ilustrativo. En este sentido, Achterland es preeminentemente femenina con presencia masculina. También fue la primera vez que Rosas bailaba con música en directo, una práctica que se convertiría en hábito. Keersmaeker se desprendía de la rigidez minimalista y comenzaba a explorar la relación entre música y danza, poniendo a un pianista y un violinista en escena para interpretar las obras de Ligeti e Ysaÿe, compositores que imponen las directrices de su coreografía.

 

 

NOCTURNO. Leonor Leal / Alfredo Lagos / Antonio Moreno. 27, 28 Y 29 DE MARZO. Sala Negra

Después de este viaje por la mejor danza europea, turno para nuestro flamenco. Estrenado en la Bienal de Flamenco de Sevilla 2018, Nocturno es un solo de Leonor Leal (Jerez de la Frontera, 1980) con acompañamiento en directo del guitarrista Alfredo Lagos y el tremendamente creativo e ingenioso percusionista Antonio Moreno, que saca sonidos a cualquier objeto, desde una botella a una antigua tabla de lavar. Como sugiere su nombre, la pieza en algún sentido abstracta, tiene la serenidad de la noche, unas luces de penumbra que remiten al sueño o a la vigilia noctámbula, todo dominado por una elegante austeridad escénica que da protagonismo al cuerpo de Leonor Leal, siempre guiado por los estrictos códigos del flamenco. Pero no el flamenco escénico al uso. Aparece a mucha distancia del número de tablao y prescinde del cante. Se centra, a cambio, en la dramaturgia, en la investigación. Leal confiesa que el objetivo principal de la pieza era experimentar una ampliación de su vocabulario coreográfico, centrado esta vez en el desarrollo sonoro y espacial.